El sexo es el instrumento y el amor es la música
Isabel Allende

Música y Sexo

Estas dos palabras evocan sensaciones de placer que están mucho más entrelazadas de lo que parecería a simple vista.

El sexo y la música tienen muchos elementos comunes. Un estudio de la Universidad de Mc Guill en Canadá encontró que la música provoca en el cerebro humano el mismo efecto que el placer sexual.

La palabra “música” viene del griego, musiké, que significa “Técnica de la Musas” y es el arte de organizar sonidos y silencios de acuerdo a ciertas reglas de tal manera que el resultado produce una respuesta emocional en quien la escucha.

Se estima, basándose en los hallazgos antropológicos de instrumentos musicales como flautas primitivas hechas con huesos de animales, que el ser humano comenzó a crear música, como la conocemos, hace más de 40,000 años,

Uno de los componentes de la música es el ritmo. Éste forma parte de nuestras vidas desde la concepción; en el vientre materno escuchamos los latidos rítmicos del corazón de la madre.

A partir de entonces, nuestra vida transcurre inmersa en una gran variedad de ritmos; el ritmo de nuestra respiración, de la acción de caminar, del ciclo día-noche y hasta hace poco, del tic-tac del reloj.

La música, como el sexo, es una actividad que se practica en todo el planeta, por prácticamente todos, sin importar el nivel cultural ni socioeconómico y se puede llevar a cabo de manera instintiva y natural, sin entrenamiento previo, como si ya naciéramos programados para ello, aunque por supuesto, el dedicarse a aprender, hace mucho más placenteras y trascendentes a las dos actividades.

Ambas son de las pocas acciones humanas que trascienden a todas las culturas y son universales.

Probablemente la primer música que escuchamos es la voz rítmica de nuestra madre al amamantarnos y calmarnos durante nuestros primeros días de vida.

Científicos de la Universidad de Harvard sugieren que la música nació como una técnica usada por las madres para calmar a sus crías.

Basan esta hipótesis en la universalidad de las canciones de cuna, que existen en prácticamente todas las culturas. Esta práctica, explican los investigadores, es indicador de que la música juega un rol positivo en la relación padres-hijos.

En la infancia, el llanto es la única manera que tienen los niños para llamar la atención de sus padres. El canto es una de las mejores formas en que los padres pueden hacer sentir a su hijo que su atención está con él: a diferencia de otros métodos, como cargar al niño o amamantarlo, cantar requiere total atención y concentración.

Así, al cantar a un hijo se le está diciendo que tenemos toda nuestra atención puesta en él y a consecuencia de esto, la necesidad de seguridad, una de las más básicas del ser humano, se satisface y el infante se calma.

Una prueba de esta hipótesis, sostienen los investigadores, está en la respuesta corporal que todos, niños y adultos, aún sin entrenamiento musical, tenemos a la música. Esto lo vemos cuando, al oír música, seguimos el ritmo con el pie, la mano o la cabeza.

La existencia de respuestas concretas en niños y adultos es indicadora del efecto emocional de la música, que va más allá del ejercicio racional de apreciar su belleza. A todos nos pasan cosas con la música: nos anima, nos relaja, nos emociona, se adapta a nuestros sentimientos, acompaña momentos importantes de nuestras vidas y nos ayuda a expresar sin palabras lo que nos ocurre.

En muchas culturas, la música es una parte importante del modo de vida de las personas pues desempeña un papel en las actividades sociales y culturales, pero de manera muy marcada en ritos de paso, como graduaciones y en rituales religiosos.

En el judaísmo, la música tiene un papel destacado. En el libro de Éxodo, al abrirse las aguas del Mar Rojo para que pasaran los judíos que huían de Egipto, Moisés ordenó que las mujeres fueran tocando música con panderetas.

El sitio y la derrota de Jericó fueron resultado de la música que tocaron durante varios días los judíos alrededor de la ciudad.

En los Salmos hay múltiples menciones del canto y la música y al final del rezo de la mañana se recita el Salmo de David para el director del coro.

