Enlace Judío – Si no ocurre algo imprevisible, próximamente se levantará en Israel una coalición que aleja del poder a Benjamín Netanyahu. 

Es un resultado de la acertada flexibilidad de Yair Lapid, líder del partido Yesh Atid. A pesar tener 17 representantes en la Knéset, Lapid resolvió conceder el cargo de primer ministro a Naftali Bennett que cuenta sólo con 6 escaños. Un entendimiento presidido por un único propósito: desalojar a Bibi del poder. 

Esta actitud dará lugar a posturas dramáticamente desiguales en la opinión pública, circunstancia susceptible de conducir a violentas manifestaciones. 

Para neutralizar la generosa actitud de Lapid, Bibi ofreció tanto a Bennett como a Gideon Sa’ar turnarse en el liderazgo gubernamental. Postura que hasta el momento no les merece confianza recordando el incumplimiento de promesas similares que él hizo en su momento a Benny Gantz. 

En cualquier caso, este eventual viraje en el liderazgo del país habrá de acelerar el ascenso de una nueva generación de políticos, en particular en el propio partido Likud que hasta aquí ha manifestado sólido apoyo al liderazgo de Netanyahu. Figuras que frisan los 50 años de edad ya se atreven hoy a competir en el liderazgo de esta agrupación.  

Este escenario dramático pone en evidencia 2 hechos. Por un lado, el dramático ascenso de la protesta pública por las desviaciones y errores que habría cometido Bibi —incluyendo a su esposa y a uno de sus hijos— en la esfera pública. Y por el otro, la activa y meritoria neutralidad que en estos temas revelan las fuerzas militares y policiales del país. 

Circunstancia que revela una vez más la fortaleza democrática de nuestro país.

 


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