Enlace Judío México e Israel.- Se ha realizado una histórica sesión en el parlamento francés, en la cual se decidió que el antisionismo es lo mismo que antisemitismo. Es un tema que se le atraganta a muchos, pero no hay vuelta de hoja. Veamos por qué es indiscutible que ambos fenómenos sólo son dos caras de la milenaria judeofobia que sigue afectando a los grupos más retrógradas en Europa y el mundo entero.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

“No soy antisemita, sólo soy antisionista; es decir, no estoy en contra de los judíos, sino en contra de los crímenes del Estado de Israel”.

Es una frase que, creo, todos hemos escuchado muchas veces.

Pero resulta que “los crímenes del Estado de Israel” son sus acciones en defensa de sus ciudadanos atacados arteramente por los terroristas palestinos, o si no, simplemente cuentos y leyendas.

Quien asume una crítica de esta naturaleza es alguien que percibe a los terroristas palestinos, que lanzan cohetes y misiles contra la población civil israelí, como combatientes de una supuesta “resistencia”, y a los civiles israelíes como blancos legítimos de los ataques.

Este es el inicio de una madeja que se deshilacha fácilmente. Si se les cuestiona sobre cuáles son esos “crímenes del Estado sionista”, las respuestas obligadas son “el asesinato de miles (a veces dicen millones) de niños”, “el genocidio del pueblo palestino”, “la expulsión de los palestinos de sus tierras”, o “el Estado de apartheid que los sionistas imponen a los palestinos”.

Entonces uno puede seguir cuestionando.

Por ejemplo, pedir cifras exactas, fechas y eventos, en los que el Estado de Israel haya asesinado a miles de niños palestinos. O, por lo menos, las estadísticas que demuestren que, acumulados a lo largo de los años, van miles (o millones) de niños palestinos muertos.

Luego, uno puede pedir datos precisos, verificados y verificables, que confirmen que cierta área de todo ese territorio ha quedado “libre de árabes”, ya sea por exterminio o por expulsión, como para poder hablar de un genocidio (porque eso, y sólo eso, podría ser un genocidio).

Podemos seguir: Tras los desplazamientos de población —tanto judía como árabe— después de la guerra de 1948-1949 (iniciada y perdida por los árabes, por cierto…), ¿qué poblaciones palestinas fueron expulsadas o desplazadas de “sus territorios”?

Finalmente, hay que preguntar cómo el Estado judío puede imponerle a los palestinos un “Estado de apartheid” si este consiste en un gobierno que establece dos marcos legales diferentes (uno discriminatorio) a su propia población. Pero los palestinos no son gobernados por Israel, sino por Hamás o la Autoridad Palestina. A veces incluso hay que preguntarle a la persona si entiende y puede definir lo que es un “apartheid”.

Las respuestas pueden ser de lo más variadas, siempre en el estilo de “eso todo el mundo lo sabe…”, o “es que un palestino muerto ya es una tragedia…”, o “lo que a mí me indigna es el sufrimiento palestino…”.

Que son formas pretendidamente elegantes de decir “no sé, no tengo datos, en realidad estoy hablando de algo de lo que no tengo idea”.

Por supuesto, hay quienes han leído un poco más y se arriesgan a ofrecer datos. Pero el análisis riguroso de la información siempre da el mismo resultado: sus posturas son injustificables porque no existe ningún exterminio del pueblo palestino, no hay tal genocidio, no existe una sistemática expropiación de tierras, y no hay posibilidad alguna para que se dé un régimen de apartheid.

Al final del cuento, quienes tienen más información llegan al inevitable tema —la falacia primordial— de la necesidad de “acabar con la ocupación israelí”.

Es un argumento que resulta hasta gracioso, porque es la base de la postura palestina, pero es usado por los activistas pro-palestinos (especialmente si son judíos) con un significado completamente diferente al que usan los palestinos. Como si ellos, en pro de la causa, tuvieran derecho a cambiar el sentido de la consigna.

Y es que lo que los palestinos entienden por “acabar con la ocupación israelí” es de los más políticamente incorrecto. Es, de hecho, un proyecto genocida. Se trata, sin más ni menos, de destruir a Israel. En la concepción de esta gente, no existe la posibilidad de que los judíos tengamos nuestro propio Estado. No tenemos ningún derecho. No se nos puede hacer ninguna concesión.

