Enlace Judío – Tarazona es una ciudad española de la provincia de Zaragoza en la comunidad autónoma de Aragón, que hoy día tiene una población algo inferior a los 11 mil habitantes, que ocupa un espacio geográfico que históricamente ha sido frontera entre tres reinos: el mencionado Aragón, Castilla y Navarra, lo que le ha otorgado durante su historia un carácter estratégico, convirtiéndose en la Edad Media en un enclave de referencia para las relaciones comerciales, diplomáticas, militares e inclusive religiosas, ya que la Diócesis cristiana de la que era sede estaba conformada por territorios de los tres reinos mencionados. No por nada fue testigo de bodas reales, pactos, guerras y celebraciones. Durante siglos fue también ejemplo de convivencia pacífica entre las tres religiones monoteístas.

Pero remontemos aún antes en el tiempo, ya que, antes incluso de la llegada de los romanos, había allí pobladores celtíberos y, con el paso de los siglos, han pasado por ella prácticamente todas las civilizaciones que han ido sucediéndose en lo que hoy es España: romana, visigoda, musulmana, cristiana y, por supuesto, judía. Se cree que hubo presencia de estos últimos en Tarazona desde época visigótica y quizás incluso desde las últimas etapas del imperio romano. También parece muy probable que se mantuviese durante el lapso de la dominación musulmana, cuando la ciudad experimentó un notable crecimiento, pero los testimonios documentales se multiplican a partir del momento en el que la ciudad es conquistada por Alfonso I el Batallador en 1119. Tras la conquista, el rey concedió al obispo los derechos sobre los impuestos de la aljama, el barrio de los judíos, lo que acabó convirtiéndose en una notable fuente de ingresos a medida que la comunidad judía fue prosperando hasta convertirse en una de las más importantes de Aragón, por su privilegiada situación geográfica en los vértices de tres reinos. Durante una buena parte del siglo XIII Tarazona vivió una auténtica ‘edad de oro’, que benefició también a sus habitantes judíos, entre ellos la familia de los Portella, que se habían hecho tan prósperos con el comercio de cereales que en 1267 pagaban ellos solos una quinta parte de los impuestos de la aljama. De 1273 a 1286 Moshé de Portella fue baile (nombre de algunos magistrados antiguos, especialmente los jueces ordinarios de ciertos pueblos de la corona de Aragón) real en la ciudad, y fue precisamente gracias a él y su familia que en 1285 el rey Pedro III ratificó en 1285 una normativa general para la comunidad judía turiasonense (gentilicio de Tarazona), en la que se establecía cómo se debían pagar los impuestos.

El siglo XIV, por el contrario, fue para Tarazona y su comunidad judía uno de declive, que se acentúo sobre todo a partir de la peste de 1348, que castigó especialmente a la ciudad y su aljama. Además, hubo rebrotes de la enfermedad en 1362 y 1369, y varias malas cosechas durante esos años. Además, la guerra entre el rey castellano Pedro I el Cruel y el aragonés Pedro IV supuso que la ciudad fuese saqueada en varias ocasiones entre 1357 y 1360, episodios en los que el barrio judío se llevó la peor parte ya que no estaba protegido por la muralla. La destrucción fue tal que al término de la guerra se valoró desmantelar la judería, pero finalmente prevaleció el interés del rey de mantenerla y se siguió con los planes de reconstrucción en virtud de los cuales, por ejemplo, en 1370 el obispo Pedro Pérez Calvillo había otorgado un permiso para reconstruir la sinagoga. La ciudad superó sin embargo la ola de violencia de finales de siglo, en parte porque la aljama estaba contribuyendo de forma importante a la reconstrucción de la ciudad, así que no hubo asaltos a la judería como los que sufrieron en 1391 tantas ciudades de Castilla y Aragón. De hecho, en estos años el barrio judío alcanza su máxima extensión.

