Enlace Judío – La nueva coalición gubernamental que hoy orienta a Israel se inclina de momento a superar las distancias personales e ideológicas que la modelan. 

Hasta cuándo y hasta dónde la recíproca tolerancia que muestran sus componentes revelará impecable vigor, es un tema que ocupa a no pocos observadores y periodistas. De momento, la estrategia del Likud bajo el inamovible liderazgo de Netanyahu consiste en gestar escenarios dirigidos a deshacer la unidad que la coalición de momento exhibe. 

Estrategia que, sin embargo, apenas se ve fortalecida por su conducta personal y política en desiguales escenarios. 

Uno de es ellos alude a sus decisiones personales y familiares. Se trata de la lenta desocupación de la residencia jerosolimitana del primer ministro. Contra toda lógica y ética personal, la mudanza tomará un mes o algo más en el mejor de los casos cuando, en rigor, la familia Netanyahu debió trasladarse de inmediato a uno de los 3 o más lugares —entre Jerusalén y Cesarea— que son de su propiedad personal.  

Conducta que ya se conoció hace más de una década cuando Barak le derrotó en el juego electoral. En aquellas circunstancias transcurrieron 6 semanas y se verificaron no pocas tensiones —personales y jurídicas— hasta que la familia Netanyahu resolvió por fin abandonar la residencia jerosolimitana. 

¿Por qué Bibi y su familia rehúsan comportarse conforme a elementales normas personales y políticas? Con un solo propósito: fortalecer la convicción de que los días del actual gobierno serán pocos y errados. No abandona la residencia pues está convencido de que en pocas semanas retomará el liderazgo del país. Actitud que sin embargo no justifica esta conducta.  

Un segundo tema alude a su repetido señalamiento —que tiene múltiples ecos entre sus partidarios— de que un gobierno “de izquierda” ha asumido el liderazgo del país. 

Ciertamente, un torcido diagnóstico, pues en rigor tanto el primer ministro Bennett como el canciller Yair Lapid están lejos de comulgar con posturas radicales o neomarxistas y ambos representan a la mayoría de los componentes de la coalición gubernamental. Más aún, los contados representantes de Meretz están lejos de enarbolar dogmas marxistas o neomarxistas.  

Deliberada tergiversación por parte de Netanyahu al pretender sacar partido de la difundida impopularidad de los añejos planteamientos de la izquierda radical. 

Finalmente, Bibi se obstina en ignorar los sustantivos aportes de uno de los ministros de la actual coalición —Benny Gantz— en las acciones dirigidas a reducir los efectos del COVID-19 y, en particular, su protagonismo decisivo en el último enfrentamiento en Gaza. 

Actitud apenas aceptada por la opinión pública y, en particular, por los círculos militares que bien conocen y evalúan el liderazgo de Gantz.

Tres comportamientos que, a mi juicio, gravitarán sustancialmente no solo en la imagen y en las estimaciones de futuros estudiosos al ponderar el itinerario gubernamental de Netanyahu. 

De momento fortalecen tanto a la presente coalición que hoy procura moderar sus disparidades como a las jóvenes figuras que en el Likud aspiran a desalojarlo del liderazgo. 

¿Superará Bibi sus humanas y políticas debilidades en las presentes circunstancias? 

Interrogante que hoy enhebran en estos días no pocos observadores del ágil e imprevisible escenario israelí.   

 


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