Enlace Judío México e Israel – La fidelidad es la unión de dos personas que se comprometen a unirse y mantener su promesa a través del tiempo.

La infidelidad es el incumplimiento del compromiso. Este compromiso puede ser de tipo moral, religioso o legal y quienes lo violan, pueden ser castigados dependiendo de las normas del lugar donde vivan.

El séptimo mandamiento de la Torá es “LÓ Tinaf”, No cometerás adulterio. Adulterio se entiende como sinónimo de infidelidad y es el tener relaciones sexuales con una mujer casada. Era severamente castigado en tiempos bíblicos entre el pueblo judío.

En la Torá se encuentran muchas referencias al adulterio, desde el Génesis donde dice que es “pecar contra Dios” y, de hecho, se castigaba con la muerte (Levítico 18: 20, 22, 29)

Hay pocas menciones de adulterio propiciado por hombres, ya que la poligamia masculina era normal, pero dos de ellas son especialmente escabrosas.

La primera es el episodio de Rubén, el primogénito de Jacobo: “Y aconteció que mientras Israel moraba en aquella tierra, Rubén fue y se acostó con Bilha, concubina de su padre; y él lo supo”. Esto le costó los derechos de progenitura, que Jacobo le dio a José. Rubén fue exonerado muchos años después por Moisés.

El otro caso es el del Rey David y Betsabé. David veía desde su terraza a Betsabé cuando se bañaba y empezó a desearla hasta que tuvieron relaciones y quedó embarazada. Ella estaba casada con Urías, uno de los mejores soldados del ejercito del rey. David lo mandó al frente de batalla, con la instrucción de que lo dejaran solo frente el enemigo para que lo mataran, lo que así sucedió.

Por esto, Natán, el profeta se presentó ante él para hacerle saber que su acción había desagradado a Dios y que por haber matado a Urías con la espada (del enemigo), la espada no se apartaría de su familia. Y así fue. El hijo que tuvo con Betsabé murió a los siete días y Absalon, el hijo que le sucedería en el trono mató a su hermano por haber violado a su hermana.

David se arrepintió profundamente y después, él y Betsabé engendraron a Salomón, quien fue su sucesor.

Según la Torá, el adulterio se castigaba con la lapidación, mientras que el Talmud lo sanciona con el ahorcamiento.

A las mujeres sospechosas de adulterio que hubieran sido previamente advertidas por el marido, se les aplicaba la Ordalía de las aguas amargas. La supuesta adúltera era llevada al Templo y frente al Tabernáculo, el sacerdote preparaba una poción con agua, tierra del piso del templo y un escrito que decía “”si no ha dormido contigo ninguno y si no te has descarriado, contaminándote y siendo infiel a tu maride, indemne seas del agua amarga de la maldición; pero si te descarriaste y fuiste infiel a tu marido, contaminándote y durmiendo con otro, hágate Dios maldición y execración en medio de tu pueblo y séquense tus muslos e hínchese tu vientre, entre esta agua de maldición en tus entrañas para hacer que tu vientre se hinche y se pudran tus muslos”.

La mujer debía tomar la poción. Si no era culpable, quedaba ilesa. De otra manera, sufría el castigo.

Pero, a pesar de las prohibiciones y sanciones divinas y terrenales y de las consecuencias dramáticas y casi siempre irreparables que trae consigo la infidelidad, esta ha prevalecido a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Hace algunos años se publicó el resultado de una encuesta informal en Estados Unidos que mostraba que más del 25% de las mujeres encuestadas admitían haber tenido relaciones extramaritales, así como casi el 50% de los hombres.

A raíz de la popularización de las pruebas de ADN a bajo costo, se confirma lo que los médicos decían saber de siempre, que aproximadamente ¡el 30% de las personas, no son hijos de quien creen que es su padre! ¡Casi uno de cada 3 es producto de una infidelidad!

¿Cuál es la razón de esto?

Psicólogos, sociólogos, sexólogos y filósofos proponen muchas posibles causas; Insatisfacción de cualquier tipo con la pareja, aburrimiento, necesidad de autoafirmación o atención, curiosidad, de atención, venganza y aún hay quien dice que es una manera de soportar un matrimonio que ya fracasó, por miedo a terminarlo, aunque a la larga, es prolongar la agonía

Proust decía que “una inyección de celos es la única cosa capaz de rescatar una relación de pareja arruinada por la rutina” y Alejandro Dumas que “El matrimonio es una cadena tan pesada que hace falta dos para cargarla, y a veces, tres”

Pero la infidelidad también tiene raíces biológicas muy profundas. Desde el punto de vista genético, casi ninguna especie animal, incluyendo a los humanos, esta diseñada para ser monógama. Las parejas de recién casados no planean engañarse y expresan remordimiento después de cometer una infidelidad, pero, en muchos matrimonios, se rompen las promesas hechas.

