Enlace Judío – Siempre me ha fascinado la forma en que cada cultura tiene de medir el tiempo y el significado que le damos al cambio de las estaciones. Desde épocas antiguas las cosechas de cereales o frutas eran momentos que se aprovechaban para reunirse y celebrar. En épocas modernas que hemos perdido conexión con los ciclos de la tierra por lo cual hemos tenido que descubrir otras formas de medir el tiempo y nuestro crecimiento en él. Para quien no tiene fe, las fiestas nacionales, culturales o paganas se han convertido en una buena opción para juntarse con la familia y celebrar. Halloween y el Día de Muertos son el mejor ejemplo de ello. Si bien tienen un origen religioso hoy en día son más una oportunidad para reunirse con amigos y familiares. En el caso de Halloween a través de la diversión y los disfraces, en el caso del Día de Muertos recordando a nuestros seres queridos.

Una de las cosas que más me gustan de esta época es la explosión de elementos culturales y artísticos que hay hacia el misterio y el terror. Desde lo cómico o desde lo serio Halloween se ha convertido en una excelente oportunidad para explorar nuestros miedos, en lo desconocido, en lo que entendemos por la maldad y en los miles de personajes mitológicos oscuros que han llamado nuestra atención. Me encanta la construcción de brujas, fantasmas duendes, monstruos que a lo largo de las décadas ha surgido; por su carácter lúdico o ridículo, por la creatividad a la que invitan y por los cuestionamientos humanos que presentan.

Así como todas las culturas tienen su set de personajes misteriosos y macabros que los distinguen el judaísmo no es la excepción. Desde supersticiones y personajes que nacen de expresiones populares como los dybuks, los fantasmas y los duendes, o lugares y figuras míticas como el Leviatán y el Gueinom, o arquetipos como el ángel Satán que nos hablan sobre la pasión y las tentaciones humanas, el judaísmo nunca se ha quedado corto al explorar la maldad. La Torá dentro de todo ello ha jugado un rol especial, es un libro tan vasto que en el sin fin de historias y personajes que tiene, también se encuentran los villanos. Los siguientes cuatro son sólo un ejemplo en la vastedad.

Villanos Torá

Nimrod, el primer tirano

El primer político que aparece en la Torá es Nimrod; vivió durante las épocas de la torre de Babel y a él se adjudica la construcción de la misma. Se dice que era gran cazador y que atrapaba a la gente con la lengua, unió a todas las personas bajo una sola misión. Es el prototipo del líder que deja de ser líder para convertirse en un tirano. El relato no rechaza en sí la unión de la sociedad, ni el objetivo que ésta tuvo en ese momento como tal; lo que rechaza es la pérdida de la individualidad, el punto en que el objetivo social se volvió más importante que el bienestar individual. Nimrod hizo que la gente se olvidará de D-os, se olvidarán de sí mismos y lo sustituyó con un objetivo que pretendía ser más glorioso. La historia de Babel es una de las muchas veces en que la Torá rechaza el uso de la fuerza como cohesión social, y nos recuerda que la unión de los individuos debe construirse bajo bases éticas, en búsqueda de una espiritualidad, no bajo el deseo de poder o habilidad. Constantemente la Torá remarca el fracaso frente a D-os de las naciones que buscan el poder y la fuerza, y se remarca la necesidad de actuar moralmente en nuestras alianzas y lazos.

La antítesis de Nimrod justamente fue Abraham, su historia aparece tras la historia de la torre y los midrashim (relatos de la Torá oral) los muestran como antagónicos; se nos narra incluso que Nimrod perseguía a Abraham y en una ocasión lo avienta a él y a su tío a un horno ardiente. La razón por la que son tan antitéticos radica en el hecho que Abraham también tenía la habilidad de juntar a la gente y unirlos. Sin embargo, Abraham lo hacia desde entregarse él a sus huéspedes, como lo vemos con los ángeles, y desde unir a las personas a través de una espiritualidad.

