Enlace Judío México e Israel.- Boicotear a Israel y su pueblo sólo ha fortalecido a ambos, mientras hacía gran daño a los países árabes, y no menos a los palestinos. Por el bien de la región, ya es tiempo de seguir adelante a una era pos-boicot.

MOSTAFA EL-DESSOUKI Y EGLAL GHEITA

Allí es donde se propone ir el Consejo Árabe para la Integración Regional. El consejo se formó esta semana en Londres y está conformado de 32 actores cívicos de 15 países árabes, incluyéndonos. El consejo no es una organización gubernamental—los miembros incluyen jefes de ONGs, prominentes figuras mediáticas, clérigos musulmanes, e incluso músicos. Las únicas figuras políticas que asistieron fueron un ex ministro kuwaití de información y un ex legislador egipcio que también lidera un partido político allí. Sin importar la profesión, los reunidos abrazaron un espíritu de colaboración que no conoce fronteras y repudia la cultura de exclusión y demonización que ha causado estragos a lo largo del mundo árabe. Primero en nuestra lista está el boicot de generaciones a Israel y los israelíes.

El boicot evolucionó en etapas. A mediados del siglo XX, las élites árabes promulgaron políticas de exclusión contra 900,000 judíos indígenas de tierras árabes, culminando en su despojo y emigración forzada masiva. En la década de 1940, la represión interna evolucionó en una campaña árabe intergubernamental para tomar como blanco al joven país al cual huyeron la mayoría de estos judíos—Israel—a través del aislamiento político, cultural y económico. El objetivo era erradicarlos a ellos y a sus hermanos judíos europeos del área. Luego llegó una prohibición de todo involucramiento civil con los israelíes, incluso y especialmente en países nominalmente en paz con Israel.

La última repetición es impulsada en gran medida por extranjeros: El movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones se propone abrir una brecha entre los israelíes y sus socios globales. Cada boicot ha fallado en derrotar a los israelíes. En su lugar, la presión económica inspiró respuestas innovadoras que vigorizaron su economía y sociedad.

Pero permítannos contar las formas en que los boicots han dañado a las sociedades árabes. Ellas perdieron los beneficios económicos de formar sociedades con israelíes. El comercio podría proporcionar tecnología en desalinización para el Yemen seco o más inversión en Jordania, donde las tasas de desempleo son abrumadoras. El movimiento de exclusión impidió a los árabes resolver las tensiones entre israelíes y palestinos. Las facciones de línea dura de la “resistencia” tales como Hamás han gozado de apoyo de numerosas potencias, pero los palestinos esforzándose de forma justa y pacíficamente para crear instituciones para un futuro Estado, difícilmente pueden encontrar socios árabes. Tampoco han podido comerciar o formar contratos con los israelíes—lo cual los habría empoderado económicamente, y les habría dado alguna influencia para mover el área hacia la paz.

Peor aún, el boicot regional a Israel se volvió un molde para excluir y marginalizar a la oposición en el mundo árabe. Las divisiones étnicas y sectarias se endurecieron, apresurando la desintegración de Siria, Irak, Libia y Yemen.

Para reconstruir la región, debemos romper con esta historia trágica. Muchos de los medios y muchas de las instituciones políticas en el mundo árabe están librando una guerra discursiva contra la legitimidad de Israel en la mente del público. Para terminar los boicots a Israel, los que creen en la cooperación regional deben desafiar esa percepción con honestidad acerca de Israel e ideas constructivas acerca de nuestro futuro compartido.

Hay personas dispuestas a hacer precisamente eso. En nuestra reunión, el ex ministro de Información de Kuwait, Sami al-Nisf, llamó a un fin al pensamiento de suma cero que tipifica las actitudes del público hacia Israel en la región. El intelectual palestino Mohammed Dajani propuso un programa panárabe de graduados en educación para la paz. Ismail Sayyid Ahmed, de Sudán, llamó a emprender el dialogo organizado persona a persona para acercar más los árabes e israelíes. La activista femenina emiratí Maryam al-Ahmedi y el transmisor saudí Sakina Mushaykis instaron repeler la demonización de los judíos e Israel a través de los medios de comunicación, educación y colaboración cultural tal como producción conjunta de películas o festivales de música. Los delegados iraquíes, argelinos y tunecinos llamaron a reconectarse con los israelíes cuyas familias llegaron desde esos países.

Desafortunadamente, sentimos la ausencia de aquellos que fueron intimidados para no participar tan fuertemente como la presencia de los que se nos unieron. Poco antes de la conferencia, funcionarios egipcios advirtieron a muchos miembros del Consejo Árabe que no asistan. Eso es correcto: Egipto, un aliado de EE.UU formalmente en paz con Israel, trató de bloquear un paso hacia una paz más amplia. Comparen eso con la valentía de un clérigo libanés de Trípoli, quien hizo frente a la hegemonía iraní y el levantamiento masivo para unirse a nosotros, luego fue a casa y soportó la presión.

Dos valientes nacionales egipcios ignoraron las amenazas y vinieron también: el legislador egipcio Mohammed Anwar el-Sadat, un sobrino del fallecido presidente que compartía su nombre, y Ahmed Salim, director de programación política para el popular canal Sada El-Balad de la TV egipcia. En un discurso en la conferencia, Sadat llamó a la recuperación de la promesa perdida de la “paz entre los pueblos” egipcio-israelí.

La paz ha eludido a la región por generaciones. Pero estamos determinados a empujar la cooperación entre el mundo árabe e Israel, firmes en nuestra creencia que los beneficios de la colaboración deben reemplazar a los estragos de la exclusión.

 

*Mostafa el Dessouki es jefe de redacción de la revista panárabe Al-Majalla. Eglal Gheita es abogada. Ambos son miembros fundadores del Consejo Árabe para la Integración Regional.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México