Estimados amigos

Bernie Sanders, el precandidato demócrata a la presidencia de EE.UU, ha declarado en varias ocasiones, “estoy orgulloso de ser judío”. Imagino que Sanders repite que es judío para convencerse a sí mismo de que es miembro de la comunidad judía de EE.UU. ¿Pero qué tan judío es Sanders? Es cosa de ver.

Aunque Sanders es hijo de un matrimonio integrado por sobrevivientes del Holocausto, en su vida personal no lo refleja. Es cierto que estuvo casado con una mujer judía, pero se divorció de ella para casarse con una mujer cristiana y adoptó a sus hijos como propios. Además tiene un hijo natural fuera del matrimonio.

Es laico y no se ha acercado a una sinagoga en gran parte de su vida, aunque vivió en un Kibutz de Hashomer Hatzair (comunista) durante unos meses. No cree en el sionismo, que es el movimiento judío de liberación nacional. Señala al gobierno de Benjamín Netanyahu como fanático y racista, y ha apoyado al “escuadrón”, formado por Rashida Tlaib, Ilhan Omar, Ayanna Presley y Alexandria Ocasio-Cortez del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel).

Si gana las elecciones, ¿qué sería del apoyo de EE.UU a Israel? Y, ¿en qué se convertiría el Partido Demócrata que representa Sanders?

Hay una similitud bastante grande entre lo que se ha convertido el Partido Demócrata, al cual los judíos han apoyado y del que han formado parte durante décadas, y el Partido Laborista de Gran Bretaña que hasta hace poco lideraba Jeremy Corbyn. Si, como parece probable ahora, Sanders gana la nominación demócrata, trasformará a su partido en una versión americanizada del laborismo británico. Al igual que los laboristas bajo Corbyn, los  demócratas bajo Sanders se convertirían en un partido antisemita que apoya el boicot a Israel y brinda un cálido apoyo a Irán, Hezbolá, Hamás y sus aliados y socios. Sanders y su Partido Demócrata rechazaría la moralidad del sionismo, tal como lo hizo Corbyn. El mismo Sanders ha dicho en numerosas ocasiones que ve a Corbyn como su gemelo en el extranjero, y que su visión para el Partido Demócrata es convertirlo en la versión del Partido Laborista en EE.UU.

En el caso de que el Partido Demócrata, que es abiertamente hostil al Estado judío y a sus partidarios judíos estadounidenses, recupere la Casa Blanca, Israel se vería obligado a tratar con Hamás en Gaza, que es el novio de la izquierda radical.

Esto nos hace recordar al presidente Dwight D. Eisenhower, cuando obligó al entonces primer ministro de Israel, David Ben Gurión, a retirar las fuerzas del ejército israelí de la península del Sinaí en 1956. Un eje central de la doctrina de seguridad nacional de Israel ha sido evitar ir a la guerra sin el apoyo de EE.UU. Un Partido Demócrata “corbynizado”, sin mencionar una Casa Blanca “corbynizada” no respaldaría ninguna operación militar en Gaza.

Israel se enfrentó a un dilema similar hace seis años. En la Operación Margen Protector, el primer ministro Benjamín Netanyahu, el jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, Benny Gantz, y el ministro de Defensa, Moshe Ya’alon, quedaron sorprendidos cuando el entonces secretario de Estado estadounidense, John Kerry, aceptó la demanda de alto al fuego de Hamás, presentada por sus representantes Turquía y Qatar.

Y luego se quedaron nuevamente atónitos, cuando en medio de la guerra el entonces presidente Barack Obama decidió prohibir los vuelos civiles al aeropuerto internacional Ben Gurión.

En aquel momento, Gantz no entendió las implicaciones estratégicas del comportamiento de la administración de Obama. Un año después, Gantz apoyó el acuerdo nuclear de 2015 que el gobierno estadounidense negoció con Irán, a pesar de que éste le garantizó a Teherán la adquisición de un arsenal nuclear en el término de una década, con todo y las inspecciones internacionales.

Netanyahu en cambio se dio cuenta de inmediato de lo que estaba sucediendo, y tomó medidas sin precedentes para obstaculizar los esfuerzos de la administración Obama para obligar a Israel a aceptar la demanda de alto al fuego de Hamás.

Para contrarrestar el eje Turquía-Qatar (países contrarios a Israel), Netanyahu se alió con Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Cuando el presidente egipcio Abdel Fatah El-Sissi exigió mediar entre Israel y Hamás, como había sido la práctica de Egipto durante décadas, el gobierno de Washington no pudo encontrar una excusa para negarle ese papel. Así, cuando El-Sissi rechazó las demandas de Hamás y abrazó las condiciones de Israel, fue el turno de Obama y el secretario Kerry de quedar desconcertados.

Paralelamente a esos esfuerzos y con el apoyo de senadores norteamericanos clave, Netanyahu trabajó con gobiernos amigos, particularmente el del conservador Stephen Harper, de Canadá, y el de Silvio Berlusconi, en Italia, para obligar a Obama a poner fin a su prohibición de los vuelos civiles al Aeropuerto Ben Gurión.

Netanyahu aseguró a las Fuerzas de Defensa de Israel y a los diplomáticos hacer lo necesario contra Gaza. Sus acciones fueron de alto riesgo. No podía hablar abiertamente sobre la profunda animosidad de la administración de Obama, porque al hacerlo corría el riesgo de desmoralizar al público e incluso infundir pánico. Tuvo que apoyar públicamente a Kerry, mientras éste trabajaba en nombre de Hamás contra Israel, para mantener abiertos los canales de comunicación y preservar las relaciones con los demócratas más solidarios.

 

 


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