El reptil o la Serpiente

Quizás el “villano” más famoso y conocido de toda la Torá es la Serpiente, aparece en gran parte de las pinturas renacentistas y es una de las historias que siguen impactando como símbolo o figura dentro de la cultura moderna. No cabe duda que es un ícono; se le ve como la maldad encarnada, como un animal oscuro, como la tentación, como el origen del dolor humano y de una forma u otra tiene todos esos significados. Cabe resaltar que el pasaje mismo deja muchos enigmas y que puede ser leído de muchas formas. En el Talmud y en los comentarios se expande los significados de la historia.

La primera pregunta que surge es si en efecto era una serpiente. La respuesta es variada, algunos comentaristas la mencionan como serpiente otros explican que no se sabe bien qué era, pero la palabra se refiere a una especie de reptil que tenía características humanas.

Este animal no tenía en sí libre albedrío como tal fue dirigido por sus instintos para tentar a Adán y Eva; actuaba como actúa cualquier animal: mecánicamente. En efecto es la representación del deseo, que era una fuerza externa al hombre antes de comer del árbol del conocimiento, una fuerza mucho más clara y dominable. Al comer del árbol el hombre, el reptil dejo de cumplir su función y se convirtió en un animal como cualquier otro.

Esaú, el hermano de Jacobo

Otro personaje sumamente enigmático que vemos es el de Esaú el hermano de Jacobo que jura matarlo tras perder la primer bendición de su padre. Muchos no entienden por qué para el judaísmo este hombre es visto como un hombre malo dentro de los relatos, sin embargo hay ciertos detalles que se remarcan dentro de las Escrituras que delinean con mayor precisión su carácter. Entre ellos por ejemplo se remarca la similitud que se establece entre Nimrod y Esaú. Al igual que Nimrod destaca de él su habilidad con las armas y su fortaleza como cazador, y de ambos se habla del traje que usaban al cazar. La forma literaria en que se describen ambos personajes es simétrica y los midrashim (relatos orales) nos dicen que no eran trajes distintos, que ambos usaban el mismo, y que Nimrod le había enseñado a cazar a Esaú (ello como metáfora de las bases morales y la forma de comportamiento que Esaú había decidido adoptar).

Más adelante se nos muestra como un hombre sanguinario que promete matar a su hermano incluso frente a sus padres, que se acerca a la idolatría y toma en su casa mujeres que rompen las costumbres de su familia. Es tanta su ira que Jacobo se ve en la necesidad de esconderse varios años de él, y su mala fama crece al punto que cuando Jacobo finalmente decide regresar con su familia tiene que preparar varios regalos y estar dispuesto a enfrentarlo militarmente por si es necesario.

Sobra decir que es un personaje sumamente interesante, la primera vez que uno lee su historia no puede sino sentir compasión por él y lo que le sucede (perder la primogenitura, perder la bendición del padre). Sin embargo, es su respuesta la que lo pinta en una luz menos amable. A través de su historia nuevamente se remarca que no es la fuerza militar lo que gana el favor de D-os sino el actuar ético de la persona. Más aún se nos enseña que la herencia espiritual de la Torá como se muestra en Bereshit (Génesis) el primer libro, no se trasmite tanto por el lugar de nacimiento como por las acciones. Cuando Isaac bendice a Jacobo lo hace porque su voz “es la voz de Jacobo y las manos las manos de Esaú.” Porque el hombre que tenía frente a él congeniaba las mejores características de sus dos hijos.

Labán el mentiroso

Todos los personajes que hemos mencionado son el prototipo de lo que se conoce como “rashá” o malvado, gente que pone por encima sus pasiones y deseos, y termina aprovechándose o dañando a sus contemporáneos. De entre todos, Labán es el mejor ejemplo, no es un hombre violento ni agresivo, pero se aprovecha de la debilidad de quienes lo rodean y usa la mentira y el engaño como su mejor arma. Eso lo vemos en la forma en que engaña a Jacobo de forma constante y la manera que tiene de alterar los tratos que hace. Es el ejemplo del hombre que es utilitario y se aprovecha de los demás.