“Sufro por tu ausencia, por no tenerte, porque te extraño, por el vacío que me ha dejado tu partida, y sufro por mí… Me dueles y me duelo, me duele tu muerte y me duele mi vida sin ti… Duele el corazón, el cuerpo y el alma; porque, finalmente, lo que duele es vivir, vivir con su ausencia, vivir sin su presencia”.

 

Enlace Judío México e Israel.- Yizkor en Yom Kipur: cuando el recuerdo y la memoria invitan a la comunidad faltante a unirse a nosotros para compartir un momento sublime. Y el evocar al ser amado, transforma el lugar y da calor a nuestra vida. Cuando los recordamos, nuestra alma se afina para la melodía más profunda y sincera que nuestro corazón puede crear, una melodía suave y tierna. Cuando tu neshamá se funde con la neshamá de quien recuerdas.

 

RABINO MARCELO RITTNER

El momento de Yizkor es como abrir un baúl, en el que los objetos y las imágenes van apareciendo y vuelven a emocionarnos. Nuestro momento especial en un día colmado de emociones y nostalgia, recuerdos y consuelo.

Anoche, hijos e hijas volvieron a casa atraídos por la irresistible melodía de Kol Nidre, para buscar reencontrarse con Avinu Malkeinu, y con su propia historia personal. Hoy, en Yizcor en Yom Kipur, otros hijos llegan también a casa, para recrear este momento de amor y nostalgia.

Recordamos, pasamos por el corazón, un padre, una madre, tal vez ambos; un hijo, una hija, una esposa, un marido, una hermana, un hermano, abuelos, amigos, personas queridas que a pesar de su ausencia física siguen acompañándonos en el viaje de la vida. ¿A quién o quiénes llamas a tu lado en esta hora? ¿A quiénes abrazas con tu corazón en esta hora?

Yizcor en Yom Kipur es la búsqueda obligada del consuelo y de la sanación del alma en medio a la mayor oscuridad que hayamos sentido alguna vez, y que no es otra que la oscuridad del alma. En esta hora ustedes y yo nos alimentamos mutuamente en el ayuno del dolor, y buscamos rescatar las memorias que se transformaron en el ancla que nos mantiene vivos y conectados con un pasado que no queremos soltar.

¿Cómo aceptar tu muerte? ¿Cómo cerrar le herida que llevo en mi corazón? ¿Cómo vivir con el vacío de tu ausencia?

Desde el último Kipur, algunos seres queridos, algunos queridos amigos, han partido a su descanso eterno, y al hacerlo nos provocaron dolor, miedo, tristeza y lágrimas. Y los lloramos, porque llorar es una forma en que tus ojos hablan cuando tu boca no puede explicar qué tan roto está tu corazón.

La palabra Yizkor no es un sustantivo. Es un verbo que denota el acto de recordar, de recuperar la memoria, de pasar por el corazón. Como Dios nos recuerda en este día, también los recordamos y en nuestro dolor, buscamos consuelo en la bendición de la tradición, en el estar en comunidad y en volver a casa. Yizkor es nuestra llamada de atención que, si bien no podemos cambiar el pasado, sí podemos cambiar el futuro.

Y cada uno de quienes hoy recordamos nos piden tal como cantaba Coco en la hermosísima película: “Mantén vivo nuestro amor. Recuérdame porque pronto me habré ido. Recuérdame y que el amor que tenemos viva. Y sé que estoy contigo de la única manera en que puedo ser, así que hasta que vuelvas a estar en mis brazos, recuérdame”.

El acto de Yizkor no puede traer de vuelta a un ser querido ni puede hacernos completos una vez más. Y, sin embargo, el regalo de la memoria es nuestro si decidimos aceptarlo. Podemos por nuestro amor, aunque solo sea por un momento fugaz, avivar su presencia, en su ausencia.

¿Qué significa, en términos prácticos, decir que una madre, un padre, un hermano, una hermana, un hijo o un cónyuge vive a través de nosotros? ¿Cómo expresamos nuestra oportunidad de perpetuar los valores, los ideales, las tradiciones que nos heredaron nuestros seres queridos?

Uno de los aspectos más dolorosos de Yizkor es el sentimiento inevitable de las cosas que quedaron postergadas, la palabra, el agradecimiento, el abrazo, la llamada, la presencia. Los deberíamos y podríamos. Yizkor es nuestra llamada de atención que, si bien no podemos cambiar el pasado, podemos cambiar el futuro.

