Enlace Judío México e Israel.- El encuentro casual del Dr. Pulido y el rabino Jaím Enrique Bejerano que acabó con cuatro siglos de separación y silencio.

El rabino Jaím Enrique Bejerano, z´´ l, nació en Stara Zagora en el año 1850, hijo de Moshe Bejarano y Kalo Baruch. Se crió con su abuelo materno en Palevna, donde se inició en el estudio de las Sagradas Escrituras.

A los 17 años ya era rabino en Rusjuk Varna, al tiempo que estudiaba inglés, francés, italiano y alemán, que completaría con el turco, árabe, hebreo, armenio, rumano, búlgaro y judeoespañol. Trabajó como profesor de hebreo en la escuela de la Alianza Israelita de Ruse. Y tras la muerte de su madre se instala en Bucarest, donde ejerció como dayyan (juez para asuntos relacionados con la religión) y como intérprete para el Ministerio de Asuntos Exteriores. En esa época tuvo relación con Isabel de Wied reina consorte de Rumanía, que apreciaba sus conocimientos en literatura y filosofía y que fue autora de varios trabajos literarios con el seudónimo de Carmen Sylva.

Su actividad intelectual rivalizó con su carrera religiosa. Fue uno de los fundadores de Hovevey Zion, una organización internacional creada en el Este de Europa para combatir la represión rusa sobre los judíos, que le llevó a tener relación por correspondencia con algunos de los más importantes impulsores del sionismo del final del XIX como Theodor Herzel, Max Nordow y Ben-Yehuda.

Haim (o Henri, como gustaban de llamarle los intelectuales occidentales) Bejarano (o Bedjarano, Bedjerano, Bidjarano y Bijarano, que así podemos encontrar escrito su apellido) era un enamorado y activo defensor de la cultura sefardita.

Habitual articulista en periódicos impresos en judeoespañol como Tiligrafo y El Tiempo, pero también en prensa española, entre 1903 y 1913 recopiló por escrito unos 3.600 refranes y proverbios habituales de los sefardíes.

El doctor Ángel Pulido Fernández nació en Madrid el 20 de febrero de 1852, en una familia humilde que regentaba una pequeña tienda de vinos en la calle Infantas. Tras estudiar en la Escuela Municipal de San Bartolomé, en las Escuelas Pías de San Antón y en el Instituto de Noviciado, realiza estudios de medicina en el Colegio de San Carlos. Se doctoró en medicina en 1873. Y en la vida, a la vera del Dr. Velasco, que proyectaba su Museo Antropológico, y de Emilio Castelar, presidente de la Primera República Española, que influyó en sus ideas políticas liberales y quien le dio a conocer el tema de los sefardíes (que él conocía a través de la actitud del partido liberal respecto al judaísmo (España y los judíos a fines del S XIX).

Ingresó en la Real Academia Nacional de Medicina en 1884; fue senador en las Cortes de la Restauración y subsecretario de Gobernación, además de vocal del Instituto de Reformas Sociales. El 24 de agosto de 1903, el Dr. Pulido y su esposa se embarcan en Belgrado en un vapor que los  llevaría por el Danubio hasta Orsova. La luz de la aurora sobre el Danubio, a pesar del frescor, les hace permanecer en cubierta. Cerca de ellos, hasta el extremo de que se puede oír lo que hablan, una pareja, de cierta edad madura y aspecto triste, llama su atención. Hablan un español distinto. Son judíos españoles, se dice Pulido. Y decide hablarles.

Ambos caballeros se presentaron y Pulido -así dice en el relato que escribió al respecto- se maravilló con los saberes antiguos y legendarios que tenía su interlocutor, rabí Jaím Enrique Bejerano.

En noviembre de ese mismo año, Pulido formuló en el Senado y ante el Ministro de Estado, la necesidad de proteger el idioma castellano en los países del Este; luego, escribió varios artículos, traducidos y publicados en varias lenguas. En abril sacó un libro, Los israelitas españoles y el idioma castellano, presentó en la Real Academia Española de la Lengua una proposición para nombrar a académicos correspondientes, durante un año recibió y contestó una docena de amplias cartas diarias en los que sefardíes de distintos puntos – de Londres a Tánger y de Jerusalén a Nueva York- contestaban a un formulario, con la gran ayuda social de doña Mika Alcalai, dama de la alta sociedad de Trieste, y en la RAE, de D. Ramón Menéndez Pidal, que se imbuyó en el estudio filólogico del Romancero Sefardí. Para 1905 salió el gran libro «Españoles sin patria y la raza sefardí», puesto en el Índice de Libros Prohibidos por un decreto del Santo Oficio el 7 de marzo de 1910.

Quedaba así instaurada una actitud diferente de España hacia los judíos que expulsó cuatro siglos antes, lo que se dio en llamar la ola del filo-sefardismo, creando a través del rey Alfonso XIII, en 1910, la Unión-Hispano-Hebrea para reconciliar a los sefardíes con España. En el Protectorado español de Marruecos se suscribieron 4.000. Con el patrocinio real se fundaron algunas escuelas para niños sefardíes en Marruecos, y en los Balcanes se dieron ayudas para cátedras de español.

Se creó también en estos tiempos una cátedra de hebreo para el profesor A. Shalom Yehuda, mientras en España se refugiaban de la Primera Guerra Mundial intelectuales como Max Nordau, acogido por Rafael Cansinos Assens y Carmen de Burgos o Gabriel Alomar hasta el extremo de fundar la comunidad judía de Madrid. En 1920, por iniciativa de Pulido fue fundada la Casa Universal de los Sefardíes, etc. España había encontrado a sus sefardíes.

 

 

Con información de: sfarad.es