Enlace Judío México e Israel / Rab Berel Wein – Es interesante observar que la Torá, en sus primeros capítulos, trata de la vida de los individuos con un enfoque aparentemente muy limitado. Nos retrata la sociedad en general y nos cuenta los acontecimientos que condujeron al cataclismo del diluvio que destruyó a la mayor parte de la humanidad, pero incluso entonces, la Torá se centra en la vida de un individuo, Noé y su familia. Esta pauta continúa también en la lectura de esta semana, con la historia de la civilización humana condensada y vista a través del prisma de la vida de un individuo, Abraham, su esposa Sara, y sus retos y dificultades.

A diferencia de la mayoría de los libros de historia, que usualmente se centran en la perspectiva general y la visión universal de las cosas, la Torá hace hincapié en que la historia y los grandes acontecimientos surgen de las acciones de los individuos y, aunque el Cielo preordena los acontecimientos y las tendencias, sólo se producen cuando los individuos, por su elección, los ponen en práctica y los hacen realidad. El profeta Isaías describió a Abraham como “uno” – único, solo, individualista… importante e influyente.

A menudo pensamos que un individuo realmente no hace mucha diferencia en el mundo de miles de millones de seres humanos. Sin embargo, toda la historia nos enseña que los individuos son los que dan forma a los acontecimientos en la historia de la humanidad. Porque cada individuo contiene en su interior semillas de potencial y de generaciones futuras, de acontecimientos aún no visibles ni predichos.

La grandeza de Abraham se nos revela en la Torá a través del hecho de que era una persona de fe fuerte y duradera. Se nos enseña que su fe en Dios nunca vaciló y que el Señor consideró ese rasgo de fe como la justicia que lo transformó en el padre de todas las naciones. Sin embargo, la fe en Dios lleva consigo el corolario de la fe en uno mismo y en su propósito en la vida. Hay una gran diferencia entre el veneno de la arrogancia y la prepotencia y la bendición de la confianza en uno mismo y la autoestima.

Abraham se describe a sí mismo como si no fuera más que polvo y cenizas. Sin embargo, como único individuo que se enfrenta a reyes, ejércitos, sociedades y a las costumbres aceptadas de la época, confía en el éxito de su misión, al llamar a la humanidad para que escuche, a lo largo de milenios, el nombre y la soberanía del Señor.

El sentido de la misión que llevamos dentro es lo que impulsa nuestra creatividad y nuestras realizaciones en todas las esferas de nuestra existencia. El viaje del pueblo judío a través de las épocas de la historia y los países de este planeta son los viajes de nuestro padre Abraham y nuestra madre Sara durante sus vidas. Ambos viajes están impulsados por este sentido primordial de la misión, de la importancia y el valor de cada individuo que comparte ese sentido de la existencia con propósito.

Fuente: torah.org