Enlace Judío México e Israel.- Quiero comenzar confesándoles que pocos momentos me emocionan tanto como la hora de Neilá.

RABINO MARCELO RITTNER

Verlos llegar, llenar el templo, y hablamos más de 2000 personas, ken irbú, con un rúaj, con espiritualidad y sensibilidad, con idishkait, y naturalmente con suficientes alimentos como si fuéramos a salir ahora directo hacia Mitzraim y por 40 años en el desierto no hubiera comida, me conmueve. Taiere idishe mames, bobes, un abrazo especial, son geniales. Y lo hacemos rodeados de nuestros bisabuelos y bisabuelas, abuelos y abuelas, padres, hijos e hijas, nietos y nietas, y ¿por qué no?, bisnietas y bisnietos, estos, fáciles de reconocer. También juntos a quienes durante el día evocamos y recordamos, aquellos que nuestro corazón siempre busca. Rezamos como generaciones orgullosas de su historia colectiva, y agradecemos a Dios su amor. Y yo entre ustedes. Hoy son ya 35 años. Quisiera cubrirlos a todos con mi talit. ¡Tantas historias de vida compartidas!

“Ptaj lanu shaar”. “Oh Dios, ábrenos Tus puertas de misericordia, ahora que se cierran las puertas. Y aunque el día se extingue y el sol llegue a su ocaso, nosotros, Dios, permanecemos en Tu Santuario”. Shemá Koleinu. Escucha nuestra voz, Dios; escucha el susurro de mis súplicas. No nos abandones.

Una vez un gran barco navegó hacia el puerto de la ciudad. En la ladera cerca del mar, una multitud se había reunido para recibirlo. Entre ellos había un niño pequeño emocionado que saludaba al barco. Un adulto le preguntó al niño a quién saludaba. El niño respondió: “Estoy saludando al capitán del barco”. El hombre dijo: “¿Acaso crees que el capitán de un barco tan grande notaría a un niño tan pequeño como tú?” ” Estoy seguro de eso “, dijo el niño.” ¿Por qué? “, preguntó el adulto.” Ya ves “, dijo el niño, “el capitán del barco es mi padre “.

Hemos estado todo el día caminando a su encuentro seguros que Él escucha tus plegarias y reconoce tu neshamá. Metafóricamente saludándolo desde nuestro lugar, por que Él es Avinu, nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos.
Neilá. Los portones celestiales comienzan a cerrarse, pero nuestras plegarias llegan a Dios que nos juzga con jesed ve rajamim, misericordia y bondad. Cree en nosotros, cree en nuestra bondad, ve nuestras intenciones y perdona nuestros errores. Y les digo este año, podemos hacerlo mejor.

Hace pocos días en un programa en televisión, explicaba el punto de vista de que en el judaísmo no hay santos. Señalaba que en nuestra tradición hay tzadikim, personas anónimas que aseguran en cada generación la continuidad del mundo. Y explicaba que cada uno de nosotros tiene una chispa divina porque somos creados a imagen y semejanza de Dios. En nuestro complejo y turbulento mundo, debemos crear un judaísmo capaz de encender fuego en cada alma judía.

Hemos regresado a casa, cada uno con su historia, sus logros y fracasos, alegrías y tristezas. ¿Qué será mejor en ti? ¿Te acercaste a ti mismo a tu neshamá, a la de tus seres queridos? ¿Has podido trascender, crecer?

Quiero sugerirte una propuesta. No importa tu edad. Solamente importa tu actitud. Si tenemos una chispa divina en cada uno de nosotros, ¿por qué este año no nos esforzamos en imitar alguna de los atributos de nuestro Dios? ¿Por qué no dejamos guiar nuestras acciones viviendo con un corazón humano? ¿Dios te perdona? Bien, seamos capaces nosotros también de perdonar. ¿Él a ti, y tú, a aquellos que cargas en el rencor de tu vida y que hacen más lento tu viaje? ¿Puedo invitarlos a que desarrollemos la habilidad olvidada de vivir con más compasión y amor? Contigo mismo, con tu familia, con quien necesite de ti.

Te cuento algo como inspiración. Lo recibí el domingo por internet. Escucha: Un hombre joven se acerca a otro judío en una boda y le dice: “¿Me recuerdas?”. “No, no te recuerdo, ¿quién eres?”, le responde. El hombre joven se presenta y el hombre mayor le dice: “Ah! ¡Tú fuiste mi alumno en 3er grado! Pues ha pasado mucho tiempo, ¿cómo has estado? ¿A qué te dedicas?”.

