Enlace Judío México e Israel – Las manifestaciones que derrocaron al primer ministro tienen ahora como objetivo reformar el fallido sistema político de Beirut, en el que el grupo terrorista ha confiado para mantener el control.

AVI ISSACHAROFF

Se esperaba que el anuncio de la renuncia del primer ministro del Líbano Saad Hariri le agradara a Hezbolá. Después de todo, Hariri -hijo del ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado por emisarios de Hezbolá en 2005 – es un antiguo enemigo del grupo terrorista.

Pero en realidad, la dimisión, al igual que las protestas en todo el país que las provocaron, están causando un serio dolor de cabeza a los altos mandos de Hezbolá.

No es coincidencia que en su último discurso, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, se quejara de las manifestaciones y emitiera una amenaza implícita de movilizar a su personal “para evitar un vacío de liderazgo”.

Tampoco es coincidencia que se haya filmado a miembros de Hezbolá destruyendo tiendas de campaña de la protesta en Beirut, y golpeando a los manifestantes. Esta semana se produjeron violentos enfrentamientos similares entre los partidarios de Hezbolá y los manifestantes, que exigen el reemplazo no sólo del gobierno, sino también del sistema del régimen y de la actual división étnica de poder que está paralizando al país.

La respuesta negativa de Hezbolá a las protestas se debe principalmente a su temor de que los disturbios que asolan el Líbano desde el 17 de octubre crezcan aún más de manera descontrolada. La crítica a Hariri es una cosa, y es bienvenida en lo que respecta al grupo terrorista. Pero el cambio de sistema es otra, y podría causar graves tensiones entre los diferentes grupos étnicos y religiosos y potencialmente confrontaciones mucho más violentas.

Hezbolá prefiere el statu quo y el actual sistema. Se las arregla para gobernar el país incluso sin que sus miembros sirvan como primeros ministros o presidentes. Controla el ejército libanés a pesar de que el jefe de Estado Mayor es cristiano, y establece la política exterior e interna del país, al tiempo que aprovecha la división interreligiosa para mantener su poder.

Hace lo que quiere en todo el país, que incluye el desarrollo de uno de los mayores arsenales de cohetes del mundo y adopta de medidas para convertirlos en misiles de precisión mucho más peligrosos.

Una verdadera revolución en el sistema político del Líbano hundiría a la organización chiíta en un futuro desconocido, que podría ser beneficioso, pero el riesgo es demasiado alto en este momento.

El hecho de que cientos de miles de ciudadanos libaneses -de todos los grupos étnicos y religiones, incluidos los chiítas- hayan salido a las calles es una consecuencia directa de la difícil situación política y económica del país. Preservar el statu quo es lanzar al Líbano a la bancarrota.

Partidarios de Hezbolá queman tiendas de campaña de manifestantes antigubernamentales cerca del Palacio de Gobierno, en Beirut, Líbano, el 29 de octubre de 2019 (Foto AP/Hussein Malla).

Con un gran número de refugiados sirios, con un creciente desempleo que recuerda a lugares como la Franja de Gaza, con una deuda nacional en aumento y, sobre todo, con un sistema político paralizado, podrido y corrupto, el futuro del Líbano parece sombrío. Sin embargo, Hezbolá considera que es mejor gobernar ese país a apostar por un Líbano normal y funcional, con líderes que buscan el beneficio de todo el Estado en lugar de una secta o grupo específico.

La renuncia de Hariri no es una noticia especialmente importante. Ha dimitido en el pasado y Hezbolá acogió con satisfacción todas esas medidas. A través de los años ha regresado a su puesto y luego ha vuelto a renunciar.

Sin embargo, esta vez, ante la crisis social, política y económica, parece que la renuncia podría conducir a un caos total, e incluso Hezbolá no puede prever cómo terminará.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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