Enlace Judío México e Israel – Para responder a esta pregunta, primero tenemos que remontarnos a la historia, para dejar claros algunos conceptos que, a mi parecer, nos llevarán a concluir que las decisiones que toma el Estado de Israel, ya sea internos o externos, ya sean nacionales o internacionales, se miden con una vara diferente a la que se utiliza para medir las acciones y reacciones de cualquier otro país del orbe.

MIRIAM WEISSBERG SZCLAR

Empezaré por definir la palabra Palestina, pues no podemos ocultar que actualmente, en el Medio Oriente, es el término que más ruido nos causa. La palabra Palestina viene del griego Palestaine que quiere decir sitio de los filisteos.

Si tenemos que hablar de una fecha histórica en la que se dio el nombre de Palestina a los territorios ocupados en ese entonces por los romanos, este nombre se remonta al año 135 EC, cuando los imperialistas deciden eliminar el nombre de Judea, por los grandes conflictos que tenían para gobernar a los judíos. En aquel momento, después de sofocar varias rebeliones judías, el Imperio Romano eliminó el reino romano de Judea, dando lugar al de Syria Palestinae, cuyo territorio comprendía lo que hoy se conoce como Siria, Jordania, Israel, Líbano y Chipre.  Se calcula que más de 6 millones de personas vivían en el reino, incluidos 2 millones de judíos.

Con el fracaso final de las Cruzadas en la zona, diversos sultanes y dinastías gobernaron estos territorios, hasta que en el siglo XVI fueron conquistados por el Imperio Otomano. No sólo permaneció una población judía en esos territorios, sino que aumentó debido a la expulsión, durante casi 10 siglos, de judíos de sus respectivos países en Europa, que emigraron a Palestina, bajo el dominio otomano.

Para el siglo XX, esos territorios fueron pasando a manos de la Gran Bretaña. 

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, llamada entonces, la Gran Guerra, que duró de 1914 a 1918, se creó la Sociedad de Naciones, también conocida como la Liga de las Naciones, como resultado del Tratado de Versalles en 1919, organismo internacional cuyo principal objetivo era mantener la paz internacional.

Una de las decisiones tomadas por este nuevo organismo internacional, fue el otorgarle oficialmente a la Gran Bretaña, en 1922, el mandato sobre los territorios que abarcaban lo que hoy es Israel, Jordania y los territorios actualmente llamados palestinos.

Gran Bretaña separó, casi inmediatamente, la zona jordana creando Transjordania, bajo el gobierno de Abdalá I. Este Gobierno central se estableció en 1921 y fue en 1922 que este territorio se hizo conocido como el Emirato de Transjordania, que recibió la plena autonomía, en 1929. En 1946, el Emirato logró la independencia de los británicos y en 1952, el país cambió su nombre por el de Reino Hachemita de Jordania. Y, en 1948 surge el término Cisjordania, nombre que perduró hasta 1967. La denominación Cisjordania se extiende como concepto geopolítico que permitía diferenciarlo de Transjordania (más allá del Jordán), es decir, lo que actualmente se conoce como Jordania. Transjordania cambió oficialmente el nombre del país en 1950, al anexionar en un solo Estado ambos lados del Jordán –Cisjordania y Transjordania-, algo que, sin embargo, no fue reconocido por la comunidad internacional, quedando en disputa entre judíos y árabes, el territorio del actual Estado y los hoy llamados territorios palestinos. Antes de la creación del Estado de Israel, en 1948, todos los pobladores eran palestinos –judíos, árabes, cristianos-, ya que así se llamaba el territorio bajo el Mandato británico.

Durante la Guerra de independencia de Israel, en 1948, la parte occidental de Jerusalén se mantuvo en poder de Israel, mientras que Jerusalén Este (incluyendo la Ciudad Vieja) era controlada por la Legión Árabe de Transjordania. La contienda llegó a su fin con la firma de los Acuerdos de Armisticio de 1949.

