Enlace Judío México e Israel- El día de hoy, 11 de agosto, los rusos anunciaron que, en la carrera por una vacuna contra COVID-19, ellos ya ocupaban el primer lugar. Evidentemente en el contexto de la pandemia, cuando tenemos ya más de 20 millones de casos confirmados en el mundo, ésta tendría que ser una gran noticia.

CAROL PERELMAN PARA ENLACE JUDÍO

¿Un encabezado esperanzador? Por lo contrario, ésta nueva fue recibida con bastante escepticismo y preocupación. En la carrera por la vacuna contra COVID-19, la idea no es solamente llegar a la meta, sino también cuidar cómo se llega a ella.

Inquieta que Rusia apruebe la utilización de la vacuna llamada Sputnik-V antes de haber pasado por la importante tercera fase de pruebas clínicas, donde se busca evidencias de seguridad y efectividad en un número grande de personas, comparando los resultados con un grupo control. Claro que el objetivo es tener una vacuna contra el coronavirus, pero para que ésta fuera aprobada con certeza por una instancia de salud, tendría que proveer protección contra COVID-19 sin causar daño. Hasta el momento, esta nueva vacuna solo ha sido probada en 76 personas y los resultados no han sido publicados.

Y a pesar de ello, el ministro de salud de Rusia dijo que comenzará a administrarla este mes a maestros y trabajadores de la salud; y de forma masiva a toda la población, a partir de enero de 2021. Posiblemente la vacuna Sputnik-V sí funcione; el problema es que no hay suficiente evidencia para estar ya en etapa de pruebas en la población. Los rusos se han saltado etapas fundamentales del proceso de aprobación de una vacuna. Sin estudios meticulosos, que sigan procedimientos científicos rigurosos, la aplicación de esta nueva vacuna podría resultar en una ruleta rusa. Literal. Ante la noticia de hoy, la comunidad científica mundial inmediatamente denunció la autorización como “inapropiada y prematura”.

Hasta el momento hay casi 200 vacunas en proceso de análisis en todo el mundo, de ellas, 135 están aún en fase preclínica, es decir, probándose todavía en modelos animales en el laboratorio. Ya en pruebas clínicas en humanos hay 30 en las primeras dos fases, que buscan establecer la dosis y demostrar su seguridad, así como observar efectos secundarios. Más adelantadas, ya en fase 3, están 8 vacunas, que buscan mostrar su efectividad en grupos poblacionales grandes, entre ellas la de Oxford con AstraZeneca, BioNTech y Pfizer, y la de Moderna con NIH. Incluso la de CanSino está siendo ya probada de forma más extensa, ya en una fase 3 avanzada.

Lo increíble es que la Sputnik-V del Gamaleya Research Institute de Moscú comenzó la fase clínica 1 en junio, apenas hace dos meses. Este instituto de investigación, que pertenece al Ministerio de Salud de Rusia, elaboró la vacuna llamada Gam-Covid-Vac Lyo combinando dos adenovirus, Ad5 y Ad26, con genes de coronavirus; parecida a la forma en que está elaborada la vacuna candidata de Johnson&Johnson.

Una de las preocupaciones es que la motivación por sacar deprisa esta vacuna haya tenido incentivos más políticos, poniendo en duda las prioridades y los objetivos respecto a la salud. No es casualidad que el nombre elegido para esta vacuna, Sputnik V, recuerde el triunfo de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, cuando en 1957, en la carrera al espacio, Yuri Gagarin fue el primer humano en salir al espacio, a bordo de la cápsula Sputnik 1.

Sin embargo, esta no es la Guerra Fría, ni un tema espacial; en la carrera por la vacuna contra COVID-19 la idea no es solo llegar primero, sino como dice el refrán, “hay que saber llegar.” Muchas vidas van de por medio.

En esta ruleta rusa una de las posibilidad es que la vacuna sí sea victoriosa, pero la anticipación agrega elementos que preferentemente deberíamos de evitar. Sputnik V podría ser exitosa, pero también riesgosa, inocua o peligrosa.

Quizás un capítulo digno del escritor, también médico, Chejov.