Enlace Judío México e Israel –  Es claro que en marzo, cuando las escuelas cerraron repentinamente, dejando a más de 1,600 millones de niños fuera de las aulas, no había un plan maestro, ni una estrategia clara de cómo concluir el semestre.

En ese entonces, era una decisión urgente, necesaria, repentina, que mostró la resiliencia de los alumnos y la grandiosa vocación de los educadores. Sin embargo, este experimento forzado arrojó hallazgos interesantes a considerar hacia el nuevo comienzo de clases, que aunados al mejor entendimiento que tenemos del COVID-19, nos da algunas herramientas para tomar decisiones hacia la reapertura de los colegios. Incluso, la experiencia de otros países, que han vuelto ya a los salones, son también útiles para aprender de los aciertos y no repetir los errores. 

Sin embargo, en el caminito de la escuela, como lo cantaba Cri-Cri, aún hay algunos componentes que no nos han quedado suficientemente claros y requieren mejor estudio. Especialmente sobre el papel de los niños en la transmisión del virus. Así que vale la pena colocar en una especie de matriz todos los ingredientes a considerar, para vislumbrar los factores del tentativo regreso a clases.

Para analizar estas complejas decisiones usaré, tal cual como en los salones escolares, una matriz de letras y números, mi ABC de escuela segura y los diez temas a considerar para el regreso a clases:

