Enlace Judío –Querido hermano, querida hermana, ¡Shalom!¡No te rindas! ¡No te dejes vencer! ¡No cedas! ¡No aflojes! ¡No capitules! ¡No sucumbas! ¡No te doblegues! Ese fue el encargo que Moshé insufló a nuestros abuelos cuando debían cruzar el mar para salir de Mitzraim en el instante en el que sus ilusiones y esperanzas casi se esfumaron cuando vieron que el Ejército egipcio que los perseguía había cortado distancias. 

La Torá en Shemot 14:13-15 trae lo que Moshé le dijo al pueblo: “No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que .A. os otorgará en este día… El SEÑOR peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos”. Y en ese momento, el SEÑOR le dijo a Moshé: “¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha”. Al tener fe y avanzar, incluso yendo directamente hacia el mar, presenciaron el asombroso milagro de las aguas que se separaban ante sus ojos.

Estas palabras resuenan hoy como si nos las hubieran dicho directamente a todos quienes nos encontramos acosados por el enemigo infinitesimal e invisible que asuela a la humanidad toda, sin distinción.

En nuestras propias vidas, nos sentimos abrumados por luchas y deslices, por carencias y fracasos. En esos momentos nos parece que no tenemos salida. Pero, impensadamente, descubrimos que nuestra fe nos ayuda siempre a encontrar una escapatoria y nos permite sacar fuerzas de flaquezas, maximizando los exiguos recursos disponibles, cuando de lo poco que posees haces algo vigoroso para que te permita afrontar la situación.

En lugar de revolcarnos balbuceantes y azorados en nuestras dificultades, debemos seguir avanzando, paso a paso, incluso si no tenemos idea de cómo lograremos la solución. 

El éxito depende de .A. que le dijo a Moshé: “¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha”. Está en nuestras manos hacer lo que debemos, de la mejor manera que podamos, si nos ponemos en marcha.

Cada día es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad para superar desafíos. 

Nunca te rindas. 

Ninguna situación es tan desesperada como una nación esclavizada por cientos de años, con raciones medidas, separados los unos de los otros en un gran presidio que era más una jaula que una cárcel, corriendo el riesgo de ahogarnos, mientras nos perseguía un enemigo implacable.

Así como .A. nos liberó de la esclavitud, también Él puede liberarte de tus dificultades. 

Con fe en tu corazón, una oración en tus labios y una firme determinación, como los judíos que salieron de Egipto, podrás presenciar milagros y ver la libertad y la sanación.

Lo que tenemos que hacer es mucho menos que lo que hicieron nuestros antepasados: lavarnos muy bien las manos, evitar acercarnos a personas u objetos que nos pueda contagiar, aplicar las disposiciones de las autoridades sanitarias, elevar las plegarias al Todopoderoso para que ayude a los enfermos a curarse total y prontamente. Y prepararnos para salir de la estrechez de Mitzraim en la que nos encontramos.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.