 En la tradición jasídica no es posible separar el canto y la música de la danza, y la danza de la conexión con Dios.

Pero y… ¿El Sexo?

El canto de los pájaros, el motivo principal de la música es el sexo
El canto de los pájaros, el motivo principal de la música es el sexo

Charles Darwin, en su obra El origen del hombre sugirió que, como con el canto de los pájaros, el motivo principal de la música es el sexo.

“Las notas musicales y el ritmo fueron adquiridos al principio por los ancestros masculinos y femeninos de la humanidad con el propósito de cautivar al sexo opuesto”.

El psicólogo Benjamín Charlton de la Universidad de Sussex, Inglaterra encontró que las preferencias sexuales de las mujeres cambian durante el ciclo menstrual, en el punto más fértil del ciclo, prefieren compositores de música más compleja, que podrían ser considerados parejas más capaces.

¿Qué bases hay para sustentar esto?

En primer lugar, sabemos que todas las culturas conocidas han tenido música, incluso aquellas que no tenían lenguaje escrito.

En segundo lugar, la música, a diferencia de otras actividades humanas, como el cocinar, la agricultura, hablar o criar una familia, no tiene ningún beneficio.

La diversidad, creatividad y novedad de muchos cantos de pájaros macho que desarrollan grandes repertorios y variedad es un esfuerzo por producir la señal de apareamiento más atrayente.

Es evidente la atracción sexual que ejercen músicos famosos sobre el público femenino que llega a lanzarles prendas íntimas durante los conciertos.

Franz Liszt
Franz Liszt

Esto no solo sucede en la actualidad. El prolífico músico y compositor húngaro Franz Liszt del siglo XIX fue el inspirador del término Lisztomanía, acuñado por el poeta alemán Heinrich Heine para describir el efecto que Liszt ejercía sobre el público, en especial el femenino y que fue catalogado como una patología por médicos de la época. Este término es el antecedente directo de la Beatlemanía del siglo pasado.

Durante sus presentaciones las mujeres de la audiencia se peleaban para adquirir los guantes del pianista, el pañuelo que llevara en su traje y aún las cuerdas rotas de su piano. Incluso llegaban a arrancarle pedazos de ropa para guardarlos de recuerdo. Otras recogían sus colillas de cigarro y se las guardaban en el escote.

El fanatismo llegó a tal nivel que, luego de recibir cientos de pedidos por mechones de su cabello, Franz compró un perro y comenzó a enviarle pedazos del pelo del can a sus admiradoras.

Los resultados de un estudio realizado en el año 2000 muestran que en los conciertos de música clásica hay considerablemente más mujeres en los asientos cercanos a las orquestas que son predominantemente masculinas, que las que hay en las filas traseras.

El psicólogo Charlton dedujo que la complejidad de la música de un compositor masculino puede considerarse un indicador de su creatividad y capacidad para aprender comportamientos complejos, y por lo tanto esto puede también afectar a la elección sexual femenina.

Charlton dividió un grupo de 1465 mujeres adultas participantes en el estudio en aquellas con riesgo alto y bajo de concepción en el momento de las pruebas.

Les hizo escuchar varias melodías cortas, de diversos grados de complejidad, compuestas para el experimento,

Primero pidió a algunas de las participantes que calificaran la complejidad de la melodía para asegurarse de que podían hacer esto de forma fiable.

Después preguntó a un grupo diferente cuál de los supuestos compositores masculinos de una pareja de melodías de complejidad diferente preferirían como compañero sexual a corto o a largo plazo.

Un número significativo mostró una mayor preferencia por el compositor de la pieza más compleja, pero solamente en el grupo de alta posibilidad de concepción, y solo como compañero a corto plazo.

Los resultados, dice Charlton, podrían ser indicativos de que las mujeres usan, o usaban, la capacidad de los compositores masculinos para crear música compleja como criterio para la elección de hombre.

