Enlace Judío – Michael Brizon, que suele firmar sus artículos como B. Michael, acaba de publicar una columna en Haaretz llamada “Es tiempo, para nosotros los judíos, de regresar al exilio”. Una radiografía excelente de la decadencia espiritual de la izquierda judía.

B. Michael suele soltar fuertes dosis de sarcasmo en sus notas, así que cabe la posibilidad de que ese artículo no sea tan en serio. No, por lo menos, en lo que respecta a él. Pero lo escribe no porque tenga mucha imaginación y quiera pasarse de chistoso, sino porque sabe que hay gente que piensa así. Y tal vez él mismo piense así. Por lo menos, en Haaretz es bastante probable que piensen así.

¿Qué piensen cómo?

Vamos a decirlo en estos términos: que piensen en la lógica de una izquierda judía en general, e israelí  en particular, que ha perdido el rumbo. Por supuesto, me refiero a sus sectores extremistas que, si bien no son toda la izquierda, sí son sintomáticos del problema que enfrenta este particular modo de ver la vida.

Vamos a partir de la suposición que B. Michael habla por sí mismo al decir que es hora de que volvamos al exilio, y veamos en ello el severo abismo en el que muchos intelectuales de izquierda están hundiéndose.

Sus ideas son sencillas y directas: él es un judío del exilio, un territorio que, junto con todo el pueblo judío, aprendió a reconocer como su patria. Específicamente, en los libros. Un territorio que “sacó lo mejor de nosotros”, y que nos fue agresivo “algunas veces”. Pero, a fin de cuentas, un territorio que se había convertido en nuestra zona de confort, un espacio en el que podíamos dedicarnos a la sapiencia mientras el resto de las naciones continuaban en su brutalidad.

Por eso se dice totalmente decepcionado de que el recuperar un territorio, volvernos otra vez una nación como las demás, nos haya convertido en eso que tanto rechazamos en otras épocas. Él ya no le ve sentido al Estado de Israel. Por eso apela a que nuestra mejor opción es volver al exilio.

Suena a broma. Tal vez lo sea por parte suya —así lo espero—. Pero repito: lamentablemente, hay mucha gente para la que no es broma. Y los judíos de izquierda son uno de tantos grupos que piensa así.

Esto se hace particularmente notorio en la izquierda estadounidense. Ya sabes: todo ese judaísmo de la costa este, demasiado culto como para rendirse al pecado de opinar bien de un país descaradamente capitalista, como Israel. Los judíos de izquierda en Europa piensan igual, si no es que peor. Y los judíos de izquierda en Israel no están tan lejos de estas taras culturales.

Es sintomático de un severo problema que tiene la izquierda en todo el mundo: se ha desconectado de la realidad.

En su origen, es el viejo conflicto entre Ben Gurión y Jabotinski. El primero siempre insistiendo en la prioridad de la diplomacia y la negociación; incluso, por encima de eso, la prioridad de que los judíos fuéramos siempre buenos. El segundo, insistiendo en que si queríamos recuperar nuestro país, no tendríamos más alternativa que pelear; y no sólo pelear, sino incluso derrotar y aplastar a los árabes.

Ben Gurión mantuvo hasta las últimas consecuencias sus expectativas de resolverlo todo por la vía pacífica, pero al momento de declarar la independencia y comenzar con la primera guerra árabe-israelí, chocó con la realidad. Se tuvo que comportar exactamente como el ya finado Jabotinski le había advertido. Tuvo que tomar las armas y derrotar a los árabes. Y no fue sólo esa ocasión: en 1956 hubo que hacerlo otra vez; en 1967, nuevamente; en 1973, una vez más. En el proceso, se gestó la crisis de refugiados palestinos, esos que ahora quieren venderse como “el grupo nativo” de Israel, para hacernos quedar a los judíos como invasores.

En otras palabras, reconstruir a Israel implicó cargar con un montón de responsabilidades.