El joven le dice: “Soy maestro”. Y el segundo dice: “Igual que yo! ¿Qué te inspiró a dedicarte a la enseñanza?”. “¡Fuiste tú quien me inspiró!”. “¿Cómo? ¿Cómo pude haberte inspirado yo? ¿Qué impacto tuve yo en tu vida?”.

El joven, emocionado, le responde: “Bueno, yo te cuento, pero estoy seguro de que tú sabes bien esta historia.

Un día llegó un amigo con un hermoso reloj de pulsera que sus padres le habían regalado. Yo moría por tener un reloj; soñaba con eso. Entonces decidí que se lo iba a robar. Mi amigo lo tenía en su bolsillo y se lo robé. Entonces el niño entró gritando a la clase: ¡Alguien robó mi reloj! Entonces el maestro advirtió a la clase: “Quien haya tomado el reloj de este niño, por favor devuélvalo”.

Yo estaba avergonzado y no quería devolverlo, así que no lo hice. Entonces tú fuiste a la puerta, la cerraste con llave y pediste que todos se pusieran de pie. Yo pensaba que este iba a ser uno de los momentos más humillantes de mi vida. Entonces tú dijiste: Quiero que se coloquen de cara a la pared y todos cierren sus ojos, todos deben tener sus ojos cerrados. Y tú fuiste uno por uno, revisando bolsillo por bolsillo, y llegaste a mí, encontraste el reloj, lo sacaste de mi bolsillo y seguiste revisando los bolsillos de los demás.

Cuando terminaste con todos nosotros, nos dijiste que abriéramos nuestros ojos, le devolviste el reloj a su dueño y nunca, nunca mencionaste ni revelaste este episodio. Y cuando pensé cómo tú salvaste mi dignidad ese día, en lugar de tratarme como un ladrón (ganef), un mentiroso, un niño despreciable, tú salvaste mi alma. Y no mencionaste una palabra de esto, no solo con el dueño del reloj, con nadie, ni siquiera conmigo. Fue algo que pasó, entendí el mensaje, y cuando lo pienso, siento: esto es un maestro, un verdadero educador, esto es lo que quiero ser en mi vida, quiero convertirme en un maestro.

El maestro, que escuchó toda la historia, dice: Wow, ¡que increíble! Y el joven le dice: Pero ¿en serio usted no se acuerda de esta historia? ¿Cuándo me vio y escuchó mi nombre, no recordó inmediatamente que yo robé el reloj, y lo que hizo para no avergonzarme? No sé, no sé; no recuerdo la historia, insistió el maestro. ¿Cómo no? Emes, la verdad es que no te recuerdo porque ¡yo también cerré los ojos!

¿Puedo pedirles que intentemos vivir 5780 con este espíritu, con esta actitud? ¿Que dejemos crecer en nuestro corazón, el sentimiento de perdón, de compasión, de amor por nosotros mismos y por los demás?

Podemos ser mejores, y sin saberlo, puedes ser una o uno que sostiene la existencia del mundo. No soy ingenuo. He visto milagros y he visto gente cambiar. ¡Créeme! Dios desea un corazón humano. Los conozco bien. Tú puedes hacerlo porque tienes esos atributos como hijo de Dios. Perdón, compasión y amor. Tú puedes estar más presente para los que te aman, para tu familia, para tu comunidad. Tú puedes escuchar a quienes te hablan sin el celular en la mano. Tú puedes abrazar y sonreír más. Tú puedes cerrar los ojos y dar una oportunidad sin saber cuánto estás influyendo con tu ejemplo. Yo sé que tú puedes.

Neilá, en poco tiempo nos levantaremos para rezar el Shemá Israel, nuestra afirmación de una vida de fe en nuestra tradición y valores. Y luego el sonido del Shofar nos dirá que el día terminó, que estamos listos para salir de esta casa al mundo afuera. Que pueda el sonido del shofar escuchar también tu determinación en que en 5780 darás lo mejor de ti.

Neilá, tanto para recordar, tanto para pasar por nuestro corazón… ¿Has crecido un poco? ¿Qué cambiará en tu vida? ¿Estás más cerca de ser la persona, la neshamá que Dios necesita que seas? Que nuestros hijos, que todos los hijos de Dios encuentren su camino a casa siempre, que nos rodeamos de amor y armonía, que podamos reencontrar nuestro equilibrio emocional, que seamos sellados en el libro de la vida y que sepamos aprovechar esta nueva oportunidad.

Gmar jatimá tová.