Enlace Judío México e Israel – Ante la próxima salida de los encierros, Carol Perelman nos da una forma de poder evaluar los riesgos que se pueden presentar ante la pandemia de COVID-19.

Es evidente que por cierto periodo, al menos hasta que la mayoría de la población mundial haya tenido la enfermedad, exista un tratamiento contundente o una vacuna que la prevenga, tendremos que convivir con el nuevo coronavirus.

Para ello, hay que esperar pacientemente. Estoy convencida de que la comunidad científica va a lograr una cura y vacuna exitosas. Sin embargo, a pesar de estar a toda prisa, la ciencia tiene procesos rigurosos y metodologías sin atajos que garantizan efectividad y seguridad.

Por otro lado, el virus parará cuando no tenga a quien más infectar, pero esta situación, conocida como “inmunidad de rebaño” se alcanza solamente hasta que el 60-70% de la población haya ya sido contagiada. Y hasta ahora, a nivel mundial sabemos que cerca de cuatro y medio millones de personas han sido contagiadas, tan sólo el 0.06% de la población mundial.

Tampoco es sostenible tener hasta entonces detenidas las actividades educativas, culturales, económicas y productivas de la sociedad. Y menos si no es justificable seguirlas poniendo en pausa. Los epidemiólogos sugieren regresar a actividades de forma paulatina siempre que los nuevos casos confirmados de COVID-19 vayan en decremento por catorce días consecutivos y manteniendo una vigilancia estricta sobre ellos para monitorearlos y evitar que aumenten tanto para saturar los servicios de salud.

Algunos países están ya en eso. Unos abiertos como Nueva Zelanda, Israel, Alemania y Austria, otros en proceso como Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. En México, estamos unas semanas retrasados en la curva pandémica, por lo que tenemos la ventaja de poder mirar para aprender de los aciertos y los errores, mientras tanto, el debate y el discurso sobre ello, ya ha comenzado. Lo que sí, es que el común denominador para la nueva normalidad es el distanciamiento social, prácticas de higiene como el lavado frecuente de manos con agua y jabón por 20 segundos y el uso obligado de tapabocas. Idealmente también el monitoreo de casos, a través de pruebas diagnósticas y serológicas masivas, con la intención de rastrear casos y conocer la evolución de contagio por si tuvieran que instaurar de nuevo las medidas de mitigación. Hay países que hasta están revisando contenido viral en los drenajes.

Más temprano que tarde, comenzaremos nuestra fase de prueba y error. Muchos estamos nerviosos de tomar los primeros pasos hacia “afuera”. Qué tanto es tantito, ¿cómo hacerlo? Es mucho más sencillo cuando se vive en un mundo binario con instrucciones claras, de negros y blancos, de todo o nada. Cerrar todas las escuelas, salir solamente por comida, definir lo esencial. Dentro de la frustrante incertidumbre que nos ha arrojado la pandemia, al menos lo draconiano del enfoque nos daba un aparente control. Sabíamos qué sí y qué no. Cada quien asumió las medidas a su forma, acató los límites con claridad y vivió las semanas dentro de una certeza de cuatro paredes. Nos advirtieron que el precio de romperlas era muy alto, los que pudimos, nos portamos bien. Cuando no hay medias tintas no hay cabida a la equivocación. El liderazgo predominó, el miedo nos invadió y la sociedad se guardó. Pero el confinamiento esta por terminar, ¿cómo conducirnos con la mayor claridad y el menor riesgo?

Estamos cerca de tener que especializarnos en administración de riesgos con respuestas como “a veces”, “quizás”, “depende”. Dentro de esta nueva experiencia existirán variables que podemos usar a nuestro favor, para diseñar una guía inquebrantable. Si comprendemos los pormenores podremos triunfar a pesar de que la pandemia no haya acabado, porque no ha terminado. Finalmente lo que requerimos ahora es saber malabarear los distintos tonos de gris de la forma más prudente; recuperar la confianza necesaria para seguir avante a la vez que procuramos nuestra integridad y la de quienes nos rodean. Debemos desarrollar un sexto sentido fundado en la información, la ciencia y los hechos. Aquí el instructivo de Carol Perelman.

