Enlace Judío México e Israel.- Estimados amigos. Irán sin duda representa una grave amenaza para Israel, debido a la combinación de retórica peligrosa, como el llamado del ayatola Alí Jamenei para que sea “erradicado“, con la posibilidad real de que lo haga algún día, cuando tenga armas nucleares y los medios para actuar.

ANDRÉ MOUSSALI

El sistema de defensa de Israel ha creído, durante mucho tiempo, que para evitar el recurso de atacar los reactores de Irán, y para que la diplomacia tenga oportunidad de funcionar, primero debe estar sobre la mesa un disuasivo militar genuino, que haga que el régimen iraní reconsidere sus ambiciones nucleares.

Por esa razón, los funcionarios israelíes apoyaron directamente la decisión de la administración de Donald Trump de desplegar en los últimos días un grupo de ataque dentro del portaaviones USS Abraham Lincoln en el Golf Pérsico. Es un movimiento, creen, que transmite el mensaje a Irán de que existe un elemento disuasorio creíble. Pero si eso no logra convencer al gobierno de Teherán de cumplir con el acuerdo, o negociar uno nuevo, la fuerza militar podría ser la única opción que quede para tratar de impedir que obtenga armas nucleares.

Los iraníes deben recordar la lección de que Israel es el único país del mundo que ha logrado destruir con éxito dos reactores nucleares: el de Siria en 2007 y el de Irak en 1981. El ejército israelí no sólo ha mostrado su capacidad para llevar acabo tales operaciones, sino que el gobierno también ha demostrado su voluntad de usar la fuerza militar cuando concluye que se enfrenta a una amenaza de esa magnitud.

Para que Israel considere una acción preventiva contra el programa nuclear de otro país, se deben cumplir dos criterios: uno, que ese país debe ser su enemigo; y dos, que debe tener el potencial de considerar algún día el uso de un arma nuclear en su contra. Siria e Irak se ajustan a esos criterios; Irán también.

La diferencia es que los líderes iraníes aprendieron una lección clave de esos dos casos. El programa nuclear de Irán no se concentra en un blanco terrestre de superficie. Por ejemplo Natanz, la principal planta de enriquecimiento de uranio iraní, se construyó bajo tierra, donde está protegida contra los ataques aéreos convencionales. A pesar de ello, los planificadores militares israelíes confían en que su fuerza aérea puede causar daños
suficientes en esas instalaciones, para detener el programa nuclear. Israel no podrá destruir los conocimientos nucleares de Irán, pero el objetivo de un ataque sería inhabilitar su programa y luego trabajar con las potencias occidentales, para imponer sanciones severas que eviten su reconstitución.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, confía en su cálida relación con el presidente Trump para coordinar una respuesta a la nueva postura de Irán. Hoy, el ejército de Irán se jacta de que Israel está dentro del alcance de sus misiles balísticos de largo alcance, pero Estados Unidos no lo está.

Durante la última década, Israel y el Mossad han llevando a cabo una serie de asesinatos de expertos iraníes que trabajaban en el programa nuclear.

El 12 de enero de 2010, el profesor Massud Alimohamadi fue eliminado cuando se dirigía a su automóvil estacionado al lado de su casa en el norte de Teherán. El profesor, que era un destacado teórico iraní en las cuestiones del campo cuántico, fue eliminado cuando una bicicleta explotó de repente con tanta fuerza, que todas las ventanas del edificio donde vivía se hicieron añicos. Massud murió instantáneamente. El profesor era también una figura importante en el programa de investigación nuclear de la Guardia Revolucionaria Iraní.

Nueve meses después, el 29 de noviembre del mismo año, un físico cuántico llamado Majid Shahriari conducía a través de Teherán con su esposa, cuando varias motos se acercaron a él y uno de los conductores colocó una lapa explosiva en la puerta de su automóvil. La explosión mató a Shahriari.

La misma suerte corrió el profesor Ferew Dun Abasi, un destacado líder del programa de investigación nuclear de Irán. Abasi fue herido gravemente
en la cara y la mano el 23 de julio de 2011. Darioush Rezaeinnejad fue ultimado cuando dos motociclistas barbudos se detuvieron junto a él y abrieron fuego con pistolas 9 mm.

Seis meses después, el 11 de enero de 2012, casi en el aniversario del asesinato de Alimohamadi, una mina magnética adosada al auto de Mostafa Hamadi Roshan explotó y lo mató. Roshan, quien era experto en enriquecimiento de uranio, fue director adjunto en las instalaciones de Natanz, y había sido fotografiado junto a Mohamad Ahmadinejad, quien en ese momento era presidente de Irán.

Uno de los sicarios, que cayó de la motocicleta y fue capturado, confesó en la televisión pública que recibió entrenamiento y un pago de 120 mil dólares del Mossad, la agencia de espionaje Israelí. El mayo siguiente, fue colgado. Según los agentes iraníes, los sicarios habían recibido 45 días de entrenamiento en Israel y luego operaron en equipos multicelulares que habían espiado meticulosamente a sus víctimas, para determinar sus
rutinas y luego ejecutar los golpes según las instrucciones de los tutores israelíes.

En 2018 un artículo de Ronen Bergman, en “Político”, desplegó la historia más larga de esa campaña de asesinatos israelíes, identificándola como la quinta punta de una estrategia de cuatro partes ideada en 2003 por Tamir Pardo, quien luego se desempeñó como jefe adjunto del Mossad, bajo Meir Dagan. La idea era presionar a Irán para que abandonara su programa nuclear utilizando sanciones económicas, presión diplomática, apoyo a las minorías iraníes y grupos de oposición, e interdicción de tecnologías nucleares. Aunque la campaña involucró una estrecha cooperación con Estados Unidos, que colaboró para el desarrollo del virus informático Stuxnet, responsable de destruir cientos de centrifugadoras iraníes, sólo Israel participó en la planeación de los asesinatos, ya que la CIA no estaba dispuesta a involucrarse y prefirió no tomarlos en cuenta.

Bergman alega que la campaña fue efectiva para aterrorizar a los científicos iraníes y motivar a que muchos se disociaran del programa nuclear de Teherán; y también provocó que Irán instituyera medidas de seguridad costosas, y que consumieron mucho tiempo, para proteger a sus científicos e intentar eliminar a todos los traidores e informantes. En el relato de Bergman, Dagan, entonces jefe del Mossad, consideró que la iniciativa del premier Nethanyahu de atacar directamente los sitios nucleares iraníes desde el aire era “desastrosa”. Por ese motivo fue removido de su cargo y reemplazado por Yossi Cohen.

 

 

 

 

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