Enlace Judío México e Israel – El umbral del movimiento sionista suele razonarse con frecuencia como sinónimo de la vida de Theodor Herzl. Theodor (Biniamín Zeev) Herzl, el idealista del sionismo moderno, nació en Budapest, Hungría en 1860. Fue instruido bajo el iluminismo germano-judío de la época, aprendiendo a valorar la cultura urbana. En el año de 1878 su familia se mudó a Viena, Austria y en 1884 Herzl obtuvo un doctorado en Derecho de la Universidad de Viena. Poco tiempo después se convirtió en periodista y escritor.

Mónica Amkie de Bettech

Más adelante, Theodor Herzl fungió como corresponsal en París del afamado periódico vienés Neue Freie Presse. Este trabajo fue el que transformó su vida y el destino de los judíos , ya que fue aquí donde tropezó por primera vez con el odioso antisemitismo.

Fue entre las centenas de personas reunidas en el patio de la Escuela Militar de París, en donde Alfred Dreyfuss, judío asimilado, perfectamente integrado a la sociedad francesa, era rodeado por cuatro mil soldados que esperaban su degradación pública, lo declararon indigno de portar armas del ejército nacional por traición. Se percibía un patriotismo extremo en dónde lo único que se reclamaba era la muerte a los judíos, la muerte a los traidores. Repentinamente, Theodor Herzl gozó de una manifestación de que la erupción del antisemitismo no se finalizaría jamás. En sus adentros lo único que pensaba era que en el siglo en que los Estados-naciones, los hebreos, atormentados por el desarrollo del nacionalismo, sólo subsistirían, trocándose, a su vez, en una patria soberana.

En aquel entonces, Herzl consideraba al problema judío como una cuestión de carácter social, por lo que en 1894 escribió una novela dramática “El Guetto”, cuyo objetivo era lograr la tolerancia entre judíos y cristianos. No obstante, al no obtener cambio alguno en la psique del pensamiento europeo, a los dos meses de haber presenciado el caso Dreyfuss, Herzl redactó un manifiesto en dónde el sionismo religioso se convertiría en sionismo político. Este escrito se convirtió en la evidencia, que medio siglo más adelante conduciría al pueblo judío hacia su liberación. Die Judenstaat (El Estado Judío) era el título de dicha obra.

Dos años más tarde, en el año de 1897 en el curso del Primer Congreso Sionista Mundial, celebrado en Basilea, Suiza, Herzl fundó oficialmente el movimiento sionista, en dónde entre el idealismo y el realismo se concibió la creación de una patria judía, sin saber el territorio a habitar, ni como se lograría dicho objetivo, ya que en ese entonces el Imperio Otomano dominaba Palestina y se rehusaba a su apertura. Sin embargo, a través de diversas discusiones se llegó a la conclusión que Palestina era el lugar en donde la utopía iba a convertirse en realidad, a través de un derecho histórico-cultural, recuperar lo que algún día les había pertenecido sin arrebatarle nada a nadie.

Sión es una de las colinas de Jerusalem , la capital del Estado de los hebreos que existió hace poco más de tres mil años, y el sionismo fundamentó el sentimiento del pueblo judío a la recuperación de este territorio ancestral, Eretz Israel, la Tierra Prometida.

La argumentación bíblica, sobre todo en el Génesis y el Éxodo, es de fenomenal importancia para esta historia, ya que sin ella el pueblo israelita no habría podido demostrar al universo argumentaciones crediticias de que algún día habían poblado Palestina. Tal como lo mencionó David Ben Gurión, promotor del Estado de Israel “la Biblia es el título de propiedad sacrosanto de los judíos sobre Palestina, con una antigüedad de 3.500 años. Efectivamente, dentro del Antiguo Testamento se habla sobre la “Tierra de Israel” (en hebreo Eretz Israel), sin embargo no se hace descripción alguna del territorio que en aquel tiempo abarca”.

En síntesis, fue en el antiguo continente “Europa”, al calor de la ola de nacionalismos del siglo XIX, en donde se articuló un movimiento singular llamado sionismo, cuya ulterior finalidad fue la construcción de un Hogar Nacional Judío para los hebreos dispersos en el mundo. Esta corriente política-sociocultural vio en Palestina, tierra donde se fundó el judaísmo, el lugar ideal para realizar su proyecto nacional. Además de su religión, historia y lazos espirituales, se le añaden importantes intereses políticos, estratégicos, así como geopolíticos. De tal forma, fue el 5 de mayo de 1948, en donde el proceso de esta revolución cristalizó uno de sus designios fundamentales: el levantamiento de un Estado soberano propiamente reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se habla de la construcción de un Estado, pues la autonomía plena de este fue precedida por más de medio siglo de empeños diplomáticos, ideológicos, religiosos, económicos e institucionales, en primera instancia dentro de las esferas coloniales del Imperio Otomano y posteriormente, en el seno de la competencia interimperial de franceses e ingleses que pretendían adueñarse del Cercano Oriente.

*La autora es Licenciada en Relaciones Internacionales.


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