Enlace Judío – De no mediar inconvenientes de último momento, el próximo domingo asumirá en Israel un nuevo gobierno que reemplazará a un gobierno coalicional del Likud luego de 12 años de mandato de Netanyahu.

Se trata de un gobierno de estructura muy diversa que aglutina a 8 partidos políticos de diferentes corrientes ideológicas. Tendrá 2 primeros ministros que rotaran en el cargo en 2 años. El gobierno conformado asumiría con una base estrechísima de 61 diputados, lo cual lo transformaría in situ en un gobierno frágil para la toma de ciertas decisiones que tengan que ver con temas de seguridad y de sociedad, Estado y religión.

Se trata de un gobierno de 28 ministerios (10 más de los previstos), con 9 mujeres como ministros; con un premier religioso por primera vez en la historia de Israel y con la incorporación de una lista árabe islamista que en principio presenta ventajas y desventajas.

Como ventaja se podrá comprobar la falacia de los que llaman a Israel un estado “racista” o de Apartheid. La presencia de un partido árabe dentro de la coalición podría mejorar claramente la integración de los árabes a la sociedad israelí y volcar sobre ellos mismos la responsabilidad de conseguir lo que lo que hasta ahora no obtuvieron.

Como desventaja muy visible figura el hecho que ante una eventual confrontación con el Hamás, el nuevo gobierno podría despedazarse ya que es impensable que el partido árabe Ra’am condene al Hamás (comparte algunos de los fundamentos de esa organización terrorista).

De no condenar al Hamás, estaría poniendo en tela de juicio su lealtad hacia Israel; de condenarlo, sería visto como traidor por los sectores árabes israelíes más radicalizados. Ninguno de los 3 partidos de la derecha israelí que forman la coalición aceptaría semejante ambigüedad.

Donde mejor el nuevo gobierno podría mostrar su capacidad sería en el área socio-económica.

Uno de los mayores logros de Netanyahu en sus 12 años ha sido transformar a Israel en un país pujante, de desarrollo sostenido y en una start up nation a nivel tecnológico y educativo. Sin embargo, se ha incrementado una desigualdad económica que es conveniente combatir para reducir el enorme déficit interno, la disparidad salarial, la incorporación de árabes y jaredíes al mercado laboral y definir un presupuesto nacional, algo relegado desde hace 2 años.

En el área de seguridad interior el nuevo gobierno deberá enfrentar los crecientes desafíos del Hamás, la radicalización de árabes israelíes, las amenazas de extremistas judíos, el desarme de armas ilegales en manos de bandas de narcotraficantes árabes, la violencia policial en no pocos casos.

En materia de política exterior, los desafíos de Irán requieren de una respuesta efectiva y contundente tanto en lo militar como en lo político. Sostener los acuerdos de Abraham y ampliarlos es algo sobre lo que hay casi consenso en la sociedad israelí.  Sobre eso hay que avanzar a paso acelerado. También habrá que trabajar duramente para neutralizar las amenazas que significan las posiciones débiles de Biden respecto de Irán y su acelerada nuclearización. El avance del antisemitismo en el mundo y la deslegitimación de Israel debe ser otro elemento prioritario en la política exterior.

He dejado para el final uno de los temas que más me preocupan. Desde hace muchos años avanza en Israel una polarización laico-religiosa que pone en riesgo la convivencia entre los propios judíos y sus diversas formas de vivenciar su identidad. Siempre he dicho que en Israel también existe la asimilación y lo sigo sosteniendo.

El sionismo NO vino a reemplazar al judaísmo sino a complementarlo y sacarlo del destierro construyendo una sociedad igualitaria pero que no pierda su carácter judío. No es eso lo que esta sucediendo y no es el espacio para buscar responsables que existen de ambos lados de los espectros ideológicos.

Por lo tanto el tema de la convivencia entre observantes y menos observantes o agnósticos judíos debe ser prioritario. La presencia en esta coalición de dos partidos como Meretz e Yisrael Beitenu (de izquierda y de derecha) tensionan una relación ya frágil. Por lo tanto el nuevo gobierno deberá buscar los caminos para no lesionar aún más esas tensiones crecientes. Hay sectores en el nuevo gobierno que pugnan por mejoras en las relaciones con el sector árabe pero son intolerantes con la religiosidad judía. Ningún fundamentalismo sirve. Ni el religioso ni el laico.

Por último, algunos conceptos para la oposición. Si se ha perdido el gobierno es porque ha primado el ego del personalismo por encima de los intereses de estado entre otras cosas. La oposición debe ser constructiva y acompañar en las medidas que sean de bien común y rechazar todo intento de desjudaización del Estado hebreo.

El Estado judío nació para ser judío y democrático y en ese aspecto hay que mantenerlo. Solo un delicado equilibrio y diálogo entre todas las partes que sostengan el sionismo y el judaísmo podrán cuidar el carácter del Estado. Israel no es un Estado más. Es un Estado judío y democrático. Convendría a ambas partes naturalizarlo y zanjar diferencias con diálogos y no agresiones ni físicas ni verbales.

El futuro de la sociedad israelí esta en juego. No deben primar las diferencias sobre las coincidencias.

 


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