  • Aclarar que el distanciamiento social, el lavado de manos constante y el uso correcto del cubrebocas son hasta ahora las únicas estrategias de prevención de COVID-19.
  • Buscar información actualizada sobre el estado de los contagios a nivel local. La situación epidemiológica del entorno comunitario tiene un impacto directo en el riesgo de contagio escolar. Es recomendable que los colegios mantengan un canal de comunicación abierto con las autoridades y los especialistas de centros de salud. 
  • Contar con protocolos internos. La escuela debe designar a una persona como “responsable COVID-19” que funja de enlace entre padres, personal y alumnos, para aclarar dudas, concentrar información importante, hacer rastreo de contactos, y hacer anuncios oficiales. Incluso, deben de ser conocidos por todos los protocolos ante el hallazgo de un posible caso positivo de COVID-19 en el colegio y designar un espacio para mantenerlo aislado de forma segura.
  • Designar cuáles grupos escolares requieren ser prioritarios para recibir clases presenciales. Ya sea para evitar lagunas que a largo plazo son difíciles de rescatar (como niños en etapa de aprendizaje de lecto-escritura) o por algún otro motivo que el colegio considere y darles prioridad en la toma de decisiones. No se debe tratar de la misma forma a los niños de edad preescolar, de primaria, secundaria y preparatoria. Incluso a los que tienen necesidades especiales. “Personalizar” las decisiones.
  • Escuela flexible. La comunidad escolar debe entender que este otoño-invierno será aún más complejo en términos de la evolución de la epidemia, con posibles aumentos de casos de COVID-19 que obliguen a regresar a los encierros, o entrar en cuarentenas para ciertos grupos escolares por posibles contactos, por lo que debe imperar la flexibilidad. Estar preparados para que las clases se tornen repentinamente a remotas, híbridas o presenciales.
  • Faltas justificadas. Los colegios deben promover que quienes se sienten mal tengan la posibilidad de faltar a clases sin ninguna consecuencia. Tanto el personal, como los estudiantes, deben de saber que esta vez, las faltas están justificadas. Siempre. Esto, si bien no es una medida habitual, en el caso de la pandemia es fundamental para prevenir brotes. Preferimos que falten y tomen clase remota a que pongan en riesgo la continuidad del plan escolar. Incluso, entender que habrán familias que prefieran tomar clases en línea por proteger a algún familiar de alto riesgo.
  • Guardianes sociales. Ante el cierre de las escuelas en primavera, se hizo evidente que los beneficios que proveen los colegios van más allá del aprendizaje. El colegio es proveedor de apoyo psicológico, de “guardería” para padres que requieren trabajar y no pueden dejar niños solos en casa, de un espacio social seguro, de convivencia y construcción de relaciones humanas, y para algunos niños, un lugar espacio y su única fuente de alimento. Es importante entender todas las dimensiones que este segundo hogar funge en la vida de los estudiantes hacia la prioridad que debemos darle para sí lograr su reapertura de forma segura.
  1. El papel de los niños en la transmisión. Por un lado, hoy sabemos que a pesar de que algunos pocos niños han presentado el síndrome de inflamación sistémica similar a Kawasaki, los niños tienen menor riesgo que los adultos a desarrollar la enfermedad de COVID-19, y que cuando lo hacen, sus síntomas son leves. Sin embargo, aún no se ha comprendido por completo el papel que juegan en su propagación. Estudios recientes expuestos en un comentario en la revista Pediatrics, por Benjamin Lee y William Raszka, encontraron que en especial los niños pequeños no fungen un papel importante como transmisiores del virus, aparentemente, la mayoría de los niños que han estado enfermos de COVID-19 no contagiaron ni a otros niños ni a los adultos con los que convivieron. Más bien son los adultos los que posiblemente contagiaron el virus a estos niños. Estos hallazgos son interesantes, pero aún no conclusivos. Por otro lado, al parecer, los adolescentes sí juegan un papel más importante en la cadena de contagio, aún tampoco confirmado. Y aunque el esclarecimiento de este tema es fundamental para el regreso a clases, aún no se cuenta con suficiente evidencia para hacer declaraciones con mayor certidumbre. Tenemos que seguir asumiendo que todos somos igualmente susceptibles y también propagadores.
  2. El personal adulto de los colegios. Por su parte, los colegios cuentan con una gran proporción de adultos que podrían estar en mayor riesgo al volver a clases. Por lo que asumiendo que en efecto los niños no representan un riesgo importante frente a COVID-19, se deben enfocar los esfuerzos en garantizar un ambiente seguro para el personal escolar. Y que aún no se sabe, como apunté en el inciso anterior, el rol de los niños en la cadena de contagios. Quizás los colegios deben identificar a aquellos maestros y personal administrativo que son población de riesgo ante COVID-19, por la edad o por tener factores como diabetes e hipertensión, y mantenerlos en trabajo remoto o en horarios en que menos personas están en la escuela.
  3. Los retos de lo híbrido. Si bien los adolescentes fueron quienes mejor se adaptaron a las clases en línea, también son quienes requieren de convivir con los amigos, se encuentran en una edad de mayores necesidades sociales que los pequeños, quienes necesitan clases presenciales para construir conocimientos básicos. Lo híbrido involucra una proporción de clases remotas y otras presenciales, posiblemente alternadas, un reto para los profesores que tendrán que malabarear estudiantes presentes en el salón de clases a la vez que hacen interactiva la lección para quienes están en casa.
  4. Accesibilidad a conectividad. Las clases remotas evidenciaron las disparidades sociales y que en estos tiempos de Zoom, la conectividad se ha tornado una necesidad básica. Ante ello, es importante identificar y apoyar a aquellos alumnos que requieren un esfuerzo del colegio para garantizar que tienen la accesibilidad a las clases en línea y no queden aún más rezagados.
  5. Burbujas. Es fundamental que, para respetar la sana distancia, los colegios dividan a los alumnos en grupos más pequeños, de aproximadamente 12-15 niños para que convivan entre sí, y de preferencia con un solo adulto, a lo largo del día. Éstos grupos deben ser diseñados para que entren en contacto con el menor número de otros grupos, con la idea de que si se encuentra un caso positivo, el mínimo número de alumnos estén en riesgo. Además, con grupos pequeños, se podrá mantener mayor espacio entre ellos, con los pupitres direccionados todos hacia un frente, preferentemente en zigzag, con cada uno usando sus propios útiles, marcados con sus nombres, y sin compartirlos. Este mismo concepto debe llevarse al uso de camiones escolares, donde los hermanos deben compartir asientos y la distancia entre niños debe conservar los recomendados 2 metros de distancia. Quizás esto conlleve a requerir más rutas, o usar otros medios de transporte para arribar a las escuelas. Incluso, algunos colegios pueden optar por dividir a la comunidad estudiantil en dos o tres grupos, para que se alternen por semanas, con la idea de que permanezcan unos en casa, con clases en línea toda una semana y acudan a clases presenciales la siguiente. Logrando así que los espacios tengan 30%-50% de la población habitual.
  6. Espacios comunes. En estos tiempos pandémicos se sugiere que los eventos masivos como formaciones y ceremonias, así como los espacios como auditorios, juegos infantiles, cafeterías y bibliotecas, permanezcan cerrados. Incluso los patios para tomar los recreos deben de ser marcados para evitar la convivencia entre burbujas, y los horarios para los descansos tienen que escalonarse para que el menor número de alumnos coincidan.
  7. Vacuna de influenza. Este año en que estamos viviendo una epidemia de carácter respiratoria, que coincidirá pronto con el inicio de la epidemia anual de influenza, es fundamental que los colegios promuevan la vacunación de influenza en toda la población escolar con la idea de mitigar al menos una de las dos enfermedades. Además de que los síntomas de ambas enfermedades, COVID-19 y influenza, son muy similares, pudiendo confundir su diagnóstico y que muchos de los casos hospitalizados por COVID-19 en China, al inicio de la pandemia, también tenían influenza, complicando los casos. También, según un hallazgo reciente en Brasil, la vacuna de influenza refuerza al sistema inmune haciendo menos grave y disminuyendo la mortalidad del COVID-19.
  8. Equipo de protección personal. El uso correcto del cubrebocas es fundamental. Todos los niños, especialmente los mayores a 7 años, deben usar cubrebocas, cubriendo nariz y boca, y pedir que estén marcados con la idea de que los niños no lo intercambien ni compartan. Quizás el personal escolar que está en contacto continuo con más gente, como el de las recepciones y en zona de ingreso, deba de usar además del cubrebocas, una careta y estar tras una hoja de acrílico. En la medida de lo posible, hay que evitar que los padres acudan a la escuela, hacer las juntas con profesores en línea, con la idea de que la menor cantidad de personas esté en el campus. Sin duda no autorizar que los proveedores entren al colegio en horarios de clases. No se debe promover el uso de guantes, más bien todos deben lavarse las manos constantemente con agua y jabón o usar alcohol en gel al 70% para desinfectarse, disponible ampliamente en la escuela.
  9. Higiene y limpieza. La cultura de la buena higiene debe ser primordial, especialmente ahora. Los colegios deben asumir su responsabilidad en educar las buenas prácticas proveyendo de jabón, toallas desechables y agua en todos los baños escolares, poniendo estaciones de sanitización con alcohol en gel al 70% en varias zonas de la escuela, invitando a los alumnos a lavarse las manos constantemente. Poner botes de basura de pedales para evitar el uso de las manos. Incluso colocar señalizaciones sobre uso correcto del cubreboca, la forma de estornudar, del lavado adecuado de manos y del flujo recomendado para los pasillos. Se recomienda tomar la temperatura de todos los alumnos y personal al ingresar al colegio diariamiente, así como, en la medida de lo posible hacer muestreos aleatorios, con pruebas diagnósticas para detectar posibles casos asintomáticos. Marcar en el piso los lugares adecuados, con sana distancia, para hacer las filas en los distintos puntos de la escuela, como las cajas de cobranza, para subirse al camión, o entrar a los salones. El personal de limpieza debe ser cuidadoso de usar productos adecuados para la desinfección y limpiar salones, camiones y especialmente baños, manijas, apagadores de luz, y puertas. El equipo escolar debe considerar y evaluar el uso, o no, de uniforme que algunos no lavan frecuentemente en casa, de loncheras y de mochilas que pueden ser superficies de contacto posibles propagadoras del virus. Y finalmente, quizás recomendar llevar los alimentos del lunch en contenedores desechables, reciclables. En este caso no usar los reutilizables. Y que no se compartan entre las personas.
  10. Ventilación. Si bien la cantidad de alumnos por salón de clases debe ser pequeña, es importante que el flujo de aire sea constante en los espacios. Algunos recomiendan que debe recambiarse por completo el 20% del aire cada hora, ya sea con ventanas y puertas abiertas, o con aire acondicionado con filtros adecuados. En la medida de lo posible, las lecciones pueden impartirse al aire libre ya que la transmisión viral se da principalmente en espacios cerrados por gotas de aerosoles expedidas al hablar, cantar, gritar, respirar y sin duda toser o estornudar. La carga viral es un elemento importante, la enfermedad depende de la dosis de coronavirus que un individuo recibe en un cierto tiempo.