Al  tomar la ciudad, los 2,000 habitantes del Barrio Judío de la Ciudad Vieja fueron expulsados en masa cuando la Legión Árabe la ocupó el 28 de mayo de 1948. Dos días después, la Sinagoga Hurva, construida originalmente en 1701, fue volada por las tropas árabes.​ Todas, menos una de las cincuenta y tres casas de culto judío que existían en la Ciudad Vieja fueron destruidas. Las sinagogas fueron destruidas o saqueadas y despojados sus interiores para ser utilizados como gallineros o establos y el barrio judío fue prácticamente demolido. El antiguo cementerio judío en el Monte de los Olivos fue profanado, y sus lápidas y tumbas se utilizaron para la construcción y pavimentación de caminos, o como letrinas de las casas jordanas.​ Tras la total expulsión de los judíos, Jordania también destruyó las aldeas judías de Atarot y Neve Yaakov, al norte de la ciudad. El comandante jordano que lideró la operación informó a sus superiores:

“Por primera vez en 1000 años no queda un solo judío en el barrio judío. Ni un solo edificio se mantiene intacto. Esto hace que el retorno de los judíos aquí sea imposible”.

Que yo sepa, ningún país, ningún organismo internacional, alzaron su voz para defender los derechos humanos de los judíos víctimas de estos hechos.

Jerusalén Este absorbió algunos refugiados procedentes de los barrios árabes de Jerusalén occidental, que quedaron bajo dominio israelí, estableciéndose en las casas y áreas previamente judías de la ciudad.​

Durante los 19 años de dominio jordano, Jerusalén Este perdió en gran parte su importancia, ya que dejó de ser una ciudad capital, sumado esto con la pérdida de su vínculo con la costa hizo disminuir su papel como centro comercial. Incluso se produjo un descenso de población, con la consecuencia de que sus comerciantes y administraciones se desplazaron a Amán. Durante la década de 1960 sus lugares sagrados atrajeron a un creciente número de peregrinos, pero a los israelíes de todas las religiones no se les permitió el ingreso a Jerusalén Este. No hay que olvidar que es en esta zona donde están los Lugares Santos tanto de los judíos como de los cristianos y musulmanes.

El “esquema Kendall” fue encargado por el gobierno de Jordania en 1966 para unir Jerusalén oriental con las poblaciones circundantes, para convertirse en un área metropolitana. Este plan finalmente no se llevó a cabo, ya que la ciudad fue reunificada definitivamente por Israel, al año siguiente, como resultado de la Guerra de los Seis Días.

Al contrario de intentar establecer un Estado árabe independiente en Judea y Samaria, el 24 de abril de 1950, Jordania anexó formalmente Jerusalén Oriental y Cisjordania, dando automáticamente a todos sus residentes la ciudadanía jordana. La medida formaba parte de la política expansionista de Jordania denominada “Plan de la Gran Siria”. El Reino Unido y Pakistán reconocieron formalmente esa anexión, y de facto fue en el caso de Jerusalén Oriental. El 12 de junio, la Liga Árabe aprobó la anexión catalogándola como “medida temporal y práctica” y que Jordania poseía el territorio como un “administrador” en espera de una futura solución. La “solución” llegó el 27 de julio de 1953, cuando el rey Hussein de Jordania anunció que Jerusalén Este era la capital alternativa del Reino Hachemita y que forma parte integral e inseparablede Jordania. Reafirmando esta declaración, en 1960 declaró a Jerusalén su segunda capital. Y en junio de 1967 sucede un hecho que cambiaría la situación, lo que se conoce como la guerra de los Seis Días.

Este evento bélico, que no fue el primero ni será el último, en el conflicto palestino israelí,  es muy importante, porque desde mi punto de vista, le dio un mayor peso y, diría yo, legitimidad, a dos términos: pueblo palestino, o, simplemente palestinos, entendiendo que estos son los refugiados que abandonaron sus hogares, y sus descendientes, cuando se creó el Estado de Israel, y por otro lado, al término territorios palestinos ocupados.

La guerra de los Seis Días –también conocida como guerra de junio de 1967 en la historiografía árabe- fue un conflicto bélico que enfrentó a Israel con una coalición árabe formada por la República Árabe Unida, denominación oficial de Egipto por entonces, Jordania, Irak y Siria, entre el 5 y el 10 de junio de 1967.

