Enlace Judío México e Israel – De nuevo la prensa y los análisis simplones y sesgados están provocando que la gente tenga una percepción distorsionada de las implicaciones que tuvo y tendrá el episodio entre Irán y Estados Unidos de este fin de semana.

A veces me sorprende y escandaliza la insistencia de la prensa mundial en analizar estos temas de un modo banal y, además, edulcorado con los sesgos ideológicos ya sea de tal o cual agencia de noticias, o de tal o cual analista.

El episodio entre Estados Unidos e Irán de este fin de semana nos lo demuestra de un modo bastante claro. En muchos medios noticiosos, las dos ideas generalizadas son que Estados Unidos fue el culpable del episodio (y específicamente Donald Trump), y que los iraníes saldaron el asunto con una importante victoria mediática.

Es sorprendente que no vean las cosas como realmente son.

Vamos por lo esencial: el culpable es Irán. Punto.

Desde hace cuarenta y un años, Irán tiene el programa imperialista más agresivo del mundo. Además, imperialista en el viejo estilo. Las grandes potencias “imperiales” como Estados Unidos, Rusia y China, hace mucho que entendieron que las guerras modernas ya no se aplican invadiendo grandes extensiones de territorio, sino ampliando sus redes comerciales de la manera más ventajosa posible. Acaso la única digresión a esta norma fueron los dos casos en los que Rusia ocupó militarmente territorio ucraniano y georgiano. De todos modos, fueron extensiones de territorio pequeñas.

Y es que la conquista territorial siempre es un proyecto caro, y la guerra moderna también está sujeta a las leyes del mercado. Por lo tanto, las potencias ya no están en la disposición de embarcarse en proyectos onerosos de conquista. Prefieren ir por alternativas que les hagan ganar dinero, no perderlo.

El régimen iraní no está enterado de esta evolución. Sigue anclado en los paradigmas medievales, y por ello —pese a su complicada, más bien desastrosa situación económica— su proyecto sigue siendo la conquista militar de territorio.

Ya lo hicieron en Siria, parte de Irak y Líbano, y ahora lo están tratando de hacer en Yemen. El objetivo es integrar una pinza que pueda rodear a sus dos enemigos principales: Israel y Arabia Saudita.

Para ello, Irán es la única nación imperialista que tiene un ejército de élite específicamente dedicado a las operaciones “exteriores”. Es decir, a conquistar territorio. Sus medios y estrategias pueden ser desde la movilización de tropas, como lo hemos visto en Siria o Irak, y hasta la integración de células terroristas, como sucede en muchos países del mundo.

El episodio de violencia reciente se dio a raíz de un ataque perpetrado por milicias iraquíes proiraníes, en el que murió un civil estadounidense.

El problema es que el mundo parece haberse acostumbrado a que la violencia iraní es normal. Si a eso se agrega el prejuicio antiestadounidense de los sectores progresistas y de izquierda, el resultado es simple: Irán puede agredir y amenazar a quien sea, pero no se le ocurra a Estados Unidos actuar (aunque sea una represalia por una acción previa de Irán o de los grupos vinculados a Irán) porque entonces Estados Unidos es quien desestabiliza la región, y Trump es un imprudente que quiere llevarnos a la guerra.

“Negociación”, “evitar la escalada”, “contención”, son los eternos consejos de la inútil comunidad europea. Siempre los dan, pero sólo después de que Irán y sus huestes han atacado o agredido. Los dan sólo para evitar que las naciones occidentales den sus respuestas, pero no tienen las agallas —o la intención— de imponer sanciones o medidas de control para limitar a Irán y obligarlo a renunciar a sus proyectos imperialistas.

Por eso el profundo desconcierto que hubo en el régimen iraní en estos días. Sucedió lo que nunca se imaginaron que podría suceder: Estados Unidos les respondió, y de un modo contundente, eliminando al poderoso Qasem Soleimani, segundo hombre al mando en el régimen de los ayatolas.

El resto de los eventos los conocemos: la furia iraní, las amenazas, el ataque con modestos cohetes Katyusha contra dos bases iraquíes que casi no tienen gente, el aviso previo al ataque para que iraquíes y estadounidenses se pusieran a salvo.

Un teatro diseñado para que el régimen pudiera decirle a sus fieles que “había cobrado venganza”.

Y ahí viene el otro derrape de la prensa y los medios: ahora resulta que Irán salió victorioso del episodio, o que por lo menos empató a los estadounidenses.

A ver. Vamos a ser fríos: Estados Unidos eliminó al segundo al mando en Irán. A Qasem Soleimani. Al jefe absoluto de las operaciones iraníes en el exterior (por ejemplo, al verdadero jefe de Hezbolá, para que se den una idea). Irán sólo destruyó algunos edificios pequeños en bases que están casi en desuso.

Se necesita estar perdido en la inmensidad del cosmos para creer que los iraníes derrotaron o, por lo menos, empataron con los estadounidenses.

La única realidad objetiva sobre el terreno es que Irán recibió un golpe durísimo del que no se va a recuperar, porque no existe en su estructura militar otro hombre con las capacidades de Qasem Soleimani.

Irán salió derrotado de todo eso. Su penosa exhibición de nulo poderío militar sólo enfatiza su derrota, y por eso Estados Unidos ha optado por no seguir con la vía militar, sino con la aplicación de más sanciones económicas. Porque sabe que la guerra ahora se rige por el mercado, cosa que los ayatolas todavía no entienden.

Tendrá que pasar mucho tiempo para que podamos evaluar las consecuencias de este fin de semana, pero bien podría ser un punto de inflexión, después del cual el régimen iraní se enfrente a su lento pero inevitable declive. Es un gobierno pobre queriendo conquistar el mundo porque sus líderes creen que así es la voluntad divina.

Mientras, todavía hay periodistas o cadenas noticiosas que les aplauden.

El día que el régimen colapse no van a entender qué pasó, y se limitarán a culpar de todo otra vez a los Estados Unidos, y seguramente también a Israel.

Esa es la ventaja cuando tienes nula capacidad de análisis. Ves al mundo como algo muy sencillo donde gente como Trump y Netanyahu son los culpables de todo. Pero a la hora de tratar de explicar las situaciones o prever lo que viene por delante, siempre te equivocas.

 

 


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