Enlace Judío México e Israel – Una de las cosas que se nos dicen de Abraham es que descubrió a D-os en un mundo de idolatría. Solo y sin la ayuda de nadie fue capaz de ver la belleza del mundo y entender que D-os la había creado y que el mismo D-os del Universo era el D-os de lo moral. Hay otras fuentes que nos dicen que fue Shem quien se lo enseñó, que Abraham desde niño atendía a sus tiendas para aprender la Torá que Nóaj le había heredado a sus descendientes.

En cualquiera de los dos casos fue Abraham el que buscó a D-os y recibió respuesta, y fue Abraham, el padre de las naciones, quien difundió por el mundo la idea del monoteísmo y el amor a D-os. Es una figura sumamente interesante no sólo por su fortaleza de carácter, su amor al mundo y al hombre, y la intimidad con la que buscaba a D-os, sino también para el judío es el personaje que representa la fe. Abraham encontró a D-os a través de la razón y a través de la Revelación. Esa dicotomía lo hace uno de los hombres más completos de su época. Curiosamente en Sucot, para muchos la fiesta de la fe, tenemos la oportunidad de vivir en carne propia un proceso similar al que vivió Abraham en su vida: conocer a D-os a través del mundo que nos rodea y a través de la Revelación.

La Revelación y el conocimiento de D-os

Una de las preguntas más grandes que se han hecho los teólogos a lo largo de los siglos es si D-os y sus leyes pueden conocerse sin la Revelación. Por un lado, D-os es el Creador del mundo y si uno ve correctamente a la Creación puede descubrir las leyes y la perfección bajo la cuál fue hecha. Uno puede tener relación con D-os a través de la admiración, el amor y el respeto al prójimo pensando que el prójimo fue hecho a imagen y semejanza de D-os; uno también puede acercarse a D-os a través de la plegaria y a través de la acción, dándole bendición al mundo, así como uno mismo recibió de esa bendición.

En esa forma sin embargo la relación con D-os puede ser un tanto distante pues carece de una guía clara. Todo lo que el hombre haga para acercarse a D-os sin Revelación partirá del hombre mismo, de una reflexión hacia el mundo o de un involucramiento personal, pero no habrá una respuesta absoluta y clara. Uno puede leer los eventos del mundo y de su vida como respuestas que D-os le da, sin embargo, nunca existirá la certeza de una verdad revelada. La Revelación por su lado ofrece una intimidad con D-os que de otra forma no se alcanza, pues coloca al hombre en una posición donde puede obedecer mandatos divinos y donde no sólo habla al Creador del mundo sino crea con Él.

Por eso Abraham tuvo dos formas de acercarse a D-os: primero, a través de su persona, su razón y admiración; y después cuando Él se le presentó como más tarde hizo con Moisés, sin dejar duda alguna de Quién era el que hablaba. Pues si bien una forma nos permite dar de nosotros, la otra nos permite escuchar.

Ley natural y ley positiva

Esta dicotomía la encontramos en la Torá misma. En todo el Génesis (Bereshit) se le dan sólo cuatro mandatos al hombre y halájicamente no se aprenden leyes determinantes de este libro, pues la ley de D-os nos fue revelada a través de Moisés y sólo aprendemos leyes halájicas a partir del momento en que ésta fue revelada en a partir del Éxodo (Shemot) en adelante. El Génesis nos muestra el camino que los patriarcas tomaron de forma individual para conocer a D-os y guiar su descendencia hacia los pasos que llevan a Él. Es un D-os que se manifiesta en la naturaleza, cuya enseñanza y actuar se dirige al hombre en sí más que al hebreo. El D-os de Moisés por su lado es un D-os que se reveló a los hebreos, le habla a los israelitas y busca que el mundo se acerqué a Él a través de ellos. El primero da principios y enseñanzas universales, el segundo una ley clara y precisa. Incluso, el nombre con el que se manifiesta a Abraham es de diferente naturaleza al que usa cuando se manifiesta ante Moisés.

