Enlace Judío – Digamos que desde que surgieron las primeras variantes del virus SARS-CoV-2 aprendimos que una sustituía a la anterior. Como si fueran novios sumamente fieles, al llegar la nueva chica decentemente acababan su relación y comenzaban su nueva aventura. Así fue como el virus original que surgió de Wuhan a finales de 2019 ya no existe más, es cosa del pasado; al cabo de poco tiempo de circular entre la población fue abandonada por otra.

La primera variante en llegar fue la D614G, así llamada por la mutación que contiene y porque en ese entonces aún no se nombraban con letras griegas. De esta forma D614G luego de suplantar al virus de Wuhan mantuvo su reinado varios meses, convirtiéndose incluso en el molde de algunas vacunas.

La variante Alfa llegó después, y se instaló con seguridad gracias a la ventaja que tenía: era mucho más contagiosa que D614G. Con esto, D614G salió del escenario y dejó a Alfa desarrollarse con libertad. Este atractivo, el ser más contagiosa, hizo que fundara una larga estancia. Y así, saltándome el curso de la historia que ya conocemos, llegamos a la variante en turno, a la intrépida y mucho más contagiosa Delta.

Pues bien, ahora es cuando esta historia que más parece el Día de la Marmota (película Atrapado en el Tiempo de 1993 con Bill Murray y Andie MacDowell) que cualquier otra cosa, comienza a simular un triángulo amoroso a modo de exótica y dramática novela. Ahora, las contendientes se enfrentan de una forma inusual.

La aptitud de infectividad, medida en contagiosidad que Delta tiene sin discusión alguna, ya no es la única característica de ventaja. Así como si de pronto en una competencia olímpica de natación los jueces calificaran no solo con base a la velocidad medida en tiempo sino también se fijarán en cuánta agua desplazan los nadadores en cursar la alberca. Michael Phelps, que sin duda es el nadador más veloz seguiría siendo el rey del medallero por su tiempo récord, pero tendría que posiblemente compartir el pódium con alguno de los otros competidores ya que no necesariamente sería también Phelps quien menos agua desplaza al nadar. Son dos aspectos distintos, ambas cualidades que dan bastante ventaja, incluso que se relacionan, pero que se miden de forma distinta.

Una variante del SARS-CoV-2 mucho más transmisible que Delta es realmente difícil; Delta es la maestra en ese terreno. Por lo que Ómicron para sobresalir, tuvo que presentarse con una nueva baraja, con una aptitud propia, que le diera lo suficiente para destacar sin tener que hacer un mano a mano con delta. Rivales, compitiendo por lograr infecciones, pero ambas siendo ganadoras en distintas disciplinas; aprendiendo el arte de la coexistencia: no son mutuamente excluyentes.

Con más de dos años de pandemia, tantos millones de contagiados en el mundo y más de ocho mil millones de dosis de vacunas aplicadas a la población global existe una gran inmunidad: natural, artificial e híbrida. Una situación que hace dos años era inexistente. Cuando empezó la pandemia, nadie habíamos tenido contacto con el virus, no habían vacunas, por lo que todos éramos susceptibles a él; así que incluso un virus no tan hábil podía ocasionar la suficiente mortalidad para llamar la atención y los suficientes casos, entre ellos muchos asintomáticos, para propagarse a todos lados con éxito.

Pero esas aptitudes hoy serían realmente inútiles. Como si trajéramos al buen Pelé con sus goles de 1958 o a Maradona de 1986 para enfrentarse 90 minutos contra los prodigios Ronaldo o Messi de hoy, los tiempos son otros, y hasta las bolas y los tacos han evolucionado: incluso hoy ya contamos con tecnologías como VAR. No sé gran cosa de futbol, pero me imagino que las exigencias hoy son mayores, o al menos distintas. Por ello, si hoy dejáramos correr entre la población mundial actual al virus original que surgió de Wuhan, no creo que llegaría demasiado lejos. Ya ese virus original ha dejado de ser pertinente para el contexto actual. Como si de pronto Napoleón montado en su caballo o los Caballeros del Rey Arturo protegidos por pesadas armaduras enfrentaran el poderío tecnológico de cualquier ejercito actual.

Es por ello que Ómicron, para sobresalir y permanecer tenía que mostrar cualidades relevantes para la situación mundial actual. Aptitudes únicas que no la obligaran a competir por la exclusividad del reinado, no, sino que le permitieran estar a la misma altura pero por méritos diferentes. Tenía que diversificarse. No me cabe duda que es un gran ejemplo de innovación. De evolución. De adaptación, que logró ya sea por su larga permanencia lejos del radar, por haber pasado una temporada en algún otro animal, o bien por haberse transformado lentamente en alguna persona con inmunosupresión. Sin embargo, Ómicron sabe que hay mercado para todos y se conforma con coexistir. El monopolio, la monógama de las variantes quizás haya ya terminado. Según datos preliminares, a Ómicron no le importa reinfectar a alguien que ya tuvo COVID-19. Eso era una preferencia de las anteriores variantes, menos sofisticadas. Las anteriores respetaban a los sobrevivientes, eran ahuyentadas por los vacunados. Pero a Ómicron esto le es casi irrelevante. La exclusividad pareciera cosa del pasado.

