Enlace Judío México e Israel.- Hay dos cosas que me llaman la atención de los resultados de esta última elección: La primera, que prácticamente fueron los mismos que en la elección de abril; la segunda, que el giro que han tomado las cosas en el último día nos ponen ante un escenario muy complicado, prácticamente imprevisible.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Se viene hablando mucho de la posibilidad de “un gobierno de unidad”, entendiendo por ello una coalición integrada por bandos opuestos. Por supuesto, se entiende que esta sería la alternativa en caso de que Likud y Kajol-Laván aceptaran integrar un bloque de gobierno con alrededor de 65 escaños, con lo cual podrían dejar fuera a todos los demás grupos, incluidos los partidos religiosos y hasta a Avigdor Lieberman e Yisrael Beiteinu.

Pero ¿cuál otra alternativa hay? Si Gantz encabeza el próximo gobierno, estaremos hablando de un bloque integrado por la ultra-derecha de Yisrael Beiteinu, los partidos árabes, la extrema izquierda de Majané, y la izquierda moderada de Avodá (laborismo), todo ello alrededor de un mosaico de posturas integrado en Kajol-Laván. Es decir, en términos prácticos es otro “gobierno de unidad” integrado por polos todavía más opuestos.

Pero vamos por partes.

Hasta cierto punto, las elecciones de antier resultaron un fiasco en el sentido de que se llegó exactamente al mismo lugar que en abril: Un empate técnico entre Likud y Kajol-Laván, con un Avigdor Lieberman al frente de una minoría (5 escaños en abril, 8 ahora) que tiene en sus manos la definición de la elección. Literalmente, será Lieberman quien decidirá quién será el próximo primer ministro. Su recomendación será decisiva para que Netanyahu o Gantz logren 64 o 65 escaños en la Knéset.

Justamente, por no aceptar integrarse a la coalición de Netanyahu en abril, es que se tuvo que repetir el proceso. Para esta ocasión, Lieberman ha prometido no provocar una nueva elección, lo que implica que aceptará colaborar con uno o con otro.

De todos modos, sus condiciones están bien claras: Un gobierno de unidad cien por ciento laico, donde los partidos religiosos no tengan la influencia que han tenido hasta hoy en el bloque de derecha liderado por Netanyahu.

Y así empezaron los nuevos problemas: Netanyahu ya dejó en claro que no va a dejar de lado a los partidos de derecha. Eso, técnicamente, fue un error que cerró las puertas a una negociación que podría destrabar el proceso para integrar gobierno. Lieberman ha reaccionado del modo más lógico, y se dijo que hace unas horas comentó —a puerta cerrada— que consideraría la posibilidad de recomendar a Gantz. Con ello, Rivlin le encargaría al líder opositor la integración del gobierno, y Netanyahu —aparentemente— lo perdería todo.

Pero recalco: Aparentemente.

Netanyahu es demasiado hábil, y conoce demasiado bien la política israelí. Y me parece que está haciendo una apuesta muy arriesgada, pero que puede resultarle y devolverle, eventualmente, todo el poder.

Supongamos que Lieberman recomienda a Gantz y se le encarga a éste formar gobierno. Listo, de entrada, Netanyahu quedó fuera. Ahora la pregunta es si Gantz realmente podrá formar gobierno. Para ello necesita que los tres polos extremos y opuestos acepten trabajar en el mismo bloque. Me refiero a la extrema derecha de Yisrael Beiteinu, la coalición de partidos árabes —que cuenta con muchos diputados anti-sionistas y que sueñan con la destrucción de Israel—, y la extrema izquierda en donde coexisten las sobras de Avodá y Meretz.

Seamos honestos: Es una idea francamente irreal. Es probable que la aceptación de Yisrael Beitenu para colaborar con Gantz provoque que algunos árabes se retiren de la coalición (nótese que no son muy amables con Gantz, ya que lo consideran —y tienen mucho de razón— que es demasiado parecido a Netanyahu; tan simple como que es muy probable que Gantz fuese más duro con Hamás en Gaza, por lo que los diputados árabes no necesariamente lo van a apoyar); incluso, es probable que también gente de la extrema izquierda se rehúse a colaborar. Por ello hay que señalar que eso de que Gantz tiene 56 escaños es muy subjetivo. Es un cálculo demasiado amable y hasta ingenuo que da por sentado que los árabes le van a dar, incondicionalmente, sus 12 escaños.

Si Gantz fracasa en la integración del nuevo gobierno, Rivlin tendrá que darle la encomienda a Netanyahu, que entonces tendrá la ventaja de que el cartucho-Gantz estará completamente quemado. Podrá imponer condiciones, y si Lieberman está dispuesto a cumplir su promesa de no llevar al país a nuevas elecciones, tendrá que ceder.

La otra posibilidad es que, en principio, los grupos opuestos —Lieberman, árabes y extrema izquierda— acepten integrarse a un gobierno, y efectivamente Netanyahu quede fuera, aunque como líder de la oposición.

No se necesitan dos dedos de frente para saber que ese gobierno no va a durar. Será cuestión de tiempo (me atrevo a decir que meses; dudo que se llegue al año) para que alguien abandone la coalición, y me refiero otra vez a los extremos irreconciliables (Lieberman, árabes y extrema izquierda). El abandono de cualquiera tiraría al gobierno. Si la coalición en principio logra los 65 escaños, el retiro de Lieberman la reduciría a 58 o 57; el de los árabes, a 53; el de la extrema izquierda aliada a Meretz, a 60.

A todo ello hay que agregar que un amplio porcentaje de la población israelí (digamos que ese que no votó por Kajol-Laván o por los árabes) va a estar profundamente molesto de que los árabes sean parte del gobierno, y tengan acceso a información crucial.

El fracaso de este nuevo gobierno obligaría a reponer el proceso electoral, y Netanyahu podría presentarse con el discurso —bien fundamentado y comprobado por la realidad— de que ha sido un error darle el voto de confianza a Gantz y quienes lo apoyaron. Es decir, volverá a una nueva elección con las posibilidades de ganarlo todo.

Por eso calcula que se puede arriesgar, y supongo que sabe que Lieberman lo entiende (a fin de cuentas, son intransigentes, pero no tontos). Los dos deben tener muy en claro que darle el voto de confianza a Gantz es prácticamente lo mismo que convocar a nuevas elecciones, sólo que unos meses más adelante, cuando la próxima crisis estalle al interior del gobierno más bizarro que jamás haya tenido Israel.

¿Será por eso que Yevgeni Suba, uno de los cercanos a Lieberman, pronto se apresuró a decir que el supuesto apoyo de Lieberman a Gantz era un rumor infundado y que Yisrael Beiteinu todavía no decide a quién va a recomendar?

Este asunto está muy lejos de terminar. Todavía no den por resuelto este proceso electoral. Menos aún, todavía no consideren que Netanyahu está acabado, e incluso tengan sus dudas de que Lieberman es el hacedor de reyes.

Las cosas parecen ruleta, y pueden dar todos los giros posibles. Algo bastante normal en Israel, por cierto.

 

 

 

 

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