Enlace Judío – Hay muchas formas de amar y muchas formas de enunciar el amor; a veces hablamos de personas amadas, pero también podemos amar aquello que más abstracto como una profesión. Para el Día del Amor y la Amistad recomendamos ver Los Fabelman que muestra varias formas de amar, tanto a nuestra familia como aquello que llamamos vocación.

Los Fabelman

Existe una diferencia enorme entre “querer querer” y realmente querer: entre hacer algo porque lo amas y la felicidad que trae a tu vida es incomparable a otras cosas, y hacerlo porque tienes que. Los Fabelman de Steven Spielberg es en primera instancia una reflexión sobre el arte, la vida y la familia. Sobre la felicidad que trae hacer lo que uno ama, el conflicto que ello puede generar con quienes te rodean, y la importancia de la independencia a la hora de construirse un camino propio. Como dice uno de los personajes “no le debes tu vida a nadie”.

La película empieza con películas, Sammy (Samuel) Fabelman de seis años se niega a entrar a la sala del cine porque le da miedo la oscuridad. Sin embargo, una vez que accede pasa los siguientes meses y gasta todos sus regalos de cumpleaños y Janucá tratando de recrear a las escenas que vio en pantalla. Lo que en inicio fue un miedo se convierte en una pasión. Lo vemos a lo largo de su infancia y adolescencia emprender todo tipo de proyectos y experimentos cinematográficos. Conocemos el arte desde el gusto de hacerlo y como una forma de participar y entender la realidad que rodea al artista. Es además un elemento que lo acompaña, que une a su familia y fortalece la relación con su madre, quien siempre lo apoya.

Sin embargo, conforme crece, la vida y las situaciones que lo rodean se vuelven más complejas, y como tal la relación que tiene con su madre y con el cine cambian completamente. La cámara le hace ver cosas que no quiere ver, y si antes era un lugar de exploración libre también se convierte en un instrumento de refugio que usa para huir, temé a la emoción que siente al filmar, y al daño que puede ocasionarse con ello. Observa con cierto desdén y con cierto amor las pasiones desbordadas de su madre y se refleja en ellas. Durante un tiempo incluso se priva de aquello que ama.

Y aunque la película se centra en Sam y en su relación con el cine, a través de los otros personajes también tenemos una visión compleja de lo que es la felicidad, el amor y el cuidado para cada uno. Para algunos, la felicidad radica en la libertad: “poder hacer lo que tu corazón te dicta”, “perderte en la melodía”. Para otros, en la estabilidad; la constancia del trabajo bien calculado, bien medido y el cuidado de a quienes aman. Unos tratan de construir islas donde estén seguros, otros huir de éstas mismas. Los mecanismos que tienen para perseguir aquello que buscan y proteger a aquellos que aman constantemente chocan creando situaciones de conflicto; pues nunca es fácil abrir un lugar en nuestra vida a las personas que amamos. Sam hereda y es testigo de ambas formas de ser.

La cámara se vuelve una metáfora también de cómo vemos y nos relacionamos con el prójimo, con el que es cercano y el que es distante a nosotros. La identidad judía de los Fabelman se ve exacerbada a través de remarcar el antisemitismo tan profundo que se vivía en la época de los 50’s, y la falta de control que existía en las preparatorias. El ser judío para Sam no es en sí una identidad activa, sino una condición que lo separa de lo que lo rodea y al mismo tiempo le permite ver cosas que otros no perciben y tener un ángulo distinto.