Enlace Judío – Pues no. Al final de cuentas, Biden no entendió de qué va el asunto. Lo derrotaron sus propios sesgos partidistas, contaminados por ese buenismo de moda que antepone los sentimientos disfrazados de honorabilidad, a los hechos objetivos y al pragmatismo eficiente. El resultado es que le van a dar un poco de oxígeno a los ayatolas, algo totalmente contraproducente en todo sentido.

Otra vez se anuncia que está a punto de lograrse la reactivación del Acuerdo Nuclear entre Irán y los países occidentales. Justo cuando Estados Unidos acaba de bombardear posiciones iraníes en Siria.

¿De dónde viene esta esquizofrenia? Si es claro que Irán es un enemigo —digo, porque un país normalmente bombardea a sus enemigos— ¿Por qué negociar un acuerdo con ellos en algo tan grave como lo es la tecnología nuclear?

Pues por tontos, es la única respuesta lógica.

Este es un tema en el que los demócratas siempre han tenido una severa deficiencia de comprensión de la realidad. En esencia, cometen el mismo error de Chamberlain con Hitler: creen que por un lado se debe mantener la honorabilidad y, por el otro, que cediendo un poco con el asesino, van a convencerlo de que ya no mate.

A esto hay que agregar los modernos complejos aportados por la filosofía posmoderna, que obligan (o tratan de obligar) al occidental y al europeo a sentirse culpables por todo. Y no se puede negar: la gran mayoría de los políticos estadounidenses (si no es que todos) que mantienen ese tipo de ideas irracionales, están en el Partido Demócrata.

Y por eso ahí van de nuevo a tratar de negociar con los ayatolas. Les importa un pepino que eso signifique empoderar a una teocracia feudal despiadada, enemiga de los Derechos Humanos, y que no tiene reparos en amenazar a Israel nada más porque sí, o aplastar a su propia sociedad nada más porque también.

Estados Unidos, en este tema específico, se ha convertido en el ejemplo perfecto de un occidente al que le da miedo ganar sus guerras.

Porque esto es una guerra, y punto. No hay por qué matizarlo o disimularlo. Y las guerras contra enemigos despiadados tienen que ganarse, a menos que quieras seguir siendo víctima de esos enemigos que, por cierto, son despiadados.

Biden no ha entendido —increíblemente, porque la verdad es que tampoco es que haya muchos distractores para confundirnos— que Irán no se va a detener. Va a tratar de construir armas nucleares; va a violar los acuerdos que se firmen; va a mantener su política expansionista en Siria, Líbano, Irak y Yemen; va a seguir amenazando a Israel y a los países árabes sunitas.

Y entonces Israel y los países árabes sunitas van a tener que tomar medidas preventivas, y entonces Biden y los demócratas sí van a reclamar. Si pueden, hasta van a llorar. Que por qué tanta violencia.

Israel ha dejado claras sus advertencias. En el marco del conflicto con la Yihad Islámica, atacó posiciones iraníes en Yemen. Fue un claro mensaje para los ayatolas: Israel puede alcanzar zonas muy lejanas a su territorio porque, evidentemente, Arabia Saudita les está dejando utilizar su espacio aéreo. Y no hay nada que Irán pueda hacer para evitarlo.

Lógicamente, la boba política demócrata —herencia nefasta del incompetente Obama— es exigirle contención a Israel, no a Irán.

Lo bueno es que para estos casos, Israel ya entendió que no tiene sentido hacerle caso a los Estados Unidos. Que la seguridad de Israel es algo que sólo depende de Israel, y sólo se decide en Israel. Si acaso hay que tomar en cuenta otra opinión, es la de los países árabes. No porque tengan mucho que decir respecto a Israel, sino porque enfrentan exactamente el mismo problema.

Por el momento, todo parece indicar que Estados Unidos y Europa van a darle una bocanada de oxígeno no a Irán, sino a los ayatolas. Pésimas noticias para los iraníes, una sociedad urgida de que colapse el régimen tiránico al que padecen desde hace 43 años.

Pero explíquenselo a Biden y a sus asesores más cercanos, todos ellos tan urgidos de sentir que son buenas personas y que tratan con honorabilidad a los iraníes, sin darse cuenta que el que es bueno con los malvados, termina por ser malvado con los buenos.

O, como se dice en lenguaje político, el que quiere evitar la guerra conservando el honor, al final ni conserva el honor, ni evita la guerra. Lo dijo Churchill refiriéndose al grotesco y oprobioso fracaso de Chamberlain, el tonto inútil que corroboró que ceder ante el asesino no convierte a este en menos asesino. Sólo le da una prueba de debilidad, y sí el asesino había exigido la mano, ahora exigirá también el pie.

A eso juega Biden con Irán.

Al final, por una razón u otra, van a perder. Entonces, todos esos demócratas buenistas —no pocos de ellos, antisemitas también— se sentarán en sus cómodos sofás a reflexionar en lo buenos que son, y en lo malo que es Israel.

Pero pues ni modo. Si a Biden no le importa eso ahorita, al pragmatismo israelí no le va a importar lo que diga Biden en caso de que haya que tomar medidas extremas.

 


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