Enlace Judío.- El médico judío sobreviviente de varios campos nazis, Leon Weintraub, publica un libro sobre su vida, escribe la corresponsal de La Vanguardia María-Paz López en su edición de hoy.

“Lo peor es que el mundo olvide”, dice Leon Weintraub.

Más de 75 años después del fin de su calvario en Auschwitz y en otros campos nazis de la muerte, el nonagenario médico judío Leon Weintraub se decidió a poner su vida por escrito. Sus memorias, publicadas hace año y medio en su Polonia natal, llegan ahora a Alemania con el título Die Versöhnung mit dem Bösen. Geschichte eines Weiterlebens (La reconciliación con el mal. Historia de una vida después), escritas a cuatro manos junto a la periodista polaca Magda Jaros. Quienes sufrieron en sus carnes de modo directo los horrores del Holocausto van desapareciendo conforme pasa el tiempo, y el testimonio de los que quedan es fundamental para la memoria histórica.

Leon Weintraub y la portada de su libro (Credito: oto: Malgorzata Musielak, Wallstein Verlag)

“Mientras pueda, seguiré contando mi experiencia, porque solo hay unos pocos testigos contemporáneos como yo; lo peor es que el mundo olvide”, dice el protagonista antes de la presentación de su libro en la academia anexa al Museo Judío de Berlín. La ancianidad de ­Leon Weintraub, que tiene ahora 96 años y reside en Suecia desde 1969, es elegante y jovial. Al pedirle que se coloque ante una pared con paneles de madera para la foto, responde bromeando: “No será para fusilarme, ¿verdad?”

A sus 96 años, Leon Weintraub relata lo que le dijeron al llegar al campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz: “Aquí no se viene a vivir”

Tras el momento de distensión, Weintraub echa la vista atrás y se explica ya ante el auditorio. Quinto hijo de una familia pobre –el padre, que murió al poco de nacer él en 1926, era trapero; y la madre, lavandera–, tenía 13 años cuando la Alemania nazi invadió Polonia en septiembre de 1939. Vivían en Lodz, y Leon, que había terminado la escuela primaria, ya no pudo ir al instituto.

“Tengo el recuerdo acústico de las botas de las columnas de soldados alemanes desfilando; como todos los judíos de la ciudad, mi madre, mis cuatro hermanas y yo fuimos encerrados en el gueto; allí vi una escena que nunca he olvidado: un soldado le arrancó la barba con su bayoneta a un anciano judío y le hizo sangre; yo tenía la visión romántica de la guerra de la película francesa La gran ilusión, como algo de caballeros, pero la guerra es terrible, es otra cosa”.

El adolescente Leon fue trabajador forzado durante cuatro años, hasta que los nazis destruyeron el gueto de Lodz y en verano de 1944 enviaron a los cautivos al campo de concentración y exterminio de Auschwitz.

Carnet de trabajador forzado de Leon Weintraub, obligado por los ocupantes nazis de Polonia en el gueto de Lodz, cuando era adolescente (1940 a 1944). Los alemanes lo llamaban gueto de Litzmannstadt (LEON WEINTRAUB)

“En el tren creíamos que íbamos a un nuevo trabajo. Al llegar a la rampa, separaron a hombres y mujeres. Mi madre tenía 50 años, pero parecía mayor después de tantos sufrimientos. Ella me gritó: ‘Nos vemos dentro’. Fue la última vez que la vi”. A sus 17 años, Leon fue seleccionado para trabajar. “Un hombre con uniforme de prisionero me arrancó la mochila de las manos; le expliqué que dentro llevaba mis sellos, y me dijo: ‘Aquí no se viene a vivir’”. La madre de Leon y una tía fueron asesinadas inmediatamente en las cámaras de gas, aunque él sólo lo supo mucho más tarde.

Seis semanas después, gracias a un golpe de ingenio, logró salir de Auschwitz. “Vi entre dos barracones a un grupo de hombres desnudos, les pregunté, y me dijeron que estaban esperando ropa para ir fuera a trabajar. Fuera, dijeron fuera. Me desnudé también y me metí entre ellos. Nadie me controló. Nos subieron a un tren y nos enviaron al campo de Gross-Rosen. Decenios después me enteré de que a los pocos días todos los jóvenes del bloque 10, mi bloque, fueron asesinados con gas”.

En los últimos meses de guerra, Leon Weintraub fue deportado a los campos de Flossenbürg (Baviera), y Natzweiler-Struthof y Offenburg (Baden-Württemberg). En abril de 1945 consiguió escapar junto a otros prisioneros cuando el tren en que hombres de las SS les transportaban fue bombardeado por los aliados; llegó a pie a un pueblo ya ocupado por los franceses, donde fue liberado. “Al fin pude dormir; comí muy poco, nuestros estómagos estaban tan vacíos que no habrían podido soportarlo, era peligroso –prosigue-. En septiembre descubrí que mis hermanas habían sobrevivido en el campo de Bergen-Belsen; no estaba tan solo”.

Testimonio del Holocausto

En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Weintraub fue deportado a los campos nazis de Flossenbürg, Natzweiler-Struthof y Offenburg

En 1946, Leon Weintraub empezó a estudiar Medicina en la Universidad de Gotinga, sin haber cursado secundaria y sin saber apenas alemán, pero se las arregló gracias a las similitudes con el yiddish, su lengua materna. “Pude ingresar porque los británicos establecieron que las universidades de su zona debían aceptar a un cierto número de personas desplazadas como yo”. Allí conoció a la berlinesa Katja, se casaron y tuvieron a su primer hijo.

Terminados los estudios, en 1950 regresó a Polonia con su familia y trabajó como ginecólogo en Varsovia, donde se doctoró en 1960. “Yo no soy comunista, pero era mi país; yo siempre he sido ‘enciclopedista’, mi referencia es Voltaire y el lema ‘libertad, igualdad, fraternidad’”.

En 1969 una ola de antisemitismo en su Polonia natal impulsó a Leon Weintraub y a su familia a emigrar a Suecia

Pero vino un amargo vuelco del destino. Para contener el descontento social en 1968, el Gobierno comunista espoleó el antisemitismo latente en la sociedad polaca. De resultas, muchos judíos abandonaron el país. La familia Weintraub emigró a Suecia. “Para nosotros sobrevivientes del Holocausto, es muy perturbador que hombres jóvenes utilicen lemas nazis; no puedo entender que ocurra también en Polonia, que sufrió tanto bajo la ocupación nazi. Esos hombres son muy ignorantes y no saben historia, o son muy malvados y realmente quieren lo que querían los nazis”.

A Leon Weintraub, padre de tres hijos y una hija, le apena la muerte de su primera esposa en 1970 a poco de instalarse en Estocolmo, donde él retomó su actividad médica y se casó más tarde con Evamaria, que le acompaña en sus viajes educativos sobre el Holocausto. “Cuando operaba, al cortar con el bisturí, toda la gente es igual”, sentencia, consciente de que el racismo continúa y todavía es necesario reiterar lo evidente.