Expertos como el científico Trevor Bedford o el analista Tomas Pueyo proponen tres posibles escenarios para esta encrucijada. Y solo el tiempo nos dirá cómo evoluciona esta trama. Claro que posiblemente exista una cuarta alternativa que con tantas variables en juego solo a la naturaleza se le ocurrirá.

Una de las tres opciones, de las hipótesis propuestas, es que Ómicron muestre ser claramente más contagiosa que Delta y la quite de su camino como sucedió cuando arribó Delta y eliminó a las demás. Sabemos que, a hoy, Ómicron domina los casos en Sudáfrica y está teniendo un crecimiento en casos exponencial en países como Dinamarca y Gran Bretaña, sin embargo aún no sabemos si Delta quedará eliminada o permanecerá latente, sin ser erradicada por completo, y más bien esperando a que encuentren entre ellas una especie de estabilidad.

Ahora estamos viendo la entrada triunfal de Ómicron, pero debido a que es lo suficientemente contagiosa para propagarse pero porque también evade con gran asertividad la inmunidad de las personas tendrá quizás la oportunidad de aprovechar esta ventaja dual para esparcirse ampliamente junto con Delta, sin estorbarse. La tercera y menos probable alternativa sería que Ómicron no sea más que una falsa alarma y sólo sea muy evasora de la inmunidad pero cero contagiosa… por lo que no avanzaría nada y acabaría. Muchos coinciden en que las características de Ómicron le proveen la oportunidad para coexistir y con ello también fungir como un regulador de Delta. Más que una batalla, será una danza.

Esta coexistencia, si es que realmente prevalece, no sería la primera vez en que lo vemos en virus que consiguen convivir, a veces incluso en una misma persona. Un ejemplo de ello sucede con algunas cepas del virus de la influenza en que pueden cocircular, e incluso coinfectar, haciendo que las vacunas que actualmente aplicamos las incluyan a ambas. No sería descabellado pensar en que además, habrían mezclas;  los virus les encanta recombinarse, experimentar y posiblemente veamos descendientes de esta danza entre Delta y Ómicron. Aunque solo el tiempo y el monitoreo lo confirmará. Como hemos visto, los virus son dinámicos, se adaptan bien a los cambios, (mejor que nosotros), y encuentran siempre como superarse (sin duda mucho que aprender de ellos).

Con la evidencia que tenemos a hoy ha sido claro que Ómicron sabe traspasar la barrera de inmunidad natural en recuperados, le ha importado menos si una persona esta vacunada, y aunque las vacunas siguen protegiendo contra lo mas grave gracias a la robusta y casi inviolable respuesta celular (linfocitos T), éstas no están impidiendo la infección. Gracias a estos linfocitos T generados por las vacunas y a los refuerzos aplicados en muchos de los países con urgencia, es que hasta ahora se ha observado que los casos por esta variante son menos severos que con las anteriores. Esperemos que esto se confirme también para poblaciones con comorbilidades y personas de mayor riesgo. Pero por lo pronto sí parece que los cuadros clínicos de COVID-19 por Ómicron son más bien de vías respiratorias superiores, más gripales, posiblemente porque Ómicron infecta con menos virulencia los pulmones. Aún es pronto para saberlo con certeza pero al menos son los datos preliminares que científicos y médicos han compartido según sus estudios y observaciones.

De todas formas, y esto es muy importante, esta y todas las variantes viajan primordialmente por el aire, así como Pelé, Ronaldo y todos los futbolistas que existan, jugarán en una cancha de pasto. Phelps podrá seguir perfeccionándose y buscando nuevas cualidades que calificar en el agua, pero nunca dejará de mojarse al nadar. Así que, sea Alfa, Delta, Ómicron, Rho, Pi o la que venga, los SARS-CoV-2 son virus aéreos que detenemos sumando varias medidas de mitigación como el uso adecuado de un buen cubrebocas, la ventilación de espacios cerrados, y evitando las aglomeraciones. Ya lo sabemos, y como dice la Dra. Sandra López-León, epidemióloga, “al final de cuentas, si no hubiera secuenciación tendríamos que seguir cuidándonos con estas mismas medidas hasta que termine la pandemia”.

Así que mientras se esclarece qué sucederá en este encuentro de variantes, pudiendo incluso éste ser el paso a la etapa endémica de la pandemia: cuídate (mejora la calidad de tu cubrebocas), vacúnate (y aplica la tercera dosis si no lo has hecho), y evita contagiarte (porque aunque se confirme que COVID-19 por ómicron sea menos grave, aún no sabemos su efecto en el Long COVID).

 


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