Enlace Judío México e Israel – California vivió “un maremoto” de Covid-19 el invierno pasado. Ahora, los médicos luchan contra las secuelas a largo plazo. El temido síndrome post-Covid. Carol Perelman conversó con una de las médicas que está dando la lucha en este frente de batalla. 

A la doctora Rachel Zabner, infectóloga del hospital Cedars-Sinai, le tocó vivir el auge de la epidemia de Sida, pero incluso con ese antecedente, lo que ha visto en el último año le resulta apabullante.

“Cuando empezó la pandemia, estábamos más o menos como estamos ahorita en el número de casos, y en ese momento yo pensé que era el fin del mundo, cuando teníamos al mismo tiempo, en la terapia intensiva, 25 pacientes con la misma enfermedad infecciosa.”

Desde entonces, ha visto desfilar a miles de pacientes ingresados por Covid-19; ha sido testigo de los múltiples intentos por hallar tratamientos que ayuden a salvar a los más graves y, como muchos médicos, ha sentido la impotencia de no poder ofrecer más que tratamientos paliativos.

“Hemos aprendido que lo más importante, todavía hoy por hoy, es la prevención de la enfermedad. Porque una vez que la persona se infecta con el virus, todavía nos sabemos quién es el que se va a enfermar y morir y quién no.”

Hidroxicloroquina, azitromicina, decadrón, remdesivir…

En una conversación remota con Carol Perelman para Enlace Judío, la especialista habla de su experiencia en la línea de fuego contra la pandemia. “En cuanto al tratamiento en sí, hemos encontrado todo lo que no sirve. Todavía no hemos encontrado algo que sí sirve.”

Ni la hidroxicloroquina, ni la azitromicina ni la combinación de ambas sirve y, de hecho, puede elevar la mortalidad, asegura. “Hemos demostrado que cuando el paciente viene muy tarde al hospital, ya es muy tarde para revertir los daños ocasionados en los pulmones o en el corazón o en el intestino y especialmente, en el riñón.”

Algunos éxitos discretos se han obtenido con tratamientos antiinflamatorios. “Una medicina antiinflamatoria, un esteroide que se llama decadrón, lo cual se puede sustituir con cualquiera otra de las medicinas de esteroides, que si se da suficientemente temprano, cuando el paciente empieza a tener problemas en los pulmones, empieza a disminuir un poco la mortalidad”, nos cuenta.

También “el remdesivir ha demostrado un poquito de mejoría en el número de días que se enferma el paciente pero sólo si se da temprano. Es decir que una vez que el paciente viene ya al hospital, no ha demostrado mucha mejoría. Y es una medicina muy difícil de conseguir, muy difícil de dar en la casa porque es solamente en forma intravenosa”.

En cuanto a los tratamientos con anticuerpos, dice que “sí funcionan” pero solamente cuando se comienzan a administrar en fases tempranas de la enfermedad. Las personas que se realizan pruebas frecuentemente, y que pueden detectar el virus antes de que comiencen los síntomas o muy al principio de estos, se benefician de este tipo de tratamientos, aunque según Zabner, la variante californiana del virus ya ha mutado para eludir la eficacia de algunos de estos tratamientos.

Las temidas secuelas

Ahora, Zabner centra sus esfuerzos en el Programa de Recuperación Post-covid, del Cedars-Sinai. Ahí, el equipo médico busca combatir los estragos de largo plazo que sufren quienes han cursado la fase infecciosa de la enfermedad y sobrevivido.

“Una de las cosas que hemos visto es que hay dos tipos de pacientes después de que tienen Covid: el paciente que estuvo hospitalizado y está en rehabilitación porque no puede respirar bien, porque necesita diálisis, porque necesita rehabilitación en un centro; y los pacientes que nunca fueron al hospital y aunque hayan tenido un covid relativamente leve, han tenido consecuencias de múltiples órganos.”

Zabner y su equipo reciben a los pacientes en persona y realizan pruebas psicológicas como un primer filtro para determinar si existen secuelas post-covid. La especialista asegura que problemas como el estrés postraumático y la depresión, tienen “un nivel muy alto” en sobrevivientes del covid.

Con base en ese primer filtro “vamos a determinar si el paciente va a necesitar apoyo psicológico o apoyo psiquiátrico o hasta medicina. Hemos visto que los pacientes tienen un problema de pérdida de memoria. Hasta gente joven, de entre los 20 años, 30 años, no importa en qué profesión estaban antes, han tenido que dejar de trabajar por varios meses hasta que “recuperan la confianza en sus capacidades”.

Paradójicamente, no es el virus sino la respuesta inmune del cuerpo la que ocasiona, al menos hasta donde se sabe, la mayor parte de estas secuelas. “El sistema inflamatorio del cuerpo aumenta tanto, que casi parece una enfermedad autoinmune, donde hay dolores en todo el cuerpo. Existe un problema de dolor muy, muy grande.”

Después de realizar esa valoración inicial, el equipo del Cedars-Sinai refiere a los pacientes “a especialistas con un poco más de experiencia con problemas (por ejemplo) neurológicos; hemos estado trabajando de cerca con los que hacen terapia física, porque (los pacientes) requieren no solamente decirles ‘camina un poquito más’: están tan fuera de forma de todo tipo, o tienen problemas neurológicos, que no se pueden mover bien, y la terapia física ayuda muchísimo.”