Muchas universidades nacionales y algunos sistemas escolares internacionales como el de Los Ángeles, San Diego y San Francisco, por el costo que implica tener una escuela segura, han decidido mantener a los alumnos en clases remotas el próximo semestre. La forma en cómo tener a los estudiantes en los salones es fundamental, Israel es claro ejemplo de ello, en que una reapertura abrupta mandó a muchos de regreso a cuarentenas. Pero experiencias en Japón, China, Vietnam, Dinamarca y Alemania indican que sí es posible tener la escuela abierta si se hace con prudencia. 

Lo que sí, es que las escuelas, desde hace algunos años, estaban ya en la búsqueda de un cambio en su forma de impartir clases. Definitivamente no esperábamos que una pandemia catalizara, orientara o mermara la transformación. El coronavirus nos ha obligado a replantear cada aspecto del prisma escolar. Sin embargo, el reto de los colegios va mucho más allá de lo expuesto aquí, incluye también ámbitos administrativos y económicos, de currícula y formas de evaluación a los alumnos, que quizás a la larga deberán reestructurarse. 

Por lo pronto, traté aquí de resumir las recomendaciones actuales, principales, que ante el comienzo de clases para otoño han hecho el CDC, la UNESCO, la Asociación Americana de Pediatría, la Academia de Ciencias de Estados Unidos y varios estudios de expertos en revistas de ciencia. Todas ellas con miras a encontrar la forma segura de sí regresar a los salones de clase. Importante lograrlo para beneficio de los alumnos mismos, los padres, las familias y la sociedad en general. 

¿Cómo describiría Cri-Cri el caminito de regreso a esta nueva escuelita covidizada? No lo sé. Sin duda será un otoño-invierno diferente al habitual. Por lo pronto, aunque está la intención, seguimos sin saber si adquirir pantuflas, tenis o más bien los patines de la tortuga para este regreso a clases.


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