Quiero compartirles un bellísimo texto que me conmovió: Recientemente escuché a una madre y una hija en sus últimos momentos juntas en el aeropuerto. Ya habían anunciado la partida del vuelo. Paradas cerca de la puerta de seguridad, se abrazaron y la madre le dijo: “Te amo y te deseo lo suficiente“. La hija respondió: ‘Mamá, nuestra vida juntos ha sido más que suficiente. Tu amor es todo lo que siempre necesité. También te deseo lo suficiente, mamá”. Se besaron y la hija se fue.

La madre se acercó a la gran ventana para ver a su hija alejarse hasta desaparecer. Allí, donde estaba parada, pude ver que quería y necesitaba llorar. Traté de no entrometerme en su privacidad, pero me percibió y me preguntó: “¿Alguna vez le dijiste adiós a alguien que sabías que sería para siempre?”.

“Sí, lo hice —respondí—. Perdóname por preguntar, pero ¿por qué es un adiós para siempre?”. “Soy una persona mayor y ella vive muy lejos. Tengo desafíos por delante y la realidad es que el próximo viaje de regreso será para mi funeral”, dijo. Insistí: “Cuando decías adiós, te escuché decir: ‘Te deseo lo suficiente’. ¿Puedo preguntar qué significa eso?”.

Ella secó las lágrimas de su rostro y comenzó a sonreír. “Ese es un deseo que ha sido transmitido por generaciones. Mis padres solían decirlo a todos…”. Se detuvo un momento y levantó la vista como si tratara de recordarlo en detalle y sonrió aún más. “Cuando dijimos: ‘Te deseo lo suficiente’, queríamos que la otra persona tuviera una vida llena de suficientes cosas buenas para cargar en tu viaje por la vida…”.

Luego, volviéndose hacia mí, como si lo estuviera recitando de memoria, tomándome la mano y mirándome a los ojos, me dijo: “Te deseo suficiente sol para mantener tu actitud brillante, no importa cuán gris pueda parecer el día. Te deseo suficiente lluvia para apreciar aún más el sol. Te deseo suficiente felicidad para mantener tu espíritu vivo y eterno. Te deseo suficiente dolor para que incluso la más pequeña de las alegrías en la vida pueda parecer más grande. Te deseo la suficiente ganancia para satisfacer tus deseos. Te deseo una pérdida suficiente para apreciar todo lo que posees. Te deseo suficientes saludos para que pases el último adiós”. Luego volvió a llorar y se alejó.

Y este día quiero decirles algo más. Recitamos Yizkor para aquellos que han fallecido, pero ¿qué pasa con las cosas que mueren mientras estamos vivos? ¿Dónde está el Yizkor para las relaciones perdidas, para los sueños y amores que han muerto, para los borrosos recuerdos de la niñez, de los hogares rotos y las esperanzas abandonadas?

Vivimos una vida de pérdidas y no sabemos cómo lamentarnos. Para que este día y este momento tengan significado necesitamos recordar y abrazar también lo que está vivo, pero sin vida.

En esta hora de Yizkor, también “ellos” están entre nosotros y agradecemos que estamos todos juntos en casa. Pero en esta evocación, podemos abrir nuestros corazones y abrazar a las personas que nos rodean. Debemos compartir más tiempo con nuestros padres y abuelos, si tienes la bendición de que sean parte de tu vida. Debemos abrazar a nuestros hijos con más frecuencia, encontrar más oportunidades para reír y pasar tiempo “cara a cara” con nuestros hermanos, familia y amigos.

Lloremos por quienes están en su descanso eterno. Pero seamos capaces de ser agradecidos y no retrasemos compartir con quienes podemos celebrar la bendición de una presencia que aún continúa. No posterguemos el perdón, darlo o recibirlo, la palabra, el abrazo, la llamada, y evitemos algún día el arrepentimiento de no haberlo hecho. Porque la vida es frágil y sorpresiva es la muerte. Por ello, para que este momento sagrado de Izcor en Yom Kipur, tenga un genuino significado, debemos rescatar lo que dará más sentido a nuestra vida, al recuerdo y al perdón.

 “Mantén vivo nuestro amor. Recuérdame porque pronto me habré ido. Recuérdame, y que el amor que tenemos viva. Y sé que estoy contigo de la única manera en que puedo ser, así que hasta que vuelvas a estar en mis brazos, recuérdame”.

Los evocamos por el recuerdo, los abrazamos con el corazón y rezamos por ellos con el compromiso de que el amor siga siendo el puente que nos une. Tu neshamá y la mía. Y entre ellas la presencia de Dios.

 Te deseo que tengas suficientes recuerdos y suficiente amor al evocarlos y agradecerles mientras rezamos Yizcor…