SALOMÓN MICHAN

Un niño abordó un avión para viajar a NY. Llamando la atención de todos, sube al avión busca su asiento y se sienta al lado mío

Se veía un niño educado, seguro e inteligente. Me miró, sonrío y saco su libro para dibujar, a pesar de su corta edad no presentaba rasgos de ansiedad y nerviosismo.

El vuelo no fue bueno, hubo mucha turbulencia, pero el niño conservaba su serenidad. Entonces le pregunte:

—¿No tienes miedo?

Y me contestó:

—“No, ya que mi padre es el piloto”, y siguió en su libro.

A lo largo del camino nos encontraremos con sucesos que nos sacuden como en una turbulencia, habrá momentos que no sentiremos el terreno sólido y estaremos inseguros, en esos momentos recordemos quién es el piloto en nuestras vidas y no hay de qué preocuparse.

Y siempre que necesites que alguien te ayude medita esto: “mi padre es el piloto”.

 


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