Enlace Judío – La semana pasada se conmemoró Iom Hashoá, el día del recuerdo del Holocausto. Con motivo de lo anterior, me dediqué a leer The Tree of Life, la épica trilogía de Java Rosenfarb. Es una obra maestra. Es amplia, de desarrollo lento, y, como la describió la novelista americana Dara Horn, “auténticamente judía”.

En una cultura predominantemente cristiana en donde abundan las historias edificantes, de redención y de altruismo, en donde aspiramos a obtener una lección inspiradora de las situaciones más oscuras, Rosenfarb logra todo lo contrario. La autora muestra el Holocausto como ella lo vivió: en un gueto sucio, destrozador, doloroso, con aliento a muerte, a lado de personas desagradables y en medio de un mar de egoísmo.

En el primer libro, Ronsenfarb hace una larga representación de la vida judía en Lodz antes del gueto. Nos presenta a diez personajes, ampliamente desarrollados, en los meses previos a que Alemania invadiera Polonia en 1939. Las primeras trescientas páginas de la novela nos muestran a gente ordinaria: jóvenes perdidos en su elección de carrera, adolescentes idealistas que se vuelven comunistas, bundistas o sionistas, adultos con problemas maritales y filántropos desesperados por conseguir donaciones. Hay personas con buenas intenciones buscando ganarse la vida honestamente pero también hay estafadores y pedófilos. 

Queda claro que para Ronsenfarb, Lodz no es una idea. Es una ciudad diversa en su judaísmo, compleja y con tensiones. Más allá de ser casa de un cúmulo de víctimas, en Tree of Life se entiende la urbe polaca como un lugar real, llena de oprimidos y opresores, de gente con sueños y de gente que perdió la capacidad de soñar, de religiosos y seculares, de pobres y ricos. Cada uno de los habitantes de Lodz que describe Rosenfarb está cargado de problemas privados, tanto banales como profundos, del peso de las decepciones o de la nerviosa emoción del libre albedrío.

Llegando al Gueto de Lodz, en el segundo libro, ninguno de los personajes cambia en esencia. Cada uno sigue teniendo sus meditaciones privadas, sus responsabilidades, sus defectos y sus virtudes. Lo único que se modifica es el lugar donde se desarrolla su vida y las nuevas dinámicas que los afectan. Las mismas diez personas que conocimos extensamente en el primer libro ahora se encuentran en un lugar inhumano, sujetos a los horrores del Holocausto y a las opresiones de los nazis, pero también de los Judenrat, los concejales que gobiernan el Gueto de Lodz.

El libro avanza y los años van pasando pero la historia sigue siendo la misma. No hay actos heroicos o redentores. Si bien hay algunas muestras de altruismo, no hay un personaje sobrehumano que se convierta en el mesías de otros o un grupo que derroque a los poderes de la opresión. El arte, la poesía y la música pueden dar a la gente pequeños descansos de la quebrada realidad, pero no es posible eliminarla.

Las personas son iguales a las descritas en el primer libro, salvo que ahora bajo el yugo del hambre, las luchas de poder y el sadismo de los nazis. Algunos personajes mueren tortuosamente, otros son deportados del gueto y otros se ven envueltos en una lucha de poder por los puestos del Judenrat.

Tree of Life es una obra difícil de leer. En la cultura popular respecto al Holocausto se resaltan sus Justos Entre las Naciones, los héroes que se revelaron o a aquellos que mantuvieron una esperanza frente a la oscuridad, pero para la mayoría de las víctimas y sobrevivientes, la versión de Rosenfarb es más cercana: un mundo tormentoso sin heroísmo donde abunda el hambre extrema, la esclavitud, donde las crisis personales se intensifican y donde la angustia reina todo el tiempo. Un mundo lleno de humanos ordinarios con todo lo que eso implica. 


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