Enlace Judío.- En una nota anterior vimos que la Mezquita Al-Aqsa, considerada hoy en día el tercer lugar más sagrado del islam, no es la «mezquita más lejana» mencionada en el Corán, principalmente porque fue construida varias décadas después de la muerte del Profeta Mahoma. En el mismo sentido se pronunció, entre otros, el abogado y periodista saudita Osama Yamani, que demostró en un artículo publicado en el periódico Okaz que Al-Aqsa no está ubicada en el Monte del Templo de Jerusalén, sino cerca de La Meca.

Pese a ello, después de la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando Israel recuperó Jerusalén Este, que desde 1948 estaba bajo ocupación de Jordania – una ocupación ilegal que no fue condenada ni por la ONU, ni por los países europeos, ni por nadie -, los árabes/palestinos emitieron una nueva teoría, según la cual Al-Aqsa no se refiere solo a la mezquita en sí, sino a todo el Monte del Templo. Lugar que es sumamente sagrado para los judíos también debido a que allí estaba antes el Templo de Salomón, destruido por los romanos en el año 70 d. C. Ello fue ocasionado, lo más probable, por el clamor de varias personalidades religiosas judías de construir una sinagoga en el recinto, que es el único lugar sagrado del mundo de los judíos, sin pensar que ello podría molestar a los musulmanes. Pero, aunque la pretensión de los judíos fue más que justificada y, además, humilde – se trataba de una mera sinagoga, no de un templo -, los palestinos se opusieron y, para colmo, desde entonces dejaron de utilizar el término de «al-Haram al-Sharif» con el que siempre habían nombrado el Monte del Templo, y pasaron a llamar a todo el complejo por el nombre de la mezquita, Al-Aqsa.

Sin embargo, en 2016, Mordechai Kedar, un erudito israelí de la cultura árabe, profesor en la Universidad Bar-Ilan y agente durante 25 años de la inteligencia militar israelí especializado en grupos islamistas, demostró que lo anterior es otro de los muchos inventos de los árabes intentando negar el nexo de los judíos con su tierra ancestral, basándose, principalmente, en dos documentos árabes.

El primero es un folleto sobre la historia del Monte del Templo elaborado por el Consejo Superior Musulmán en 1925, que por aquel entonces estaba dirigido por Hajj Amin al-Husseini, muftí de Jerusalén entre 1921-1948 y amigo de los nazis, intitulado «Una breve guía de Al-Haram al-Sharif, Jerusalén». El propio título del documento delata el nuevo embuste de los palestinos, ya que llama el Monte del Templo por su nombre de Al-Haram al-Sharif, y no Al-Aqsa. Pero además de ello, en dicha guía, Al-Aqsa aparece como capítulo aparte, igual que la Cúpula de la Roca, siendo mencionada como el nombre de la mezquita, y no de todo el recinto. Como si lo anterior fuese poco, en el folleto se lee: «La identidad del sitio con el Templo de Salomón está fuera de toda duda».

El segundo de los documentos que demuestran sin lugar a duda la teoría de Kedar es un mapa trazado en 1965, cuando la ciudad estaba bajo ocupación jordana, por el topógrafo Abd al-Rahman Ratz, que fue aprobado por la autoridad de turismo del Gobierno jordano. En dicho mapa, que es un documento oficial del Gobierno de Jordania, el Monte del Templo aún era llamado «Al-Haram al-Sharif» y la mezquita Al-Aqsa aparece como la mezquita ubicada en la parte sur del complejo.

Además de lo anterior, el mapa jordano delata otra falacia de recién invención de los palestinos. Y es que, según algunos de sus líderes – entre ellos, Sheikh Akrama Sabri, muftí de Jerusalén entre 1994-2006, según el cual: «todo (el complejo) es Aqsa» -, ahora resulta que el Templo de Salomón ni siquiera estuvo ubicado debajo de lo que hoy en día es la Cúpula de la Roca, uno de los monumentos musulmanes más famosos del mundo. Según esta nueva teoría – si es que tal atropello a la historia se pueda nombrar así -, el Monte Moriah de la Biblia no se ha encontrado, por lo que el Templo judío tuvo que estar en el Monte Sinaí, Egipto, o en el monte Gerizim, en Cisjordania. Sin embargo, en el mapa jordano el Monte Moriah no solo aparece mencionado, sino que, además, está rodeado en color rojo.

Si a lo anterior añadimos que en el árabe clásico el nombre de Jerusalén es «Bayt al-Maqdis», que significa «templo», las falacias palestinas se caen en picado, ya que, a diferencia de los judíos, los musulmanes nunca han tenido templos, sino mezquitas. Dicho en otras palabras: el propio nombre de Jerusalén en árabe delata que, hasta la década de los sesenta del siglo pasado, los árabes siempre se refirieron a Jerusalén como la Ciudad del Templo.

El profesor Mordechai Kedar justifica la obcecación de los palestinos de reconocer el legítimo derecho de los judíos sobre su capital, Jerusalén – que nunca en la historia fue la capital de otro pueblo, más que del judío – en el Corán, según el cual el islam no vino al mundo para vivir en paz con las demás religiones, sino para sustituirlas. Según el libro sagrado musulmán, el judaísmo y el cristianismo son «Dean Al-Batl», o religión falsa; mientras que el islam es la «ley Haq», o religión verdadera. Por lo que está claro que el regreso de los judíos a su tierra es una amenaza teológica. Es una situación parecida a la que se dio en el cristianismo, según la cual los judíos tienen que vagar por el mundo hasta el día del Juicio Final. Por lo cual, está claro que el retorno de los judíos a Eretz Israel, la Tierra de Israel, invalida los postulados de ambas religiones.

Si alguien no ha entendido aún qué subyace tras el conflicto palestino-israelí, a qué se debe su prolongación durante décadas, en lo anterior tiene una de las respuestas – aunque hay más. Se trata de una verdadera guerra teológica – en pleno siglo de la física cuántica, de los colisionadores de hadrones y de los viajes espaciales -, en la que la disputa por Jerusalén no es más que su cúspide.

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