Lejos de ser una creación cultural, la infidelidad persiste a pesar de reglamentaciones sociales muy estrictas que llegan hasta la pena de muerte, mutilación y humillación pública. Sin embargo, el adulterio sucede en todas las sociedades, ricas y pobres, demócratas o dictatoriales y de cualquier religión.

Para entender la infidelidad tenemos que entender el matrimonio. Los hombres y las mujeres persiguen las mismas metas genéticas, por diferentes medios. En la negociación romántica, el hombre ofrece cosas como tiempo, compromiso, cuidados y manutención. Las mujeres ofrecen tiempo, compromiso, cuidados y la promesa de fertilidad. Ambas partes quieren lo que el otro ofrece. Visto fríamente, desde el punto de vista genético, el matrimonio es un intercambio.

La infidelidad es un intento, básicamente subconsciente de una de las partes, de mejorar su posición en el intercambio matrimonial. La mujer infiel busca mejores genes para sus crías y/o mejores parejas. El hombre infiel busca fertilidad adicional y/o mejores parejas. Todo esto con el fin biológico de preservar y mejorar la especie.

Las cuatro principales causas de divorcio son: Fertilidad, Fidelidad, Dinero y Sexo. En la mayoría de las sociedades, las parejas con hijos tienen una menor proporción de divorcios que las que no los tienen.

La infidelidad es aún más importante que la fertilidad. En un estudio de 160 sociedades humanas, esta fue la principal causa de divorcios.

Las cuestiones sexuales también contribuyen de manera importante. Los divorcios que ocurren pocos años después del matrimonio permiten a los individuos buscar parejas más afines mientras son todavía fértiles.

La posibilidad de reproducción del hombre aumenta con sexo fuera del matrimonio. Generalmente, los hombres no son infieles como un medio para terminar su matrimonio. La mayoría se describen como “felizmente casados”

Las estadísticas muestran que los hombres son más infieles entre los cuarenta y los sesenta años. Casi la tercera parte de su vida sexual en ese período es con otras mujeres, no con la esposa.

Mientras tanto, las mujeres son infieles por lo que esperan de su intercambio matrimonial; buenos genes y compromiso. Al ser infieles, aumentan uno o los dos de estos aspectos. Por eso las mujeres son mucho más selectivas en sus infidelidades. En ocasiones, no van a encontrar las dos características en una sola persona.

Se ha encontrado que la época en la que la mujer es más propensa a ser infiel es en los cuatro días alrededor de su ovulación. Esto, aunque no estén conscientes de que están ovulando. También, es menos común que utilicen métodos anticonceptivos con el amante que con el marido.

Entonces, si el condicionamiento genético que permitió la preservación de la especie humana es tan poderoso, ¿Cómo podemos fortalecer nuestra relaciones románticas?

Casi todos los humanos manifestamos el deseo de ser monógamos y hay muchos que lo son. La infidelidad es una falta de cumplimiento de nuestro “contrato” matrimonial. Para evitar sufrimiento, debemos enfocarnos en hacer de nuestra relación un arreglo agradable.

Paso 1.- Para un acuerdo mutuamente satisfactorio tenemos que hacer lo que prometimos hacer. Escoger pasar tiempo con alguien es una fuerte señal de deseo y compromiso. Un esposo que mantiene un flujo constante de atenciones afirma sus votos matrimoniales. Las mujeres también deben tener atenciones con su marido, pero la mejor es sexo entusiasta.

Lo que caracteriza a los amantes en los primeros días de la relación es la cantidad de tiempo que se dedican uno al otro. Ningún esfuerzo es demasiado grande para organizar un encuentro, ninguna actividad es ridícula.

Los nuevos amantes se escuchan y pasan fines de semana en la cama. Por eso se sienten tan deseados por el otro. No hay que considerar este comportamiento como caprichoso o impráctico. Estas parejas están armando los términos de un arreglo mutuamente satisfactorio. Y hay que imitarlos.

Paso 2.- No hay que hacer lo que prometimos NO hacer. Lo más efectivo para poner en riesgo una relación es incumplir el arreglo fundamental. La mujer prometió paternidad al hombre, por lo que cualquier acto sexual con otro va a cimbrar los cimientos de la relación. El hombre prometió dedicar su energía a la relación, por lo que el desvió de atención y recursos a otra mujer es la mayor traición.

La tentaciones a las que nos enfrentamos todos están profundamente arraigadas en los genes de nuestros corazones y de nuestras mentes. Ambos debemos tomar medidas para enfrentar a estos genes malvados.

Finalmente, debemos continuar mejorando personalmente como una vía para mejorar nuestras relaciones.

Imagina a tu pareja en una fiesta, encantada/o con esa persona interesante, ingeniosa, vibrante que tiene enfrente. Esa persona, ¿eres tú? En algún momento lo fuiste. Mientras sigamos siendo interesantes, no va a haber conflicto entre nuestra monogamia y nuestros tercos genes provocadores de infidelidad.


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