Instructivo

Sabemos que lo que tenemos que evitar es el contacto con el virus SARS-CoV-2, del cual sabemos algo pero aún no todo. Adiestrarnos para esquivarlo a toda costa. Aún no sabemos mucho sobre él, pero lo que sí conocemos debemos entenderlo a profundidad.

Para entenderlo seguiremos las coordenadas de IPERCODOTE. Se analizará cómo el virus se Inactiva, dónde PERmanece, cómo ocurre el COntagio, qué DOsis y Tiempo de Exposición debemos controlar. Este es el mapa de Carol Perelman para navegar en la nueva normalidad.

Inactivación

Debido a que el nuevo coronavirus es un virus envuelto en una capa de grasas con fragmentos de proteínas, se sabe que los productos con alcohol etílico, isopropanol, ácido cítrico, cloro, agua oxigenada, jabones y detergentes son capaces de inactivarlos. Importante saber cuánto, cómo y dónde, pero úsalos. Muchas páginas oficiales como la de la Secretaría de Salud y el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) indican las concentraciones ideales para desinfectar las superficies. Es importante recalcar que para lavar las manos, la ropa y los alimentos se debe usar solamente agua y jabón. Así que tener algunas de estas sustancias a la mano es importante como escudo protector. Para deshacer al enemigo.

NOTA al margen: Fundamental advertir que ninguno de estos productos debe tomarse con la esperanza de prevenir o resolver la infección. Desafortunadamente existen videos de pseudociencia que promueven consumir cloro, alcohol y otros productos químicos sumamente tóxicos, nocivos para la salud. No hay evidencia alguna que su ingesta inactive al virus; al contrario, tiene efectos adversos. Son productos exclusivo de limpieza de superficies inertes, no para uso en animales, plantas o humanos.

Permanencia

Para que exista un contagio debemos entender dónde puede estar el virus y por cuánto tiempo. Dos artículos publicados en revistas científicas hicieron experimentos sobre la permanencia del virus en distintas superficies. El del New England Journal of Medicine encontró que a 21-23°C de temperatura y 40 por ciento de humedad relativa (condiciones fundamentales de considerar), el virus era viable por 72 horas en plástico, 48 horas en acero inoxidable, 24 horas en cartón y 4 horas en cobre. Por su parte, el de Lancet encontró que a 22°C y 65 por ciento de humedad relativa el virus permanecía con actividad 4 días en cristal, 3 horas en el papel, 2 días en la tela y hasta 7 días en la parte externa de un cubrebocas. Además, el nuevo coronavirus podría quedar hasta 14 días en temperaturas de 4°C (refrigerador) y 5 minutos a 70°C (microondas, estufa, horno).

Esto qué significa

Estos experimentos, si bien son válidos para las condiciones precisas que los autores mantuvieron controladas en el laboratorio, pueden ser una guía sugerente que con prudencia podemos considerar para nuestra cotidianidad. Con estos resultados podemos confiar en que seguramente el coronavirus es inactivado en temperaturas altas, por lo que ante la duda, es mejor comer comida caliente que fría. También tendríamos que asumir mejores prácticas de limpieza en superficies como plástico, cristal y acero inoxidable. Claro que la ropa al igual que el cubrebocas debe ser lavado constantemente. De preferencia tirar con cada uso un tapabocas es desechable. Lo que sí es que constantemente hay que lavar con jabón las superficies de mayor contacto como es el volante de un coche, las manijas de las puertas, jaladeras de cajones y botones del elevador.

