Enlace Judío / rab Berel Wein – Moisés se ausenta del pueblo de Israel durante cuarenta días. Esto parece desencadenar un giro desastroso de los acontecimientos que desemboca en el incidente del Becerro de Oro. ¿Por qué la ausencia de Moisés es un acontecimiento tan cataclísmico en la historia en evolución del constante y continuo retroceso de Israel en su compromiso del Sinaí? Después de todo, todo rabino tiene derecho a unas vacaciones lejos de su rebaño.

Los comentaristas de la Torá a lo largo de los siglos han debatido durante mucho tiempo la cuestión de la ausencia de Moisés y su conexión con el pecado del Becerro de Oro. Muchos lo vieron como un signo de inmadurez por parte del pueblo, al pensar que Moisés era su manta de seguridad y que no podían servir a Dios sin su ayuda e intervención. Otros interpretaron la ausencia de Moisés como un trauma de separación en el que Israel creía que Moisés, después de haber estado ya una vez en el Cielo, por así decirlo, no podía readaptarse a la existencia terrenal y tal vez nunca regresaría.

Esto habría indicado al pueblo que la Torá y los mandamientos de Dios eran asuntos celestiales, de otro mundo, que no podían tener relevancia cotidiana para su existencia mortal en la Tierra. Es una idea que la propia Torá tiene que contrarrestar constantemente: que la Torá no está en el Cielo y no es para el Cielo. Es para los humanos y está pensada para dirigirnos en nuestra existencia terrenal. Los rabinos nos enseñaron en el Talmud que la Torá no fue entregada a ángeles celestiales. Fue entregada a seres humanos frágiles, vulnerables y pecadores.

No se culpa a Moisé por su ausencia. Después de todo, siguió el mandamiento de Dios de permanecer en la cima del Monte Sinaí tras la entrega de la Torá a Israel. Ciertamente no se le puede culpar por obedecer las órdenes del Señor. Sin embargo, su ausencia parece ser un factor que contribuyó al grave pecado del Becerro de Oro.

Creo que la ausencia de Moisés, que después de todo fue ocasionada por una orden de Dios, no fue realmente el principal problema que preocupaba al pueblo judío. Más bien fue la elección de Aarón y Hur para sustituirle lo que resultó problemático, como demostraron los acontecimientos más tarde. Hur era una persona demasiado fuerte y, en su enfrentamiento con el pueblo, fue asesinado. Aarón era una persona demasiado complaciente y compasiva y en su bondad e identificación con el pueblo y sus demandas contribuyó al pecado del Becerro de Oro.

Moisés era la mezcla perfecta de la fuerza y la compasión. Los rabinos criticaron al rey Saúl por ser demasiado fuerte en una ocasión y demasiado débil y transigente en otra. Un líder debe abarcar dentro de su personalidad tanto la fuerza como la compasión, la firmeza y la capacidad de compromiso. La grandeza de un líder viene determinada por la capacidad de ser firme cuando es necesario y complaciente cuando se presenta la ocasión.

Moisé fue y es el principal ejemplo de tales cualidades de liderazgo. Lucha en una guerra civil contra los arquitectos del Becerro de Oro y al mismo tiempo aboga por el perdón de Dios al pueblo judío. Es la ausencia de una personalidad tan perfectamente equilibrada lo que puede destruir al líder de un pueblo.

Fuente: torah.org

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