En otras palabras: la habilidad musical es indicador de “buenos genes”.

Así pues, se puede concluir que la música y el sexo están íntimamente relacionados y que, bien coordinados, aumentan el placer de los sentidos y de las emociones.

La música tiene una gran capacidad de hacernos evocar escenas y provocar cosas en nosotros.

Esto, tratándose de erotismo, funciona igual: mediante ciertas características rítmicas, la música logra emular con mucha eficacia las sensaciones de la sexualidad humana.

Durante muchos años, el cine, la televisión y la pornografía han contribuido a que asociemos ciertos tipos de música con escenas eróticas, en muchos casos con recursos bastante burdos.

Sin embargo, hay características que hacen que la música sea más o menos amigable para acompañar sesiones de sexo.

Un estudio de la Universidad de Londres del 2012, analizó  una encuesta hecha a 2.000 usuarios de Spotify de entre 18 y 91 años.

Encontraron que las canciones suaves con un ritmo continuo, sin distractores, son las mejores para acompañar los encuentros íntimos. Por otra parte, no se recomiendan canciones que demanden atención o tengan cambios impredecibles que puedan eventualmente distraer a los ejecutantes.

El efecto neurológico de escuchar la música que te gusta mientras tienes relaciones no solo aumenta el placer; también ayuda a mejorar el rendimiento, gracias a su capacidad de reducir la fatiga física. Más aún si interactuamos con la música, mediante la sincronización con el ritmo o con las dinámicas de la canción.

Para que esto funcione, es importante que la música que se elija sea del gusto de los dos involucrados. El objetivo de la música es aportar al encuentro, no distraerlo para elevar la producción de dopamina, la hormona del placer.

El psicólogo musical Daniel Müllensiefen, de la Universidad de Londres, desarrolló un estudio llamado Science Behind the Song, La ciencia detrás de la canción, encontrando que más del 40 por ciento de los entrevistados dijeron que el escuchar música mientras estaban con sus parejas los volvía más creativos y estimulados.

De esto se desprendieron las siguientes conclusiones, que pueden servir como una recomendación inicial para que cada quién prepare su playlist sexual personal.

playlist sexual
playlist sexual

HEAVY METAL. Te gusta el sexo duro, esta música te llevan al éxtasis total; Los tipos Iron Maiden son tus compañeros ideales de cama. Este tipo de música influye en los hombres para que segreguen más testosterona y se embrutezca el deseo sexual. Después de llegar al orgasmo escuchando Metal, se pasa de una etapa muy enérgica a otra más tranquila.

REGGAETON.
 A pesar de que es el llamado “ritmo del sexo”, en realidad no es tan afrodisíaco como parece. Según el estudio, escuchar este tipo de música daña la parte simpática del hipotálamo, disminuye la capacidad cerebral y la memoria a corto plazo.

ROCK. hace que nos olvidemos de los problemas del día a día y mejora el estado de ánimo. La sensación de practicar sexo mientras se escucha rock es parecida al efecto embriagador del alcohol.

POP. Si quieres sexo divertido y pasar un buen rato con la pareja, hay que contar con David Guetta o Maroon Five. Sus efectos fomentan la alegría y son parecidos a aquellos que experimentamos al comer un dulce o una golosina.

MÚSICA CLÁSICA. Este género musical tiene la capacidad de tranquilizar a las personas e incluso hacer dormir a los bebés. Es ideal para disfrutar de un sexo pausado, duradero y relajante. Es recomendable para sexo tántrico.

BLUES Y JAZZ. Los ritmos relajados favorecen relaciones sexuales tranquilas, sensoriales y que unen de forma emocional a la pareja. Música de este tipo crea un ambiente cálido y sensual muy propicio para el sexo.

MÚSICA ELECTRÓNICA. Estos sonidos estimulan las hormonas energéticas, que al liberarse en el cuerpo generan hiperactividad, encuentros sexuales rápidos y pletóricos.

Todos nacemos con los instrumentos. Hagamos una sinfonía con ellos


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