Enlace Judío México e Israel – Se termina el año 5780 y es hora de hacer un repaso de cómo van las cosas en esta compleja región. En esencia, las cosas no han cambiado mucho, y podemos decir —a manera de anticipo— que están goleando a Irán. Y que los palestinos, por apostarle a ese equipo, lo están perdiendo todo.

El Medio Oriente es un complejo campo de batalla en el que diferentes actores están desarrollando estrategias tan interesantes como variadas. Es muy claro que las de un bloque están dando resultado, y que las del otro bloque se dirigen hacia el abismo. Así que vale la pena repasar cómo se encuentra cada uno de los actores. Comencemos con el equipo que va perdiendo.

Los últimos meses han sido catastróficos para Irán. Su economía está en franco desplome, y su sociedad está cada vez más molesta con la situación. Los gastos que hace en Siria, Líbano, Yemen y Palestina lo están desfondando, y el iraní común está cada vez más harto de que todo eso se refleje en inflación y desempleo.

Esto ya es difícil de por sí, pero los problemas para los ayatolas se incrementaron con la eliminación del General Qassem Soleimani. La incapacidad de Irán para reaccionar ante el ataque estadounidense fue evidente, y eso fue un grave punto en contra de su “prestigio” militar.

Eso se incrementó con los frecuentes ataques israelíes a los intereses iraníes en Siria, que también se quedaron sin respuesta.

La otra situación que le resultó terriblemente desgastante a Irán, fueron las sucesivas explosiones en diferentes instalaciones nucleares, algunas de ellas de consecuencias gravísimas. Su proyecto nuclear otra vez se ha visto afectado y retrasado. Hasta el momento no se han dado versiones oficiales sobre si dichas explosiones fueron accidentes, sabotajes o ataques, pero todo parece indicar que, en definitiva, accidentes no fueron. Así que siguen siendo puntos en contra para Irán.

Sin duda, el régimen de los ayatolas ha sido el gran perdedor de toda esta temporada.

Sus aliados no están mejor. Hezbolá también se ha enfrentado a una situación difícil, y no ha mostrado capacidades reales para enfrentarla.

El peor golpe lo recibió por la explosión de lo que, a todas luces, fue uno de sus depósitos de armas en el puerto de Beirut. La población local reaccionó de inmediato denunciando que la gravedad de la explosión fue culpa de Hezbolá, y si aceptamos la tesis de que se trató de una explosión provocada, todo indica a que fue planeada y realizada por los propios enemigos libaneses que tiene esta controvertida guerrilla terrorista financiada por Irán. Al final, trataron de imponer la narrativa de que todo había sido un accidente, intento que sólo hizo evidente que Hezbolá también ha perdido capacidad de reacción ante una realidad que cada vez le resulta más abrumadora.

Esto se confirma en sus roces con el ejército de Israel. Además de algunos episodios fronterizos en los que los ataques de Hezbolá no llegaron a tener ningún significado relevante, muchos combatientes suyos han muerto en Siria en diversos ataques israelíes. Recién la semana pasada otro ataque liquidó a seis o siete milicianos de Hezbolá. Y, al igual que en los casos anteriores, el grupo terrorista no ha podido contestar. Su fama como el ejército mejor armado en Medio Oriente sólo por debajo de Israel parece ser cosa del pasado.

Finalmente, el otro grupo vinculado con Irán es el palestino. Al respecto, ni qué decir respecto a que en los últimos meses recibió dos golpes durísimo. El primero fue la propuesta de Tratado de Paz presentada por el gobierno de los Estados Unidos, en la que quedó muy claro que a las autoridades palestinas (tanto Al Fatah como Hamas) no se les está tomando en cuenta. Simplemente, todo parece indicar que se les va a imponer una solución. Y el segundo —el más severo— fue la firma del tratado de paz y normalización de relaciones entre los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, con Israel. Los propios palestinos señalaron que eso era una puñalada en la espalda contra ellos, cosa que —por cierto— no pareció importarle a nadie.

La tendencia es clara: los países árabes están abandonando (o han abandonado) la llamada “causa palestina”. Y es lógico: en el complejo cuadro que es el Medio Oriente, los palestinos se han acercado demasiado a Irán, dejándose influir por los ayatolas, y eso es algo que Arabia Saudita nunca les va a perdonar. La vieja guardia saudí —encabezada por el Rey Salman— declaró en días recientes que nunca van a abandonar a los palestinos, pero eso sólo fue retórica. No han tomado ninguna decisión trascendental o concreta para ayudarlos, y lo que sí pasó fue que Qatar les negó un préstamo poniendo como condición que tienen que regresar a la negociación de la paz con Israel. Esta situación se va a agravar para los palestinos cuando el trono saudita cambie de manos. El príncipe heredero, Mohamed ibn Salman, es —a todas luces— más proisraelí que muchos políticos de la zona (que ya son muchos).

La contraparte la están viviendo Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, que apenas este martes firmaron un tratado de paz con el que establecen relaciones diplomáticas en forma, y que se da en el marco de una amplísima intensificación de vínculos comerciales y de negocios. Tan pronto se vea lo productivas que van a ser estas alianzas estratégicas, otros países árabes se pondrán en fila para firmar tratados con Israel. Ya se habla de que Omán está en esa misma intención. Es evidente que el último tal ves sea Arabia Saudita, pero también es inevitable. Desde hace cinco o seis años —y desde aquí lo anticipamos varias veces— se empezó a tejer una complicidad que al principio sólo era por cuestiones de seguridad, pero que pronto habría de alcanzar otras áreas. Ahora el romance es un secreto a voces, y el reciente tratado es apenas el primer besote.

El impacto mundial va a ser muy fuerte. Muy probablemente, signifique el Premio Nobel de la Paz para Donald Trump, Benjamín Netanyahu, Abdula bin Zayed, y Abdulatif bin Rashid.

Trump —en medio de una complicada campaña electoral— se anota un punto con esto. No sólo es el único presidente en todo lo que va del siglo XXI que no ha invadido ningún país, sino que además es el único que ha visto en Washington la firma de un tratado entre Israel y dos países árabes. Los únicos que podían jactarse de un mérito similar fueron Carter —que vio la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto— y Clinton —que vio la firma entre Israel y Jordania—.

Y la misma situación aplica para Netanyahu: en un contexto también difícil —continúa su proceso judicial y las cosas se han complicado mucho con la pandemia de Covid-19—, este es, sin duda, un punto a su favor que va a quedar grabado durante mucho tiempo en la memoria de Israel.

Así es como cierra el año, y así es como recibimos el 5781: pidiendo a D-os que seamos inscritos en el Libro de la Vida para paz y prosperidad, y que sean frustrados los designios de todos los enemigos de la paz, y de quienes buscan imponerse por medio de la violencia.


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