Enlace Judío – La Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamente Europeo nos acaba de sorprender esta semana, al levantar una dura protesta contra el contenido de los libros de texto con los que los niños palestinos son educados en la escuela.

El 31 de agosto integrantes de la Comisión presentaron un informe publicado en julio por la ONG israelí IMPACT-se, que examinó los contenidos de los libros de texto palestinos y “descubrió” que promueven el odio, el antisemitismo, el derramamiento de sangre y el martirio.

Bueno, perspicaces no son los muchachos. Hace años que se sabe que a la infancia palestina se le educa con semejantes bodrios ideológicos, y que esa es una de las principales razones por las cuales no se han logrado muchos avances en las negociaciones de paz desde 1993. ¿Por qué habrían de buscar la paz con Israel los palestinos de 30 años o menos, si han crecido con la idea de que todo ese maravilloso país que se ve del otro lado de la llamada “línea verde” era suyo, y de pronto llegaron unos europeos a quitárselos?

Para el palestino promedio, ninguna negociación tiene sentido. Ellos sólo quieren que “se les devuelva lo que es suyo”.

Pero eso es una mentira. Han sido educados con una visión totalmente distorsionada de la historia, y eso los obliga a vivir atorados en una ficción que nadie tiene por qué creerles y, menos aún, solaparles.

Pero bueno. El caso es que, contrario a lo que siempre sucedía, por fin los europeos “se pusieron las pilas” (expresión mexicanísima que aplica muy bien en esta ocasión) y aceptaron sin reservas el informe de la ONG israelí. El resultado: una fuerte queja contra el Comisario General de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, por sus siglas en inglés), Phillippe Lazzarini.

Y es que Lazzarini se había quejado de que los reclamos contra los contenidos de esos libros eran “infundados y desvergonzados”. Reinhard Bütikofer, del Partido Verde Europeo, lo criticó duramente señalando que estaba dejándose llevar por una postura meramente emocional. Además le dijo “estoy cansado de tener que volver a la misma conversación año tras año. Creo que es una tarea fácil asegurarse de que nunca se financie material antisemita. Así que, por favor, trabajen en los problemas, en lugar de insultar a los que los plantean” (citado por el JNS, traducido por la Agencia Judía de Noticias).

¿Qué es lo que ha cambiado? Pongo la pregunta sobre la mesa porque hace diez años, o incluso menos, semejante actitud por parte de una comisión europea habría sido inimaginable. Todavía en la segunda década del presente siglo, el anti-israelismo rampante del Parlamente Europeo facilitaba la tolerancia a toda esta propaganda palestina. De hecho, si en pleno 2022 todavía tenemos este tipo de libros de texto tendenciosos, sesgados y abiertamente racistas, es porque los europeos lo toleraron con singular felicidad durante mucho tiempo. Nunca tuvieron ningún interés en ponerle un alto a este tipo de provocaciones.

Lamentablemente, lo que se hace evidente es que los europeos son una veleta que se mueve dependiendo de la dirección que lleve el dinero árabe.

Son unos vendidos, en buen español.

No es que los políticos del Viejo Continente por fin hayan entrado en razón. Es sólo que Israel ha logrado avances enormes en sus relaciones con los países árabes (en estos días, por ejemplo, se está negociando la apertura de una oficina consular israelí en Catar —país con el que todavía no se firma ningún tratado de reconocimiento diplomático— para apoyar a los israelíes que visiten ese país con motivo del próximo Mundial de fútbol). Y eso, más temprano que tarde, tenía que impactar en la política de un continente en el que las inversiones económicas árabes pesan demasiado. Por lo menos, lo suficiente como para comprar conciencias y voluntades políticas.

La mala noticia, como de costumbre, es para los palestinos, que se van quedando cada vez más solos.

Es cuestión de tiempo para que su aislamiento sea total, y queden en la peligrosa disyuntiva de cambiar de estrategia y postura, o rendirse ante el régimen iraní de los ayatolas, el verdadero enemigo del mundo árabe. Son los únicos dispuestos a apoyarlos en su necia lucha anti-israelí. Pero plegarse a ellos significaría quedar estigmatizados y señalados como traidores por Arabia Saudita y el resto de las monarquías sunitas.

Los libros de texto palestinos, por el momento, seguirán igual. Una cosa es que los europeos se quejen, pero otra muy distinta es que tomen medidas punitivas (la más lógica sería cancelar sus apoyos financieros). No creo que sean tan valientes o tan decididos como para hacerlo.

Sin embargo, no se puede negar que la fuerte queja es un avance. Algo se ha ganado.

Y también es evidente que algo cambió en el Medio Oriente. Tengo una década dedicándome a escribir de estos temas, y me queda claro que hace diez años —cuando comenzaba mis colaboraciones con Enlace Judío— simplemente no habría hablado de este tema en estos términos.

Así que vamos lento, pero vamos bien. Con todos los altibajos o sobresaltos que suelen ocurrir en estos complejos temas de política, en los rasgos generales creo que la dirección que llevan los acontecimientos es la correcta, y eso nos permite ser optimistas respecto a las relaciones árabes-israelíes. A fin de cuentas, ambos mundos entienden que les conviene ser socios.

¿Y los palestinos?

Bueno, habrá que seguir esperando a que reaccionen y se den cuenta también de que lo mejor que podrían hacer es integrarse a la nueva realidad que, día con día, se construye en esa zona.

De lo contrario, seguirán perdiendo el tiempo y, cuando por fin se decidan a integrarse a la modernidad, estarán tan desfasados que ni siquiera tendrán la oportunidad de ser autónomos, teniendo que someterse a las decisiones que vengan de otros lugares (muy factiblemente, de Arabia Saudita).

Al tiempo.

 


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