Enlace Judío – Es la pregunta que hoy elevan sin reservas los principales medios de comunicación en este mi país. Y no exageran.

En efecto, las expresiones masivas de protesta en el curso de los últimos días y la programada suspensión de tareas por parte de médicos y docentes universitarios plantean espinosos interrogantes que nunca antes habían merecido dilatadas resonancias.

Inquieta e irrita en particular la decisión del líder de Israel y de su esposa en favor de gozar un fin de semana en París en horas en las que las manifestaciones públicas y la violencia en el país se multiplican.

Así, las voces de protesta se alzan este sábado en Jerusalén, Tel Aviv, Haifa, Nathania y en otras ciudades en tanto que los principales voceros de los medios no cesan de transmitir, con palabras o con elocuente silencio, una marcada inquietud tanto por la ascendente incertidumbre política como por las críticas que se difunden contra el país en múltiples medios regionales e internacionales.

Un ejemplo: la decisión de los principales bancos norteamericanos, Morgan Stanley entre ellos, dirigida a advertir a empresas e inversionistas la hondura de la presente incertidumbre en la economía israelí provoca no solo una fuga relativa de empresas y capitales. Por añadidura, no pocos ciudadanos ya consideran la conveniencia de adquirir alguna residencia alternativa en las islas que pueblan el Mediterráneo.

Las amenazas a jueces de la Corte Suprema, y en particular a la fiscal general Gali Baharav Miara por las 104 páginas que ha difundido con el propósito de probar tanto la doblez del ministro Arieh Deri como el pleno apoyo que Netanyahu hoy le concede inquietan tanto a personajes que en años idos le asesoraron como a la opinión pública en general.

Para atenuar en alguna medida estos temores Bibi ha resuelto enviar a Ron Dermer, el canciller y su hombre de confianza, a Washington con el objeto de deshilar los temores y las advertencias de los principales núcleos financieros mundiales. Un paso que,  en mi opinión, tendrá limitados resultados.

Y permitáseme una confesión personal: en mis largos años como ciudadano en Israel y como consultor de organismos internacionales nunca antes conocí la honda inquietud que hoy gravita en buena parte de sectores intelectuales y militares del país. En estas circunstancias no debe sorprender que leales y entregadas figuras que le han servido ya no vacilan en difundir una nerviosa inquietud por los rumbos que norman a la presente coalición gubernamental.

En estas circunstancias toma cuerpo, a mi ver una inquietante constelación nacional que se verá agravada por la probable erupción en las próximas semanas de la Tercera Intifada en el contexto del islámico Ramadán.

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