La ley del primero sería más parecida a lo que hoy se entiende como la ley natural, aquello que es eterno, universal y estable, de lo que depende la existencia del mundo entero y cualquier hombre con razón puede entender. La segunda es más parecida a lo que se entiende como una ley positiva. D-os actúa más como monarca que como un orden moral distante. Su ley fue dada sólo a Israel para establecer una relación distinta a la que mantiene con los otros pueblos, una ley particular, en muchos casos no racional, sino arbitraria y que fue hecha para refinarlos y guiarlos hacia un punto específico.

Al final las dos se unen, pues Israel tiene la obligación no sólo de obedecer a D-os sino de entender sus formas y enseñarlas, aprender su sabiduría y ver a D-os en el mundo que los rodea. Mientras que al darle la ley que les dio a los hebreos, D-os también les exige “ser una luz para las naciones” o ser una “nación de sacerdotes entre las naciones.” Es decir, D-os en varios puntos deja claro que la ley que les fue dada a los hebreos fue hecha también para beneficiar a las demás naciones. Por ambas razones (el carácter universal de la ley y la responsabilidad de Israel con el mundo) la persona que decide seguir la ley que fue revelada no puede separarse del respeto, el reconocimiento del mundo y una relación personal con D-os. Tiene que entender y obedecer al mismo tiempo, participar y anularse por igual.

Sucot

Sucot es la festividad donde el carácter natural de la ley y la expresión de D-os en el mundo es más resaltada. Salimos de nuestra casa para habitar una choza construida con techos de palma. Dormimos casi a la intemperie y la idea es que podemos gozar de la Presencia Divina separados de la cotidianidad y la materialidad que nos rodea. Cuando dormimos bajo la Sucá nos damos cuenta que no necesitamos de nada ni nadie para estar con D-os; que el mundo mismo trae Su Presencia, y que un par de paredes (de ramas, cuerdas o incluso tela) y un techo de palma es suficiente para protegernos y estar con Él. Sin embargo, también nos recuerda la Revelación continua que tenían los judíos en el desierto a través de las nubes de Gloria. Tenemos tanto el contacto personal que hacemos con D-os a través de nuestra Sucá, y a través del disfrute de la naturaleza que se fomenta en esta época y la Revelación a través de la tradición y el recuerdo.

Sucot además representa el punto cúspide de dos ciclos temporales distintos al interior del calendario. El ciclo que empieza con Rosh Hashaná y Kipur y el ciclo de Pésaj y Shavuot. El primero se resalta mucho la relación personal con D-os, uno reconoce a D-os como monarca y creador, pide perdón por sus faltas y arregla todos los conflictos que pueda tener con las personas y el mundo. Sucot representa la felicidad personal de haber sido perdonados y el disfrute de una nueva relación con D-os, el mundo desde los ojos de la alegría. Hay comentaristas que remarcan que las nubes de Gloria que festejamos en Sucot son las nubes que regresaron a Israel tras el perdón divino otorgado en Kipur. Festejamos la cercanía con D-os después de un trabajo personal intenso y la alegría de nuestros resultados.

Mientras que Pésaj y Shavuot son festividades profundamente nacionales. En Pésaj festejamos la libertad del pueblo judío y la Revelación de D-os al mundo a través de ese pueblo, en Shavuot el pacto y la entrega de la Torá, mientras que en Sucot festejamos las nubes de Gloria, que son el resultado de obedecer esa Torá. Es un ciclo que manifiesta las distintas pruebas que Israel tiene en el desierto para acercarse a D-os como nación. La libertad que es la primera condición para una vida espiritual, la expresión de la voluntad divina a través de una ley, que es la Torá, da sentido a la nación y a la persona y la Presencia Divina que es el estado el cual toda persona espiritual busca y al cual la nación aspira. Supuestamente Israel y el ser humano, fueron creados para hacer del mundo material un espejo de D-os. Para refinarlo y dotarlo de espiritualidad ese estado que se debe generar lo disfrutamos en Sucot, pues a través de la sucá y el disfrute de lo material en su forma más sencilla santificamos a D-os y admiramos la belleza del mundo creado.