Enlace Judío – Caminar por el Shuk Hacarmel, el estupendamente caótico mercado de Tel Aviv, es una experiencia única. En medio de una ciudad caracterizada por nuevos desarrollos, tecnología y modernidad, todos los días se erige un residuo de un pasado que poco a poco va desapareciendo.

Entre empujones, gritos y olores a especias, los visitantes negocian a regañadientes el precio de los productos que desean adquirir. La arquitectura del lugar coincide con el ambiente: un camino estrecho, largo y un tanto desorganizado, rodeado por puestos en carpas de distintos colores. Sin embargo, los días del Shuk Hacarmel como lo conocemos están contados. Pronto sucumbirá a la última etapa de su gentrificación.

A principios del año, el alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai, anunció un plan para remodelar el icónico mercado. Los renders muestran un proyecto que se asemeja más al de un centro comercial al aire libre: espacios más amplios, estructuras modernas y lugares para descansar son las bases del boceto. Es claro que el carácter del Shuk Hacarmel ya no será el mismo. Aunque eso sea penoso por sí mismo, la inquietud sobre la inminente renovación es otra: la gentrificación de aquellos que trabajan en el mercado. 

La gentrificación se define como el proceso en el que un espacio urbano popular es transformado por influjos de capital público o privado, resultando en un incremento de precios que fuerza la salida de los habitantes o trabajadores originales que afecta su estabilidad económica.

Como lo documentó la académica Liora Gvion en 2017, el Shuk Hacarmel lleva tiempo en un proceso de gentrificación generada por el cambio del carácter de los barrios adyacentes. Lo que antes era una colección de vecindarios de clase baja habitados por judíos yemeníes se convirtió en una zona de clase media-alta primariamente poblada por ashkenazíes (judíos provenientes de Europa).

Como resultado, Shuk Hacarmel vio un cambio en el tipo de productos que se vendían. Ahora, según Gvion, el mercado funge como una tienda minorista con productos convencionales.

Hasta ahora, los vendedores del mercado siguen siendo en su mayoría yemeníes, descendientes de los trabajadores originales. No obstante, la próxima renovación pone en peligro su permanencia. Recientes proyectos de la misma índole en Tel Aviv han desplazado a habitantes y trabajadores originales de vecindarios como Givat Amal, Kfar Shalem, el centro de Yafo, así como el barrio colindante con el mercado, Kerem Hateimanim

De por sí afectados económicamente por la pandemia, los vendedores del Shuk Hacarmel se podrían ver golpeados por la renovación si esta opera como lo ha hecho en el resto de Tel Aviv en la última década: gentrificando.

“Una ciudad con todos los colores del arcoíris” cantaba Aris San en su oda a Tel Aviv, haciendo referencia a su diversidad que con cada gentrificación se ve más y más lejana.

 


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