Otros pacientes son referidos a los cardiólogos, pues “hay un síndrome que nos hemos dado cuenta después de todos estos meses, que hay una disautonomía cardiaca, donde hay mucha palpitación y el corazón no funciona de la misma manera que antes y, por muy poco esfuerzo, empiezan a tener palpitación.”

Estos problemas los presentan también los pacientes jóvenes. “Nos hemos dado cuenta que tienen muchos problemas de miocarditis, y eso afecta la clamación del corazón; a veces tienen problemas de insuficiencia cardiaca después de ese proceso.”

Un malestar que permanece

Aunque Zabner admite que nunca había visto que síntomas como la anosmia pérdida del olfato) o la pérdida de cabello prevalecieran hasta un año después de que el paciente hubiera padecido una enfermedad infecciosa, sí encuentra algunas coincidencias con otro tipo de problemas causados por una infección viral distinta al Covid.

Uno de ellos es el síndrome de fatiga crónica. “Como infectóloga veo muchos pacientes que vienen a la consulta con un historial de años, a veces. Viendo muchos doctores que les terminan diciendo que están locos, que no saben lo que tienen. Y creo que definitivamente, esos pacientes, en algún momento, les dio alguna infección que reaccionó su cuerpo de una manera que terminaron ahí.”

Ahora, muchos de los pacientes que acuden con los síntomas del síndrome de fatiga crónica reciben un diagnóstico más preciso: enfrentan el síndrome post-covid o PAS, por sus siglas en inglés.

“Al tener esta clínica, ya no tenemos chronic fatigue psyndrome, porque sabemos que hay una cosa que lo empezó y, eventualmente, con tratamiento de soporte, el paciente se va a mejorar. Hasta los pacientes que tenían chronic fatigue syndrome, eventualmente se despiertan y terminan” por mejorar.

“Hay otra enfermedad, que yo a veces la correlaciono, que se llama human parvovirus, y he visto mucha similitud con estos pacientes; por alguna razón, afecta más a las mujeres. Y quizá, cuando terminemos este estudio que estamos haciendo, quizá vamos a ver que hay un grupo más alto de mujeres que les da el PAS.”

El sistema inmune de cada quien reacciona de diferentes maneras. Después de algunos meses, dice, las fuerzas de defensa del organismo “vuelven a sus cuarteles” y los procesos inflamatorios se interrumpen. Sin embargo, el Covid-19 también puede desencadenar o agravar enfermedades autoinmunes que permanecían latentes o a las que se era propenso, como el lupus eritematoso o la artritis reumatoide.

¿Vendrá una tercera ola?

La manera en la que Zabner describe lo que vivió en los últimos meses, en la primera línea de batalla contra la infección en California, es más que elocuente.

“Lo que pasó aquí, en California, específicamente, en el mes de diciembre, después de lo que llamamos el Thanksgiving hasta el final de febrero, fue un maremoto. Fue tan, tan alto que todos estamos sospechando que era debido al virus que se llama California 20, que es mucho más contagioso. A raíz de ese maremoto, la población ahorita en California está con la inmunidad de grupo, porque tanta gente se infectó, que yo creo que esa es la razón por la cual estamos viendo menos (casos).”

La epidemia de Covid-19 en Estados Unidos ha permanecido ya algunas semanas en un remanso que le ha permitido cierto respiro a los equipos de salud. Pero bien podría tratarse de la calma que precede a la nueva tormenta. Zabner piensa que la intensa campaña de vacunación emprendida por el gobierno de aquel país ayudará a mantener controlados los niveles de hospitalizaciones.

La médica piensa que cada país vivirá una realidad diferente, según las medidas que cada gobierno tome y el acceso a la vacunación que cada uno tenga. Sin embargo, le preocupa la variante de Manaos, Brasil, “porque ya es un virus que tiene su  segunda mutación. La población de Manaos, a todo mundo le dio el Covid y ahorita les está dando por segunda vez, a pesar de que ya tuvieron el Covid.”

Piensa que, debido a que las fronteras de Estados Unidos y México se encuentran abiertas, será difícil evitar que el Covid, con sus múltiples variantes, permanezca, y cree que en seis meses será necesario aplicar refuerzos de las vacunas a toda la población.

Pero no todas son malas noticias: “Todas las vacunas que están en el mercado hoy por hoy previenen la muerte y la hospitalización”, asegura. Así, incluso si las reinfecciones se vuelven un tema cotidiano como en Manaos, las personas vacunadas, en principio, no deberían de preocuparse.

Vacunación, la mejor estrategia

Zabner hace énfasis en la importancia de la vacunación y otras formas de prevención. Ante la falta de un tratamiento eficaz, esa parece ser la mejor estrategia disponible para evitar que las cifras de muertos sigan creciendo como un descomunal tsunami.

La médica de origen venezolano asegura que todas las vacunas contra Covid que se han aprobado son seguras, y pone como ejemplo a la vacuna contra la fiebre amarilla, que causa una muerte en 300,000 recipientes, una cifra muchísimo más alta que la de cero muertes confirmadas por efectos adversos de la inoculación contra el SARS-CoV-2, que ya le ha sido aplicada a muchos millones de personas en todo el mundo.

Pero incluso con estas cifras, Zabner le teme al poder disuasivo de las fake news y otros dispositivos conspiranoicos. Dice que las redes sociales han hecho un trabajo “excelente” al diseminar información falsa contra las vacunas, pero invita a quienes temen sufrir una reacción adversa a pensar más allá de sí mismos:

“A veces, no todo se hace para el beneficio de uno sino para el beneficio de la comunidad donde uno está, o de la familia donde uno está o del país donde uno está.”

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