Enlace Judío México e Israel – Para muchos de nosotros la esperanza es un sentimiento etéreo, un hermoso deseo cargado de energía positiva; y es puramente o básicamente espiritual. Es una necesidad de conectarnos con algo que muchas veces sentimos está más allá de nosotros, como si fuera una fuerza externa. Nos da consuelo, nos da paz.

Otra perspectiva de lo que es la esperanza (que recientemente aprendí a través de la maestra Lorena Beltrán de Iyengar yoga) es una mucho más activa: la esperanza como un músculo. Puede complementar a la forma extrínseca de accesarla, o desarrollarse y existir por sí misma.

Al ver a la esperanza como un músculo podemos irla fortaleciendo a partir de nosotros mismos; a través de acciones precisas y concretas que nosotros nos proponemos. No es algo que depositamos afuera de nosotros, sino que parte de nosotros mismos. Nosotros la iniciamos; podemos decir que nosotros la echamos a andar. El origen está dentro de cada persona; nosotros la controlamos, nosotros podemos decidir fortalecerla.

En esta visión, nosotros como seres empoderados podemos decidir encender (el mejor término que se me viene a la mente es uno en inglés: ignite) la flama de la esperanza y cada vez irla profundizando más. Podemos ir haciéndonos cada vez más fuertes, más convencidos de lo que podemos lograr. Si además, nos informamos acerca de la forma más saludable (tanto mental, como física y emocionalmente) de ir creciendo como personas, pues mas fortalecidos estaremos y mas fuerte será nuestro músculo de la esperanza. Entiendo que esta es una manera diferente de ver a la esperanza. Funciona. Probemos.

Al fin y al cabo de cuentas desarrollar la esperanza como un músculo es un ejercicio de conciencia; del famoso mindfulness. Al estar conscientes de quienes somos, adonde estamos, hacia adonde deseamos ir e ir desarrollando las habilidades necesarias para ello (por ejemplo de autoconocimiento y de manejo de emociones) vamos ejercitando ese importante músculo.

Esto es comparable con los dos tipos de empoderamiento que hay: el extrínseco y el intrínseco. En el primero dependemos de que alguien nos solucione un problema, nos regale una despensa, un juguete o dinero, nos autorice hacer algo, nos alabe, nos eche porras. En el empoderamiento intrínseco somos nosotros mismos quienes sentimos que podemos, la fuerza y el poder emanan de nosotros mismos; de saber que podemos iniciar, crear, hacer, buscar, resolver, sentir, gozar, arrancar; de fortalecer nuestros conocimientos y creencias y de tomar decisiones activamente, en lugar de esperar que sucedan por si solas o por otros.

¿Quieres darte un salto adentro de ti?


 

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