Enlace Judío México e Israel – ¿Que tiene que ver la zona de asentamientos judíos en el centro de Europa, parte de Rusia imperial y Polonia, con la Isla Ellis en Nueva York y con la isla de Cuba donde se recibían a los migrantes que llegaban a la América soñada donde se haría una nueva vida?

ECO BEN YOJANÁN

Sucede que de Hungría salió uno de ellos: apodado John Long, o sea tal vez Tabuil, uno más de los judíos con herencia Cohen, que salió de Hungría para emigrar a la América de los sueños, en donde ya no habría más pogromos, los asesinatos y persecuciones masivas a los judíos asentados en el centro de Europa, donde hubo un problema serio. En la soñada América de los sueños de los migrantes, en Washington, alguien consideró que eran demasiados judíos y tendrían que limitar su ingreso para controlar cuántos iban a llegar. Y funcionó en parte.

Pero no contaban con el ingenio judío que ideó, tras la negativa a recibir más, que se fuesen a la isla de Cuba, y luego de allí ingresarlos como “cubanos”, sin la restricción de la cuota que habían decretado recibir en América.

Los pogromos se iniciaron en Rusia cuando la aristocracia gobernante en la era de los zares era tan inepta que sus errores se los achacaban a la población judía asentada en la Zona de Asentamiento. Así no se fijaban en su falta de capacidad en gobernar, y había un “chivo expiatorio” al que echarle la culpa. El colmo fue con el último zar, de quien el jefe de su Policía secreta inventó un libelo al que llamaron Los protocolos de los Sabios de Sión, donde inventan un complot judeomasónico para apoderarse del mundo, y esa difamación creció con el tiempo acabando en la Shoá.

A mi abuelo le tocó esa circunstancia, y fue de los activistas que hicieron lo necesario para ayudar la emigración de judíos a la América de los sueños, donde se harían ricos y no tendrían más pogromos donde los asesinasen, o los persiguieran por odios raciales o religiosos.

No sabemos con exactitud el nombre original del abuelo John Long/Juan Gómez. En efecto a cada inmigrante le pedían que dijese el nombre con el que se le registraba en la Isla Ellis, lugar de procesamiento de la gran cantidad que llegaban tras el sueño americano.

Lo que si logré saber de boca de su esposa, la abuela Florencia −madre de mi madre− es que el abuelo venía de Hungría, era muy guapo y alto, en contraste a ella que era más bien bajita, robusta, gruesa, muy buena cocinera, y le encantaba bailar la “polca”, que de niño me enseño en una ocasión en que la fui a visitar. Me enseñó los recuerdos del abuelo: asesinado en Little Rock, Arkansas, por un miembro del KKK, donde abogados, seguramente judíos de NY, llevaron ante la justicia al asesino y lo condenaron a prisión.

Creo que solamente esos buenos abogados eran capaces de lograr el milagro de que a un jerarca de los racistas supremacistas blancos WASP (protestantes-blancos-anglosajones) se le aplicara una condena por asesinato, cuando en los años 20 del siglo pasado esta organización perseguía a negros, judíos y mexicanos. Hay varias tesis sobre el tema de universidades americanas para dejar testimonio de esos años de desgracia para muchas víctimas.

Logré comprobar en el internet en el sitio de Ancestry los datos del abuelo: aparece con 3 viajes a Cuba, que a alguien discurrió, posiblemente la Agencia Judía, para llevar más judíos por arriba de la limitada cuota que el gobierno americano asignó a los judíos.

Aparece con viajes bajo el nombre de Juan Gómez, saliendo a Cuba y regresando de nuevo desde Filadelfia y Boston, y así su misión se cumplió en la vida corta que le cercenó un asesino racista.

No le puedo contestar a los rabinos que me preguntan si el abuelo era de persuasión “reformista” ya que mi madre era una pequeña niña de 4/5 años cuando lo asesinaron: lo que si vi fue una carta que mandó a Cerralvo Nuevo León, México, en un pésimo inglés, sobre la salud y bienestar de Gracia, mi madre tenida con la abuela Florencia, que tenía escasos años cuando quedó huérfana: una más de millares de huérfanos de ese terrible siglo pasado que recordamos los descendientes de los perseguidos y asesinados.

Hubo dos hijos más, Juan el mayor, le seguía mi madre y el menor Lalo-Gerardo.

La abuela conservaba la camiseta y camisa del abuelo. Lloraba cada vez que la sacaba del enorme baúl que tenía en un jacal en el poblado de Cerralvo, con 3 perforaciones de bala, y la camisa de lino blanco con sus tres perforaciones y sus respectivas manchas de sangre, de los disparos por la espalda del asesino. El llanto me indica el amor que le tuvo toda su vida, al que debió ser un hombre admirable y dedicado a su pueblo.

También lo conocí por una foto donde aparecía con la abuela en madera realzada y pintada a mano, como se hacía en esa era. Y precisamente su rostro me lo recordó muchos años después un sabio rabino de Israel que vino a México pidiendo fondos para su escuela rabínica en la vecindad de Jerusalén, por el enorme parecido entre este Jajam y mi abuelo. La diferencia es que el rabino era bajito contrastando con la estatura del abuelo, que era muy alto.

Guardo una foto de alguien muy parecido, para recordar a ese abuelo del que tomé el nombre cuando regresé a EE.UU. para obtener mi documento probatorio de judeidad, para entrar al programa iniciado por el famoso rabino Weinberg del “Outreach Program” con el fin de que los judíos asimilados regresáramos a la Torá, avalado por el Rebbe de Lubavitch, y que en mi caso lo aplicó un grupo de criptojudíos del sur de EE.UU. Pero esa es otra historia.


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