Enlace Judío – El terror ha vuelto a ganar. Ataque tras ataque, se apodera de todo su alrededor. Las vidas de sus víctimas, la tranquilidad de sus conocidos y la cotidianidad de un país. De un día para el otro, la desesperación, la confusión y el enojo prevalecen. Los terroristas están cumpliendo su objetivo: sembrar miedo en una sociedad, hacerle perder su sentido de seguridad y regresarla a su instinto más primitivo, la supervivencia a toda costa. Bajo este panorama se presenta una disyuntiva crucial para los líderes sociales: reaccionar con represalias a nivel sociedad o con objetivos dirigidos.

La popularidad de la ideología de los extremos depende de la violencia constante, del miedo y del enojo. Los ataques de terroristas a ciudadanos israelíes de la semana pasada, que han dejado 11 personas muertas, aseguran a grupos fundamentalistas islámicos en Palestina otra ronda de la fórmula que siempre les ha funcionado.

En medio de la desesperación, algunos líderes israelíes hacen un llamado a represalias más fuertes, pretendiendo que después de 74 años, esta vez funcionen. Esta historia ya se ha contado. La reacción en la narrativa es predecible. Políticos israelíes extremistas dicen “miren a esos árabes que matan indiscriminadamente, no se puede negociar con ellos, aprenderán con la fuerza”, viendo su aceptación pública subir.

A su vez, las represalias empoderarán a líderes palestinos terroristas: “miren a esos soldados judíos que ocupan nuestras ciudades con cada vez más fuerza, no se puede negociar con ellos, la única alternativa es el terror”, incrementando su popularidad en el proceso. Hoy en día, Hamás es el movimiento político más popular en Palestina y el islamismo gana terreno con árabes en todo Israel.

Por décadas, este ida y vuelta de ataques, represalias y contraataques ha sido la manera en la que el conflicto ha sido manejado, asemejándose a un torbellino marino que ahoga a dos pueblos. Hay momentos en los cuales las olas son más grandes y otros en los qué hay una calma relativa, pero de cualquier manera están atrapados en la marea de un océano que parece interminable.

Las reacciones de una guerra que no se puede ganar vuelven a apoderarse de los espacios. La reacción de algunos palestinos celebrando la muerte es grotesca por sí misma pero tiene menos lógica aún considerando que algunas de las víctimas fueran árabes, una población que dicen defender.

Del otro lado, israelíes manifestándose ante los ataques pidiendo la muerte de los árabes, ignorando que policías palestino-israelíes como Amir Khoury y Yazan Falah han perdido la vida deteniendo los alentados. Aún peor, colonos en Hebrón tratando de hacer justicia por su propia mano y atacando a palestinos inocentes sólo por ser árabes.

Para quienes se empeñan en ver el conflicto como un partido de fútbol en el que un equipo compite contra el otro, será fácil hacer llamados a la violencia, el castigo colectivo y las generalizaciones. Precisamente las circunstancias que alimentan y habilitan el derramamiento de sangre.

En tiempos como estos, se necesitan líderes fuertes que se alejen de medidas populistas y escalen el conflicto provocando olas más grandes. Espero que Naftali Bennett emprenda estrategias para castigar a los responsables, pero no debe sucumbir ante aquellos que piden represiones colectivas, por el bien de los israelíes y los palestinos inocentes. Es ampliar un círculo vicioso sin final.

Por último, quisiera dedicar un párrafo a aquellas personas cuya vida fue arrebatada injustamente por ataques terroristas en los últimos días: Amir Khouri, Avishai Yehezkeli, Dimitri Mitrik, Doris Yahbas, Laura Yitzhak, Menahem Yehezkel, Moshe Kravitzky, Shirel Abukart, Victor Sorokopot, Yazan Falah y Yaakov Shalom.


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