Contagio

Respecto al contagio existen varias aristas. Por un lado, está la probabilidad que tenemos de estar en contacto con el virus y dependerá de cuánta gente está a nuestro alrededor (recuerda que por cada persona con síntomas de COVID-19 hay aproximadamente cinco asintomáticos, que lo tienen y no lo saben). Por ello, es fundamental respetar la sana distancia siempre. Vamos a asumir que quien se hace una prueba y sabe que lo tiene se encuentra responsablemente aislado.

Cuando la cantidad de nuevos casos confirmados diarios va disminuyendo significa que la velocidad de transmisión se ha ido frenando. Esta velocidad, que se conoce en epidemiología como R idealmente debe de llegar a tener un valor igual o menor a uno. Es decir, que cada persona que tenga el virus contagie a una o menos de una persona, encogiendo la población infectada. De lograrse, es evidencia de que las medidas de confinamiento fueron exitosas. Para mantener la R en valores bajos, seguiremos con el distanciamiento social, sin eventos masivos que restauren las cadenas de propagación. Países como Alemania, que tienen un alto nivel de muestreo conocen con precisión el valor de R, pudiendo tomar mejores decisiones. Cuando esto es empírico, debemos comportarnos como si tuviéramos el virus de forma asintomática.

Sin embargo, la variable que dictará realmente nuestro comportamiento se concentra en un tema personal, individual. En cómo podría ser nuestra experiencia de contagiarnos según las condiciones de salud que poseemos. Es obligación estimar las probabilidades de que cursemos un COVID-19 de forma leve, crítica o severa. No hay una predicción absoluta, pero hasta el momento se ha encontrado que entre mayor la edad, mayor la letalidad del virus, y que este se incrementa sustancialmente con factores como el índice de masa corporal y la diabetes, así como otras enfermedades crónicas. También se ha visto mayor letalidad entre minorías y principalmente en hombres. Así que fundamental que cada uno de nosotros conozca su factor de riesgo personal antes de salir, probabilístico. Claro que han habido casos puntuales de niños muy graves con COVID-19, adultos jóvenes sin condiciones previas que han fallecido y también historias de éxito de gente mayor que lo sobrevive, siempre hay excepciones a las reglas. Pero es importante conocer las tendencias estadísticas que muestran predilección del virus con edad, en personas con índice de masa corporal arriba de 30, con diabetes, que pertenezca a una minoría étnica y ser hombre. Son factores que pueden funcionar juntos o separados, importantes de reconocer. Termino recordando lo que el director de la Organización Mundial de la Salud comentó respecto a los jóvenes: “no se crean invencibles”. Nadie lo somos. Finalmente todos, por ser seres humanos somos igualmente susceptibles al virus; lo que cambia es como nos va ante él.

Por otro lado, sabiendo que es un virus respiratorio, que se transmite en gotas de aerosol al cantar, hablar, estornudar o toser, incluso al respirar, debemos evitar tener al descubierto ojos, boca y nariz, las vías de entrada, y usar caretas y tapabocas. Un estudio del Instituto Weizmann hecho en torno al Ébola, encontró que nos tocamos la cara en promedio 23 veces cada hora. Tener el equipo personal proyectivo nos hará más conscientes de dónde colocamos las manos y obviamente lavarlas antes de llevarlas a nuestra cara, a la del virus.

Por último, al ser un virus que viaja en microgotas, es importante considerar el aire en el que estamos. No podemos vivir en burbujas, pero si podemos ser conscientes del flujo de aire en nuestros lugares de trabajo, de estudio, de estancia. La Asociación de Ingenieros de Calefacciones y Aires Acondicionados de Estados Unidos (ASHRAE) emitió un manual con recomendaciones para prevenir la propagación de COVID-19. Estudios sobre contagios que ocurrieron en un coro de iglesia en Estados Unidos y en un call center en Corea del Sur apoyan esta teoría. Para ello, explicaré lo sucedido en un restaurante en Guangzhou, China el 24 de enero. Tres familias comieron al mismo tiempo en el restaurante, dos familias completamente sanas y una tercera, recién llegada de Wuhan, con una persona que desarrolló síntomas al día siguiente. Al cabo de una semana, acabaron contagiados no solo los miembros de la familia del paciente, sino también aquellos individuos de las otras dos familias que estaban sentados justamente donde cruzaba la corriente de aire acondicionado del restaurante, que también pasaba por el individuo enfermo. En conclusión, sí importa dónde te sientas.

