Enlace Judío – Uno tras otro se presentaron en todos los medios. Y duras y ofensivas palabras no faltaron. 

Naftali Bennett se anticipó subrayando, en nombre de Jehová y de los más altos intereses de Israel, tanto su fe en la democracia como el imperativo de cambiar radicalmente el estilo y las orientaciones del gobierno jefaturado por Benjamín Netanyahu. 

Y Bibi no se quedó atrás. Por el contrario, recordó que fue elegido por casi 2 millones de votos que le concedieron 30 escaños de los 120 que componen la Knéset. Y reiteró que la elección de Bennett como primer ministro pone en peligro la existencia del país pues habrá de alentar las intenciones tanto de Irán como de Gaza orientadas a destruir el país. 

Opino que el resultado final de este áspero pugilato depende de la posible deserción de algún miembro más del partido Yamina, y, en particular, de la postura de Ayelet Shaked quien hasta aquí ha lealmente acompañado a Bennett.

Por otra parte, el Likud parece aceptar sin resistencia alguna el liderazgo absoluto de Bibi. Incluso los líderes de los partidos religiosos no se atreven de momento a quebrar el apoyo que le han revelado hasta aquí. Escenario que puede cambiar sustancialmente en las próximas semanas. 

En las presentes circunstancias, y después de 4 torneos electorales, Israel parece inclinarse a levantar por fin un nuevo y estable gobierno que abrirá paso a múltiples decisiones —aprobación del presupuesto, designación del ministro de Justicia, y otros importantes asuntos— que hasta aquí fueron postergadas. 

Y en cualquier caso, más allá de las contiendas electorales y personales, no cabe duda que en las presentes circunstancias una nueva y joven generación pide modelar los destinos del país.  

 


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