No obstante, la convivencia en sí se había hecho más difícil y las familias judías pierden parte de su pujanza durante los primeros años del siglo XV, hasta que hacia 1430 las relaciones entre comunidades vuelven a mejorar, sobre todo gracias a la política del rey Alfonso V, que incluso llegó a conceder exenciones fiscales a la judería en 1457, como parte de su plan para dinamizar el comercio y la economía en el reino. Todo esto llevó a una nueva época de bonanza que permitió la construcción de la Judería Nueva, de la que se tiene constancia documental fechada en 1440. Dicha prosperidad se prolongó durante el reinado de Juan II, sucesor de Alfonso V, pero pronto llegaría un abrupto final tras la implantación de un tribunal del Santo Oficio (la temida Inquisición) en la ciudad en 1484, que supuso una quiebra de la convivencia entre comunidades. En 1492 muchos judíos se trasladaron al cercano reino de Navarra y otros buscaron su nuevo hogar en el Mediterráneo, partiendo desde Barcelona y Tortosa. Se cree que alrededor de la mitad de la comunidad se convirtió al cristianismo, aunque estos mismos siguieron siendo perseguidos por la Inquisición durante buena parte del siglo XVI.

La visita a la judería de Tarazona o, mejor dicho, a las juderías de Tarazona puesto que están la
vieja y la nueva, puede empezar por el Centro de Interpretación de la Cultura Judía Moshé de
Portella, en el Palacio Episcopal, un pequeño pero muy interesante recorrido por lo que fueron los siglos de presencia judía en la ciudad. Desde el Palacio es posible internarse en lo que era la judería a través de la Rúa Alta, entrando en el entramado de pequeñas calles medievales entre las que están la propia calle Judería, donde se pueden encontrar la Casas Colgadas, uno de los monumentos más llamativos y sorprendentes de la ciudad y, en la época medieval, la línea fronteriza entre el barrio alto y la zona habitada por los judíos. Prácticamente en el cruce entre la Rúa Alta y la calle Aires está también la fachada de la Sinagoga Mayor, aunque el interior del edificio se ha reformado mucho desde el siglo XV. Se tiene constancia de que en la zona había varias edificaciones más de la comunidad judía, como la casa del rabino, pero en cambio no se
sabe dónde estaba o qué fue del mikvé. Junto a ese punto encontramos la Plaza de los Arcedianos, en la que se celebraba la fiesta de Sucot, Allí, en el final de lo que hoy es la Rúa Baja, que corre más o menos paralela a la Alta, estaban la carnicería y la cofradía de la aljama, en edificios que llegaban hasta la actual Plaza de Nuestra Señora y por encima de la acequia de Selcos, que atravesaba las instalaciones de la carnicería. Y también desde la Plaza de los Arcedianos parte la Cuesta de los Arcedianos, una estrecha callejuela con escaleras y de aspecto completamente medieval, como prácticamente toda la zona y que era la entrada a la Judería Nueva.

El viajero puede también acercarse al Palacio de Santafé, una casona de la que se tiene constancia de que fue reformada en 1502 por la que era una de las principales familias de judíos conversos y que hoy es un hotel. Desde allí, un paseo corto permite conducirnos al Convento del Carmen, edificado sobre lo que fue el antiguo cementerio judío. El barrio de la Judería se asienta a los pies de la Zuda (antigua fortaleza musulmana), ocupando un espacio acotado por el exterior de la barbacana y la acequia de Selcos, así como el mercado y la puerta del Burgo, abarcando las actuales calles de Judería, Rúa Alta, Rúa Baja y Aires. Este barrio tenía originalmente varios accesos: desde la Puerta de la Plaza Nueva (Plaza de España), la Porticiella (Rúa Baja), y la Puerta de la Zuda (Rúa Alta). En torno a 1450 se cita una “judería nueva”, prolongada a través de la Cuesta de los Arcedianos hacia la Plaza de Santa María, espacio público donde se celebraban los actos solemnes (exequias y coronación de los reyes, Pésaj y Sucot).

Desde hace años, Tarazona forma parte de la Red de Juderías de España.

El autor es director de Radio Sefarad

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