Tras la exigencia egipcia a la ONU de que retirase de forma casi inmediata sus fuerzas de interposición en el Sinaí (UNEF), el despliegue de fuerzas egipcias en la frontera israelí y el bloqueo de los estrechos de Tirán, Israel, temiendo un ataque inminente, lanzó un ataque contra la fuerza aérea egipcia. Jordania respondió atacando las ciudades israelíes de Jerusalén y Netanya. Al finalizar la guerra, que, como mencioné duró 6 días, Israel había conquistado la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (incluyendo la Ciudad Vieja) y los Altos del Golán. Y, a este respecto, es importante mencionar que efectivamente, ocupó estos lugares conquistados, pero que estos territorios eran de Siria, Jordania y Egipto. Y, sin embargo, desde ese momento se ha acusado a Israel de ocupar territorios palestinos, cuando no pertenecían a los palestinos, es más, el término “ocupados” es incorrecto, porque únicamente un país ocupa a otro país, y no existe hasta la fecha un Estado palestino. El término correcto, como lo menciona David Mandel, es “territorios en disputa”.

Desde que la OLP fue admitida en las Naciones Unidas, se ha afirmado que el pueblo palestino tiene derecho a un Estado propio y que Israel se ha opuesto sistemáticamente a esta propuesta, acusándosele de imperialista, ocupacionista e intransigente por no aceptar la creación de un Estado palestino. Lo que nadie dice, aunque se sabe, es que la
pretensión de las autoridades palestinas, si es que quisiera que existiera un Estado palestino, es que su Estado incluya el territorio que actualmente ocupa Israel, con Jerusalén como capital y que Tel Aviv y Haifa sean su frontera con el mar Mediterráneo. Israel sostiene que mientras no exista el reconocimiento de su existencia, y que se insista en la destrucción del Estado judío, no hay posibilidad de diálogo.

En el 2005, en forma unilateral, Israel le cedió a los Palestinos, para que tuvieran una autonomía, los territorios de Cisjordania, que incluyen a Samaria y Judea, así como la Franja de Gaza y que, como se mencionó anteriormente, desde 2007 está siendo gobernada por Hamás y, por ello, se han dado toda una serie de conflictos bélicos, consecuencia del consistente ataque que han llevado a cabo contra Israel. Tampoco se menciona que en gran parte de Judea y Samaria existen asentamientos judíos desde hace muchos años, y precisamente es a estos judíos que se les ha construido viviendas y toda una infraestructura para que vivan decentemente, igual como lo ha hecho el gobierno israelí, con los árabes que radican en territorio israelí.

Esta decisión unilateral israelí, no mereció ningún reconocimiento internacional. Ningún país se cuestionó o bien, opinó que Israel había tomado una decisión importante a favor de los palestinos, aún al enorme costo que significó para el Estado israelí. La esperanza del gobierno sionista era que los líderes palestinos, ante esta actitud positiva de Israel, aceptaran sentarse a negociar un acuerdo de paz, que, por supuesto, llevaría a la creación de un Estado palestino, lo cual, es innecesario decirlo, no ha sucedido.

El conflicto se ha mantenido. Y la actitud internacional, también. Nadie menciona las atrocidades de Hamás, pero en todos los medios de comunicación constantemente aparecen víctimas palestinas de las fuerzas armadas de Israel.

Y, como corolario, aparece Mr. Donald Trump, quien decide que la Embajada de Estados Unidos cambie su residencia de Tel Aviv a Jerusalén, dando a Israel, el reconocimiento de que la capital del Estado es Jerusalén. Otra incongruencia internacional. A ningún país se le ha cuestionado dónde decide que esté su capital, es decir, dónde se establecerán los poderes legislativos, judiciales y ejecutivos. A ningún país, repito, pero sí a Israel. Jerusalén, de facto, se convirtió en la capital del Estado de Israel, al reunificarse en 1967, con absoluto apoyo jurídico del derecho internacional, pero para el mundo, el derecho internacional no existe, cuando se trata del Estado judío.

Y termino respondiendo a la pregunta que encabeza este artículo. Así como Israel se ganó el derecho de que su capital Jerusalén, esté unida, así también, unilateralmente, tiene el derecho de decidir que las partes de Judea y Samaria que considera que deben regresar a ser territorio israelí, lo sean. No están anexándose territorios indebidamente, a la mala. Están recuperando lo que siempre les ha pertenecido, aunque todos, europeos, asiáticos, africanos, latinoamericanos, no quieran aceptarlo.

Si la consecuencia de esta decisión disgusta a la mayoría y por ello amenazan con todo tipo de acciones, pues será un reto más que tendrá que afrontar este país que, desde 1948, ha tenido que hacerlo ¿Por qué? ¡Porque es un asunto de sobrevivencia y de respeto que nadie, repito, nadie tiene el derecho ni histórico, ni jurídico, ni ético, ni religioso de impedírselo!


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