Esa es la razón de fondo por la que todo lo que un sionista haga a favor de Israel (ya sea desde el activismo periodístico hasta la defensa militar de sus civiles) es un crimen.

Los hechos objetivos en materia de conflicto son estos:

1. No existe un genocidio palestino. En 1949 había en la zona alrededor de 700 mil árabes. Hoy, sumando los que hay en Israel y en los territorios palestinos, hay alrededor de 4 millones. Un genocidio es un exterminio (ya sea por asesinato o por expulsión), y es evidente que no estamos ante esa situación.

2. No existe una apropiación sistemática de “territorio palestino”. El momento de mayor expansión territorial de Israel fue en 1967. Desde entonces, Israel ha cedido el control de cada vez más territorio. Las zonas en conflicto y de las que se habla de una posible anexión son ínfimas en cuanto a extensión.

3. La cifra de víctimas mortales en el conflicto israelí-palestino desde 1979 es de alrededor de 40 o 45 mil, incluyendo a israelíes y judíos. Así que no existen “miles o millones de niños palestinos asesinados” (se contabiliza desde 1979 porque hasta ese entonces, el conflicto fue árabe-israelí; los enfrentamientos se centraron en los combatientes palestinos específicamente a partir de ese año).

4. Los palestinos tienen autoridades propias (Al Fatah y Hamás). Por lo tanto, están fuera de cualquier jurisdicción israelí, así que no es posible un estado de apartheid. Los árabes que viven dentro de Israel son israelíes, y están gobernados por las mismas leyes que el resto de la población.

En el fondo de todo el discurso pro-palestino está la convicción —o sensación visceral— de que los judíos no deberían tener nada.

Es eso. No otra cosa.

Por eso a los palestinos se les puede perdonar todo: bombas en restaurantes, activismo terrorista como el de Ahed Tamimi y su familia, misiles disparados contra la población civil israelí, y todo intento por boicotear la cultura y el deporte israelíes. En contraste, a Israel no se le debe tolerar nada, ni siquiera la defensa de sus civiles.

En los excesos de estupidez, funcionarios de la ONU han declarado que Israel debería proveer a los palestinos con sus sistemas de defensa militar; funcionarios de la Unión Europea han dicho que los terroristas islámicos del Estado Islámico incurren en la violencia “por su frustración a causa de la opresión israelí sobre los palestinos”; y en los organismos de la ONU asistimos cada año o cada mes a la exhibición más patética de estulticia, cuando por regla se recetan condenas oficiales contra Israel, y ni siquiera se habla de otros países donde el sufrimiento de la gente es insoportable.

Como extensión, en la lógica de esta gente el único judío bueno es el que se pone en contra de los demás judíos. Por eso siempre citan a gente como Noam Chomsky, como si fuera el gran argumento: “Chomsky está en contra de Israel…”. Sí, pero dice puras tonterías. Su indiscutible brillantez como lingüista es equiparable a su incompetencia en el análisis político (sobre todo si se trata de Medio Oriente).

En mi experiencia personal —que incluye debates con embajadores palestinos o altos mandos de las organizaciones palestinas latinoamericanas— he corroborado, una y otra vez, que no es una cuestión de argumentos, de datos, de hechos objetivos y verificables.

Cuando son confrontados con la imposibilidad de justificar sus posturas razonablemente, siempre se salen por la tangente del “es que los palestinos sufren…”, “es que yo siento que…”.

Y es correcto. Sienten, no piensen.

Es una cuestión de sentimientos, no de argumentos.

Y el sentimiento tiene un nombre: ANTISEMITISMO. Odio al judío.

Si estás dispuesto a defender una causa que ni siquiera conoces, y cuando te confrontan con los datos no los aceptas y te limitas a decir “es que yo siento que…”, es claro que tienes un prejuicio.

Y en este caso es muy fácil identificarlo: No quieres hacerle ninguna concesión al judío. Menos aún al judío que defiende a otros judíos.

Repito. Eso tiene un nombre: ANTISEMITISMO.

El antisionismo es antisemitismo por definición.

Y qué bien que el gobierno francés lo ha admitido.

 

 

 

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