Pero ¿es que acaso alguien dijo que iba a ser distinto? No se necesitaban dos dedos de frente para entender que así sería, de manera inevitable. Jabotinski lo entendió a la perfección; Ben Gurión, por pura ideología, se mantuvo neceando un tiempo, pero al final no tuvo más alternativa que tomar la realidad como se le presentaba.

Al final, Israel tuvo un éxito total: no sólo renació el país, sino que el pueblo judío volvió a tomar en sus manos la responsabilidad de defenderse a sí mismo.

Eso es lo que la gente como B. Michael —o la gente a la que retrata B. Michael— no tolera. No soporta. Y la única explicación es el miedo.

En el texto que Michael publicó en Haaretz es lo que se puede leer entre líneas, entre cada renglón, entre cada frase, entre cada palabra. Mucho miedo.

Sorprendente, porque para este momento Israel ya ha demostrado exitosamente lo que puede hacer la determinación del pueblo judío. No sólo se defendió exitosamente de sus enemigos, sino que incluso y a pesar de ellos, se convirtió en una nación de vanguardia en todo lo relacionado con la tecnología, y los grandes avances logrados en Israel ya sea en cómputo, en agronomía o en medicina, están cambiándole la vida a miles o tal vez millones de personas en todo el mundo.

Pero la izquierda posmoderna no tolera eso. No tolera el éxito. Se ha hundido en esa falacia cobarde según la cual en pro de la igualdad, la gente talentosa debe cercenarse, inmolarse, anularse. Las naciones talentosas también.

Es curioso cómo alguien totalmente laico como B. Michael llega exactamente al mismo punto que Neturei Karta, una minoría extremista religiosa atrapada en el siglo XVII. Para ellos, la solución pareciera ser renunciar a todo, volver al exilio, y entregarle el país a los palestinos, un grupo totalmente desorientado, sin una verdadera identidad propia, que no han hecho nada por merecer un país de primer mundo, y que simplemente destruirían en un santiamén lo que al pueblo judío le tomó 74 años construir en ese desierto.

Para esta izquierda, por supuesto, lo que acabo de decir es insultante. Con gusto me tacharían de racista y clasista, y no faltaría por ahí algún woke con los hemisferios cerebrales desconectados que me exigiría que “revise mis privilegios”.

Pero no. Sólo estoy siendo realista. Sólo estoy diciendo las cosas como son, porque es la única manera de explicar el éxito de Israel y el fracaso de los palestinos.

Los judíos no necesitamos otro exilio. No lo merecemos. Ni lo deseamos. Ya le perdimos el miedo al éxito, e Israel es la mayor demostración de ello. Incluso los árabes han comenzado a entenderlo, y las nuevas puertas que se están abriendo —un tratado de libre comercio con los Emiratos Árabes Unidos firmado esta semana, como prueba de ello— pronto demostrarán ser la ruta para traer un nivel de prosperidad nunca antes visto en el Medio Oriente.

Son los árabes los que tienen que dar el siguiente paso en su proceso de evolución social, no nosotros.

Pero el problema de la izquierda contemporánea es que los hechos objetivos, la realidad, lo que es, no les importa. Ellos se han doblado ante su falso dios que es la ideología, la imagen que se han hecho de la realidad, para no tener que ver qué es la realidad.

Justo esta semana, en su cuenta de Facebook, el rabino David Wolpe dijo algo fundamental: creer en D-os no significa esperar que las cosas se resuelvan por arte de magia; es aceptar que el universo tiene UNA coherencia, que la realidad está ahí presente, más allá de nuestras percepciones.

Eso fue justo lo que la izquierda perdió de vista y es una lástima. De ser la tradición que aportó tantos intelectuales al mundo, se ha convertido en una granja de gente rudimentaria y timorata que le tiene pánico al éxito.

Gente como B. Michael no necesitan regresar al exilio.

Ya lo han hecho, y siguen sin darse cuenta.

 


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