Enlace Judío – El 27 de enero es el Día internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Una fecha importante para todos quienes tienen o tuvieron algún familiar en esa categoría y para todas las personas preocupadas por evitar que fenómenos semejantes vuelvan a suceder. 

Por supuesto, la parte más grande de víctimas corresponde al pueblo judío. Perseguidos, encerrados y asesinados en forma sistemática e industrial. Seis millones de masacrados, un tercio de la población total de los judíos para el momento. La supervivencia del pueblo judío es milagrosa. El renacimiento nacional aún más. 

El homenaje a las víctimas de la Shoá es algo indiscutiblemente necesario y digno de elogiar. Fue implementado hace poco, en noviembre del 2005 por las Naciones Unidas. Sesenta años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Un tanto demorado llega tal mandato de conmemoración. Pero finalmente llegó.

Las buenas intenciones de quienes auspiciaron y han implementado la fecha conmemorativa son evidentes. La preocupación por el racismo y la discriminación, que degenera en violencia insospechada y fuera de control. La peligrosa realidad de nuestros días, cuando se recuerda y se sabe muy poco de lo ocurrido hace tan sólo menos de ocho décadas.

En los últimos años, el recrudecimiento del antisemitismo en las varias manifestaciones de este es preocupante. En algunos países, los judíos se abstienen de usar su Kipá, el solideo que cubre la cabeza, o de mostrarse como lo que son: judíos. Temen ataques en las calles. Atentados a centros judíos y sinagogas han proliferado en forma alarmante.

A los incidentes físicos, a las agresiones, podemos sumar gran cantidad de contenidos escritos y gráficos: artículos de prensa, grafitis, comentarios en programas de opinión y un sinfín de situaciones más. Evidentemente, ni las legislaciones en los distintos países han evitado el fenómeno del antisemitismo, ni se puede decir que ellas realmente existan en muchos, cuando no son simplemente obviadas.

En nuestros días de un Estado Judío sólido y de relevancia, el fenómeno del antisemitismo ha encontrado una variante que se percibe como políticamente correcta. No se trata de que se quiera evitar críticas a Israel y a sus políticas y acciones, algo que se hace desde el mismo seno del convulsionado espectro político del país.

Se trata de la postura antisemita que niega el derecho de los judíos a un Estado propio. Y, si se observa con cuidado, uno puede ver que los enemigos acérrimos de Israel, aquellos que no lo reconocen, aquellos que perpetúan los conflictos y no se avienen a negociación alguna, son de la intransigente postura de no reconocer el derecho de los judíos a un Estado independiente.  

En este mundo y este panorama, en el Día internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, somos testigos de muchas muestras de solidaridad con los judíos y con su desgracia imborrable e irrepetible. Imborrable por lo dura, irrepetible por la realidad de contar los judíos con la fuerza de un país judío. Esas muestras de solidaridad son bienvenidas por todos, los lamentos generalizados y los votos de buenas y mejores acciones que eviten estos hechos son agradecidos también por todos. 

En el ambiente de esta conmemoración, como en la de otras fechas que tienen el mismo propósito y son algo menos difundidas, se percibe un sentimiento de lástima por las víctimas judías y sus dolientes. No es que sea para menos. Las cifras, las imágenes y los relatos son por demás elocuentes. Esta lástima es natural, pero ni satisface ni anima. No es lo que el pueblo judío quiere inspirar, ni es la solución a ninguno de sus problemas.

Buena parte de quienes quieren apoyar a los judíos y al pueblo judío, pretenden hacerlo desde una posición en la cual se les inspire lástima, conmiseración. Se apoya a un grupo humano, nacional o individualmente, desde una perspectiva de debilidad, de precariedad injusta. No. No es lo que quieren los judíos, ni lo que quiere Israel. Mucho menos lo que se necesita.

La conmemoración del 27 de enero es un acto de justicia y de honor. La lástima que inspire es circunstancial por las consecuencias, por la injusticia cometida. Los judíos del siglo XXI prefieren ser percibidos desde otra perspectiva, mejor envidiados y atacados que perseguidos e inspirando lástima. Algunos han optado por la condena a priori de Israel, por el antisionismo. Una postura que evita la lástima y da rienda suelta a las verdadera motivaciones.

Entre la lástima y la conmemoración han transcurrido muchas tragedias, mucho tiempo. No representan algo más que un simbolismo. 


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