Enlace Judío México e Israel- Hay un viejo adagio que reza que la mujer del César deber ser honesta y parecer honesta. Ese es el deber ser de la vida y los servidores públicos. En un país como Israel, donde los políticos y funcionarios están permanentemente bajo la lupa de los medios de comunicación, esto constituye una realidad que puede llegar a atosigar.

Son muchos los casos de personajes importantes que han pagado caro sus desmanes. El presidente Ezer Weizman, el presidente Moshe Katzav, Ehud Omert, Arieh Edery. No ha habido contemplaciones respecto a aplicar el peso de la ley. Pero ya antes de una sentencia legal, la suerte estaba echada. La media, el llamado quinto poder de la opinión pública, es muy poderoso.

El ex primer ministro Benjamín Netanyahu ha sido la figura dominante de la política israelí por casi dos décadas. Una persona de inteligencia inusual, de preparación académica, de familia importante y muy trabajadora. Los logros de Netanyahu son innegables en muchos aspectos. En economía, llevando a Israel a los niveles más altos de su historia. En política exterior, a pesar de una poco vendible posición de derecha. Los Acuerdos de Abraham y la denuncia de Irán.

Ha sido siempre un personaje controvertido. Su propia fortaleza y hasta superioridad lo hacen antipático a los ojos de muchos. Ha sido muy longevo en el ejercicio de la primera magistratura y la campaña para sacarlo requirió varios comicios y la formación de una extraña coalición de gobierno, de partidos que no comparten ideologías y cuyo pegamento es que Netanyahu no regresara al poder.

Tiene varios años con acusaciones por cargos de corrupción, de falta a la confianza depositada en su persona como gobernante. Los casos fueron muy grandilocuentes en principio, y han ocupado los titulares de información y los comentarios.

En estos días, se habla de un posible acuerdo entre la fiscalía y Netanyahu. El acuerdo reconocería ciertas faltas, se le eliminarían algunos cargos y se daría por terminado un largo proceso que no le hace ningún bien a la sociedad israelí y sus instituciones. Para quienes han seguido los casos, las acusaciones y los argumentos de la defensa, esta modalidad de acuerdo entre las partes resulta muy extraña. Queremos entender que todos son buenos ciudadanos, y que esta solución de compromiso ahorra malos ratos a todos, y es lo mejor para Israel. Queremos creer que priva el interés nacional por encima de cualquier otra cosa. Pero…

Hoy hay opiniones divididas en Israel. Quienes sostienen que los juicios deben llegar a sus últimas consecuencias y determinar culpabilidad y condena, o inocencia. Quienes argumentan que lo mejor es parar aquí, como mencionamos antes, por el bien general.

Lo cierto de todo es que un acuerdo entre las fiscalía y Netanyahu aleja a este último de la vida política, trunca sus ambiciones y constituye una salida poco honorable de una carrera labrada con tesón y esfuerzo. El resultado es el que se quería en las últimas cuatro o cinco elecciones: que Netanyahu no siguiera siendo la figura dominante de la política israelí.

El alejamiento de Netanyahu de la política constituye el diluyente del pegamento que sostiene la coalición. También es el detonante de la lucha por el poder en su propio partido. Estos escenarios, no son del agrado de muchos.

La carrera de Benjamín Netanyahu, con sus aciertos y errores, merece un mejor final. Conozco la experiencia de otros países que anulan políticos carismáticos, y a la vuelta de unos años las consecuencias resultan funestas.

A decir verdad, cuando se inician acusaciones con amplia difusión mediática, el daño está hecho. El acusado ya es culpable de antemano.

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