Enlace Judío México e Israel – En menos de cien días Israel acude de nuevo a las urnas. Un récord en la historia del joven país, cinco elecciones en menos de dos años y medio.

Se le ven las costuras al sistema de democracia parlamentaria cuando no existen partidos suficientemente grandes, bloques suficientemente poderosos, una crisis tal que promueva la unidad nacional por sobre intereses particulares. Cuando sí existe una polarización en cuanto a una figura dominante de la política, apoyada y respetada por unos, detestada por otros.

Siendo este el panorama, las encuestas preliminares se mantienen dando los mismos resultados de las encuestas y elecciones anteriores. Una imposibilidad de formar coalición para cualquiera de los aspirantes al cargo de primer ministro.

Ya esta extraña circunstancia dio como resultado un primer ministro que solamente contaba con seis escaños de los ciento veinte del parlamento, y de los sesenta y uno necesarios para tener la requerida mayoría.

Así las cosas, el debate electoral ha perdido mucho del componente ideológico. El pragmatismo es la moneda de curso común en las diferentes ofertas electorales. Más que ofrecer un camino, se trata de ganar la confianza del elector respecto a conseguir los resultados que todos quieren y que se han hecho independientes de consideraciones de principios.

Todos se presentan como los más capaces de enfrentar la situación que genera un Irán nuclear, evitar atentados terroristas, mantener la frontera de Gaza tranquila y la de norte también.

El elector israelí quiere calidad de vida. La diatriba interna entre la ultra ortodoxia religiosa y el secularismo a ultranza sigue en el tapete, pero no parece tener la vigencia de anteriores procesos. Los religiosos se han ido definiendo al lado del Likud, y las poco felices posturas de quienes toman como bandera no ir a una coalición con los ultra ortodoxos han contribuido a la polarización. Y con esto, a dificultar la eventual formación de una coalición.

Un tema prioritario de siempre parece estar fuera de la palestra electoral. El largo conflicto con los palestinos ha caído en un marasmo propio del cansancio de todos ante posturas y acciones que no logran avances. La Autoridad Nacional Palestina ha perdido fuerza y protagonismo. Tiene elecciones vencidas y pocos logros reales.

El otro enclave palestino, el de Gaza, apertrechado de cohetes y túneles, no despierta ya la atención que necesitan. Aquella que logran cuando lanzan cohetes y provocan una reacción israelí que causa la destrucción de lo hecho luego de la anterior intentona.

Para rematar, los acuerdos de Abraham han confirmado la tesis que afirma que la paz en el Medio Oriente no necesariamente pasa por resolver primero el drama palestino.

Hace más de diez años Benjamín Netanyahu logro imponer como tema de campaña y negociación que se reconociera el carácter judío del Estado de Israel. Esta postura, que parece algo redundante y para algunos hasta innecesaria, fue sentando bases para eventuales negociaciones. Israel como estado judío que permite libertad de cultos pero que es un estado nacional judío.

Parece que esta campaña tendrá como tema eventual tema la consideración de estado democrático judío o estado de todos los ciudadanos. Un debate que se dará a lo interno y enfrentaría a izquierda y derecha sobre algo importante. No importa quien se imponga, le abre la puerta aún más a la participación de partidos árabes en el parlamento y en posiciones de gobierno.

A setenta y cuatro años de independencia, la madurez y solidez de Israel le permite el lujo de elecciones frecuentes. Incomodidades propias de quienes se pueden dar estos lujos republicanos. Ostentando una posición de fuerza frente a sus adversarios, con muy pocas opciones ante la amenaza iraní y un consenso nacional en cuanto a problemas que deber ser resueltos, las elecciones próximas se vislumbran sin atisbos de ideologías específicas.

A escasos tres meses, el empate técnico sigue vigente. ¿Será por falta de ideologías y debates?


 

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