Enlace Judío México e Israel – Como han subrayado repetidamente las familias de las víctimas del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, las declaraciones por sí solas no harán responsabilizar a Irán.

Por SHARON NAZARIAN

Los diálogos de Viena, destinados a reactivar el acuerdo nuclear de 2015 con la República Islámica de Irán, se encuentran en un punto muerto debido a la negativa de Estados Unidos a levantar la designación de terrorista al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI). Las familias de las víctimas estadounidenses del terrorismo patrocinado por Teherán han instado al presidente Joe Biden a rechazar la petición. Pero ellas no son las únicas preocupadas por esta organización asesina que ha aterrorizado a civiles inocentes en todo el mundo durante más de cuatro décadas. Las comunidades minoritarias vulnerables del Medio Oriente —que representan a poblaciones de diversas confesiones, etnias, géneros y orientaciones sexuales que han sido sistemáticamente maltratadas por la República Islámica— también están pendientes de si el CGRI, su eterno atormentador, será excluido de la lista de organizaciones terroristas.

Estados Unidos tiene en su arsenal jurídico una de las herramientas más eficaces del mundo para perseguir a los agentes y activos del CGRI, y así paralizar su misión de tomar vidas inocentes. Las designaciones de Washington como Organización Terrorista Extranjera (FTO, por sus siglas en inglés) y como Terrorista Especialmente Designado (SDGT, por sus siglas en inglés) no solo ofrecen la posibilidad de emprender acciones penales, congelar activos, y prohibir visados y admisiones, sino que también permiten a las víctimas demandar por daños civiles. Además, la capacidad de aplicar medidas punitivas extraterritoriales permite a Occidente emprender una cacería mundial de los militantes y la infraestructura terrorista del CGRI. Las sanciones occidentales impuestas tras la invasión rusa de Ucrania han demostrado una vez más la importancia de un régimen de sanciones sólido para hacer frente a los actores estatales corruptos.

La preocupación de las comunidades más vulnerables del Medio Oriente por la posible reducción de las sanciones contra el CGRI fue el tema central de una declaración emitida recientemente por el Grupo de Trabajo sobre Minorías del Medio Oriente de la Liga Antidifamación (ADL). El grupo de trabajo, del que tengo el privilegio de ser copresidente, reúne a destacados expertos y defensores de las comunidades vulnerables del Medio Oriente. Los miembros del grupo de trabajo se hicieron eco de muchos otros expertos y defensores en todo el mundo al pedir al gobierno de Estados Unidos que mantenga la designación de terrorista del CGRI. Uno de los miembros del grupo de trabajo advirtió: “Retirar al CGRI de la designación de terrorista extranjero sería una bofetada en la cara a los cientos de miles de víctimas inocentes, desde las minorías iraníes hasta los inocentes de toda la región, desde Israel hasta Irak, desde Líbano hasta Yemen, y tantos otros”.

Para la República Islámica, el CGRI es un arma tan potente como el arsenal nuclear para intimidar a quienes son blanco del régimen. El Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian, dijo en marzo que las sanciones al CGRI constituyen una “línea roja” para los diálogos de Viena. El compromiso inquebrantable de Teherán con el CGRI, al que el ayatolá Jomeini respaldó alguna vez diciendo “Ojalá yo fuera parte del CGRI“, no debería sorprendernos.

Estados Unidos y sus aliados deberían estar tan comprometidos en responsabilizar al brazo terrorista de Teherán como la República Islámica está comprometida en rehabilitarlo. En marzo, el Director General de la ADL, Jonathan Greenblatt, hizo un llamado a una “política de cero tolerancia con el terror” al oponerse a la exclusión del CGRI de la lista. Se preguntó, “¿Cuál es la justificación para eliminar las sanciones a individuos cuyas manos están empapadas de sangre, como Mohsen Rezeai, el autor intelectual del atentado contra la AMIA en 1994, en el cual murieron 85 personas y cientos quedaron heridos en Buenos Aries, Argentina?”

Es tranquilizador escuchar a los funcionarios estadounidenses llamar a la CGRI por lo que es. Cuando Andrea Mitchell, de NBC, preguntó al Secretario de Estado Anthony Blinken durante una entrevista el mes pasado si el CGRI es una organización terrorista, él respondió: “Lo es”. Dos semanas después, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, pareció rechazar durante una rueda de prensa la exigencia de Teherán de excluir al CGRI de la lista para retomar el acuerdo nuclear, calificando a la República Islámica como “el principal estado patrocinador del terrorismo en el mundo”. Price añadió que “utilizaremos todas las herramientas apropiadas para hacer frente al papel desestabilizador del CGRI en la región, incluyendo la estrecha colaboración con nuestros aliados en Israel”.

Pero como han subrayado repetidamente las familias de las víctimas del CGRI en Estados Unidos y el Medio Oriente, las declaraciones por sí solas no harán que el CGRI se responsabilice. Mantener las sanciones y garantizar su estricta aplicación es la clave de la disuasión. Retirar al CGRI de las listas de FTO o SDGT socavaría la integridad de las sanciones estadounidenses al debilitar la capacidad del gobierno de Estados Unidos, así como de las víctimas del terrorismo, de perseguir al brazo asesino de Teherán en los tribunales.

El CGRI está comprometido con una campaña genocida contra los judíos —como se refleja en el promesa del expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad de que Israel debe ser “borrado del mapa“—, pero también persigue a otros. A lo largo de los años, musulmanes de diversas denominaciones, así como bahaíes, también han sido víctimas de masacres llevadas a cabo por el CGRI y sus afiliados en el Medio Oriente. En 2016, funcionarios de las Naciones Unidas acusaron a una milicia afiliada al CGRI de ejecutar a al menos 82 miembros civiles de la comunidad árabe sunita —privada de sus derechos— en el este de Alepo, en Siria. Las milicias chiíes respaldadas por el CGRI también han estado implicadas numerosas veces en asesinatos en represalia de decenas de árabes suníes en Irak. Además, la milicia Houthi, respaldada por el CGRI, tiene como objetivo a los bahaíes en Yemen y un destacado estratega de los Houthi declaró: “Vamos a masacrar a todos los bahá’ís“. El CGRI sigue siendo indiscriminado en su ataque a las comunidades de riesgo del Medio Oriente.

Por ello, el Grupo de Trabajo sobre Minorías del Medio Oriente de la ADL, que reúne a expertos y defensores de diferentes religiones, etnias y posiciones políticas, se mantiene unido en su llamado a que se mantengan las designaciones terroristas del CGRI y sus entidades y operativos. En un mundo cada vez más polarizado, el notable consenso en todo el espectro político del Medio Oriente y Estados Unidos en relación a mantener la designación del CGRI debe tomarse como una señal del compromiso mundial de exigir responsabilidades al CGRI. Con miras al futuro, las conversaciones de Viena deben tener en cuenta ese sentimiento global y otros gobiernos deberían seguir el ejemplo de Estados Unidos al designar al CGRI como lo que es: una entidad terrorista despiadada.

Sharon Nazarian es Vicepresidenta de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación (ADL) y copresidenta del Grupo de Trabajo sobre Minorías del Medio Oriente de la ADL.

Esta columna se publicó originalmente en inglés en The National Interest.


 

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