Dosis y tiempo de exposición

Para que un virus logre una infección se requiere una dosis mínima, una cantidad de partículas virales viables a la que somos expuestos. Según el virus es la cantidad, depende de su capacidad de infección, de su virulencia. Tal cual con un medicamento, para que tenga efecto necesitas una cierta dosis. Aún no se tienen estudios que confirmen la carga que requerimos de SARS-CoV-2 para enfermarnos, pero varios han hecho estimaciones. El microbiólogo Willem van Schaik cree que debe ser menor a la requerida por MERS, que es de 10,000 partículas. En experimentos con roedores tan solo cientos de partículas del nuevo coronavirus fueron suficientes. Aunque los científicos siguen buscando la cantidad mínima requerida para causar infección, y esto es importante: los ciudadanos comunes no saldremos a la calle con nuestro microscopio electrónico para contar con cuantas partículas nos encontramos a diario. Más bien nos es fundamental saber que entre menos virus recolectemos en el día será mejor, menos probabilidad de infectarnos. Incluso se piensa que entre mayor la carga viral, es más severo el COVID-19. En conclusión, trata de enfrentarte a la menor cantidad de virus. La dosis si importa, menos es mejor.

Para controlar la cantidad de virus al que estamos expuestos debemos considerar que obviamente hay lugares más contaminados: como un bar con poca ventilación, un elevador con mucha gente, un avión sobrevendido, un baño público, una sala de emergencias de hospital. Y lugares menos contaminados como un parque abierto, una oficina amplia y un cine con pocas butacas. Sin embargo, no solo es la cantidad, sino también el tiempo que estamos en ellos. El objetivo es no llegar a la carga viral mínima para SARS-CoV-2, estimada en 1,000 partículas. Es decir, podemos estar poco tiempo en el metro, mediano tiempo con un conductor de taxi o mucho tiempo solos en una bicicleta o coche propio. Convivir poco tiempo en un centro médico saturado, mediano tiempo en una clase frontal, mucho tiempo en un restaurante abierto.

La clave es cuánta gente hay, cuánto tiempo estamos, cuánto virus habrá, qué tan limpio y ventilado está el lugar. La idea es evitar sumar dosis en cierto tiempo. Piensa que eres un pequeño Pacman que transita en un videojuego, pero aquí gana el que atrapa menos bolitas. La situación extrema es no moverse, que el Pacman no avance, así ganamos todos. Pero recuerda, vamos a comenzar a salir. Así que busca tu mejor estrategia.

En conclusión

Evalúa y reflexiona sobre tu IPERCODOTE personal, familiar y de tu entorno de estudio y trabajo, incluso de esparcimiento. Espero sea una guía que te ayude a escoger el tono de gris en el cual vivir con tranquilidad, sabiendo que tu administración de riesgo lo haces de forma responsable, con información y conocimiento. La ciencia no sabe aún todo sobre el coronavirus, pero sí nos arroja buenos puntos cardinales para orientarnos en el plan de salida.

Como comentó en la revista JAMA Donald Berwick del Institute of Health Improvement, en estas etapas iniciales del regreso a la nueva normalidad post-COVID-19, más vale dejar de hacer predicciones y arrojar alternativas; la pandemia habla de cambios en el ritmo, en estándares, en condiciones de trabajo, en proximidad, en preparación y en equidad.

En resumen, mantente alerta y adecúate para tener un buen manejo de IPERCODOTE, para apropiártelo y ser experto en cómo Inactivar al virus, en detectar dónde Permanece, en evitar el Contagio, disminuyendo la Dosis y controlando el Tiempo de Exposición. Es tu guía para salir a la segura.