Enlace Judío México e Israel.- Los asentamientos de Israel no son el obstáculo principal para la paz con los palestinos.

BRET STEPHENS

En las noticias de Medio Oriente de esta semana, el régimen iraní ha matado según se informa a más de 100 de su propio pueblo mientras intenta reprimir otra ola de manifestaciones nacionales. El Estado Islámico está sacando ventaja de la invasión del norte de Siria por parte de Turquía para reagruparse. Los gobiernos en Líbano e Irak siguen paralizados por el descontento popular. E Israel ha atacado docenas de objetivos cerca de Damasco después de interceptar cohetes iraníes disparados desde Siria.

Dentro de este matorral de problemas, Mike Pompeo anunció el lunes que el Departamento de Estado revertiría una opinión legal de 41 años que afirma que los asentamientos israelíes en la Margen Occidental eran inconsistentes con el derecho internacional. La decisión ha acumulado atención descomunal, como si fuera otro obstáculo trumpiano gratuito en el camino a la paz.

No lo es. Parafraseando a Ariana Grande, tenemos un problema menos sin ella. Yo raramente tengo algo positivo que decir acerca de la política exterior de Donald Trump, y su enfoque general del Medio Oriente es dañino y potencialmente desastroso para Estados Unidos e Israel por igual. Estados Unidos no puede dar la espalda a la región, como quisiera hacer Trump, e imaginar que el Medio Oriente devolverá el favor. E Israel no estará seguro en un mundo de “Estados Unidos Primero” en el cual aliados como los kurdos son traicionados caballerosamente y enemigos como Irán son confrontados sólo al azar.

Pero permítanme dar algún crédito a la administración: en lo que hace al conflicto israelí-palestino, al menos no está atascada en un túnel del tiempo, aferrándose a doctrinas canosas.

Entre esas doctrinas anticuadas: que el conflicto puede ser resuelto retornando al status quo anterior a 1967, o al menos a una aproximación a él. Que la paz entre Israel y los Estados árabes depende de entregar un Estado palestino. Y que la construcción de asentamientos es el obstáculo principal para la paz.

Esto son puras tonterías. La campaña panárabe para “liberar” Palestina comenzó dos décadas antes que Israel controlara una pulgada de Gaza o la Margen Occidental. Resolver la disputa territorial que surgió de la guerra de 1967 no hace nada por resolver las cuestiones existenciales que surgieron de la creación de Israel en 1948. Las relaciones con mucho del mundo árabe han prosperado en los últimos años, no por cuenta de algún progreso en el frente palestino, sino porque los Estados árabes ven a Israel como un aliado capaz contra un Irán imperialista.

En cuanto a los asentamientos, Israel retiró todos sus colonos y soldados de la Franja de Gaza en el 2005. El resultado fue más guerra, no menos. Lo que empezó como un momento de esperanza cayó rápidamente en una guerra civil palestina. Eso fue seguido por una victoria de Hamás, tres grandes guerras, e innumerables escaramuzas sangrientas. Ahora tenemos un limbo eterno en el cual los israelíes viven bajo constante amenaza, los gazatíes se irritan bajo una tiranía implacable, y grupos como la Yihad Islámica Palestina tienen en cierta forma los medios para adquirir y disparar cientos de cohetes a objetivos civiles israelíes.

Más allá de cualquier otra cosa que uno pueda decir de la administración, al menos entiende que sería peor que inútil demandar que los israelíes repitan el experimento en una escala mucho mayor. Revertir una opinión legalmente inestable que hace poco más que llevar la política estadounidense a un callejón sin salida no promueve los intereses de nadie, incluidos los de los palestinos.

Digo “legalmente inestable” porque nunca fue clara tan sólo en el territorio de quién ocupó presuntamente Israel cuando arrebató la Margen Occidental del control jordano en una guerra defensiva: los reclamos de Jordania al área no fueron reconocidos internacionalmente tampoco.

El punto más importante es que ningún progreso puede hacerse exhumando repetidamente un pasado cada vez más distante. Como un tema de principios, Israel necesita una solución de dos Estados porque no debe gobernar indefinidamente (ni siquiera indirectamente) a gente que no desea ser gobernada por Israel. Como un tema de supervivencia, Israel también requiere que un Estado palestino no tenga ni la ambición ni los medios para dedicarse a la destrucción final de Israel.

El problema central con el último medio siglo de campañas de paz fallidas ha sido la presunción fácil que satisfacer la necesidad de dos Estados finalmente cumpliría el requerimiento de la seguridad. La lección de la experiencia ha sido la opuesta. La falla de los palestinos y sus facilitadores internacionales en satisfacer ese requerimiento — o incluso fingir preocupación por ello — sólo ha hecho que la necesidad parezca poco más que una abstracción remota para la mayoría de los israelíes.

Esto presenta sus propios peligros. Tener un derecho de construir asentamientos es una cosa. Tener el derecho y ejercerlo sabiamente son cosas distintas. Un Israel sabio tiene que entender que tendrá que comprometerse con los palestinos en algún momento, en condiciones que hagan posible el compromiso.

El líder de la oposición, Benny Gantz, quien el miércoles no logró reunir una coalición gobernante, entiende esto. Benjamin Netanyahu, quien últimamente ha prometido anexar partes de la Margen Occidental, no. Estamos a un largo camino de saber cuál de ellos se volverá primer ministro.

En el interín, el fallo de la administración sobre los asentamientos quita algo de las telarañas debajo de las cuales se ha moldeado el pensamiento acerca del conflicto. Bien. La paz, si llega, no será el resultado de una solución diplomática, mucho menos como parte de una discusión legal por la Convención de Ginebra. Sucederá como una evolución cultural, en la cual una nueva generación de líderes palestinos se dedique a crear las instituciones de un Estado decente en vez de atacar las de su vecino; y en la cual los israelíes tengan la sabiduría de esperar a esos líderes, si es necesario durante décadas.

 

 

Fuente: The New York Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.