Enlace Judío- Era un 27 de diciembre de 1997, el tercer dia de Janucá, y Menajem, un soldado israelí de diecinueve años, con su compañero Donny, estaban ubicados en el norte de Israel, en un puesto militar de la zona limítrofe con el Líbano.

Menajem llevaba en el bolsillo de su chaleco antibalas, un papel con un versículo en hebreo de la Torá, (Deuteronomio 4:35) que decía lo siguiente: “KI HASHEM HU HAELOKIM EN OD MILEVADO” “Porque el Eterno es DI-s y no hay nadie aparte de Él”. Su padre lo había escrito cuando Menajem partió a la guerra y le dijo que lo pronunciara cuando su vida estuviera en peligro.

Misil de Hezbola
Misil de Hezbolá

Los soldados Menajem y Donny estaban siendo atacados por los terroristas de Hezbolá que estaban ubicados en la montaña, cuando de pronto observaron un misil que venía directamente hacia ellos.

Esos tipos de misiles son de dos metros de largo, y están cargados con seis kilos de explosivos que, incluso pueden penetrar en un tanque, o hasta en el concreto del puesto militar donde ellos se encontraban.

En este momento,  Menajem comprendió que ya era su final.

Inmediatamente, sacó de su bolsillo el papel, para pronunciar el “Pasuk” (versículo) que su padre le había escrito: “HASHEM ES DI-S, Y NO HAY NADIE APARTE DE ÉL”.

“Lo que DI-s quiera sucederá, pero si Él no quiere que suceda, entonces no pasará”.

De pronto, a solo unos cuantos metros de ellos,  el misil milagrosamente cambió de dirección en pleno vuelo, como si hubiese chocado con una fuerza invisible.

Frente a Menajem, a su compañero Donny y a otros ocho soldados que se encontraban en un puesto cercano, el misil giró hacia arriba en contra de la fuerza de gravedad, elevándose casi 20 metros, para luego hacer un arco sobre las cabezas de Menajem y Donny y aterrizar detrás de su puesto militar.

La fuerza de la explosión los sacudió a ambos. Sin embargo, las únicas heridas que sufrieron fueron causadas por unas esquirlas que se incrustaron en la parte trasera de sus rodillas.

Después de terminado el enfrentamiento, los soldados fueron llamados a un interrogatorio. Los ocho soldados, incluyendo los oficiales que habían atestiguado la asombrosa trayectoria del misil, estaban desconcertados y no podían explicar lo que habian visto ni lo que había sucedido.

Dijeron que, en toda su carrera militar, nunca habían visto un misil que actuara de esa manera. Todos coincidieron en que lo que habían visto, había sido un milagro.

El milagro del misil de Janucá

¿Pero realmente qué fue lo que sucedió? ¿Cómo puede un misil tras la recitación de un versículo de la Torá, cambiar las leyes de la física y de la gravedad?

Milagros como un misil cambiando su trayectoria en pleno vuelo, o como el de Janucá, en que una pequeña cantidad de aceite suficiente para un día alcance para ocho días, son aparentemente imposibles de acuerdo con las leyes de la naturaleza.

Normalmente los seres humanos entendemos el orden de la naturaleza como las leyes de causa y efecto, en la cual DI-s lo estableció en la creación del universo. Aunque tambien entendemos que eso puede llegar a cambiar cuando DI-s decide hacer una excepción, lo cual normalmente conocemos como “milagro”.

Sin embargo, el judaísmo nos enseña que, esa es no es una visión correcta de cómo funciona el mundo. Según la “Hashkafá” (visión) del judaísmo, DI-s constantemente hace que la realidad exista y ninguna otra fuerza, ya sea la naturaleza, o la fuerza de gravedad, tienen el poder en absoluto.

Y esto es lo que nos ensena ese versículo de la Torá, que el soldado Menajem llevaba en su chaleco: “HASHEM HU ELOKIM”, que significa “DI-s es el de los poderes, y no hay otra fuerza además de El”.

De esta manera, la diferencia entre lo natural y lo milagroso es sólo una apreciación humana.

Como escribió el Rabino Eliahu Dessler: “Llamamos milagro a un acto de DI-s cuando Él decide que un acontecimiento sea novedoso y desconocido para nosotros. La naturaleza es sólo una ilusión que DI-s creó para que los seres humanos tengamos libre albedrío y de esa manera podamos reconocer o no a DI-s”.

El Talmud nos relata una historia acerca de un Rabino llamado Janina ben Dosa que, en cierta ocasión a la hora de encender las velas de Shabat, su hija se dio cuenta que accidentalmente había llenado la lámpara con vinagre en lugar de aceite, y estaba muy triste.

Entonces el rabino Janina le dijo a su hija que encendiera la lámpara de todos modos, ya que: “Él mismo que decretó al aceite que se encienda, también puede ordenar al vinagre que se encienda”. Y así el Talmud nos cuenta que el vinagre mantuvo encendida la flama durante todo el Shabat. Con este relato, el Talmud nos quiso demostrar que el aceite no se enciende por tener propiedades combustibles, sino que el aceite enciende porque DI-s así lo dispuso. De esa manera, cuando uno enciende una lámpara con aceite, es de esperar que ésta se encienda.

Sin embargo, DI-s también puede disponer que el vinagre encienda, porque la naturaleza no es independiente sino que, también se rige bajo la orden de DI-s, quien es quien maneja la naturaleza. Por lo tanto, El puede hacer cambiar el rumbo de un misil en contra de la ley de gravedad o hacer que una pequeña cantidad de aceite solo para un día alcance para ocho días, como sucedió en Janucá.

 

Y así escribe el Rabino Dessler: “La verdad es que no hay ninguna diferencia entre lo natural y lo milagroso, sino que, todo lo que sucede es un milagro y el mundo no tiene ninguna otra causa, sino obedecer la voluntad de DI-s”.

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