El Dr. Doron Matza, un ex alto funcionario del Shin Bet que da clases en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, escribió el lunes en Makor Rishon que las manifestaciones en la calle Kaplan en Tel Aviv son solo una cortina de humo para el verdadero golpe de estado por parte de las FDI, la policía, la oficina del fiscal estatal, las universidades y muchos otros componentes de la sociedad civil de Israel, publicó Jewish Press, un artículo de David Israel.

Según Matza, las consecuencias de la falta de control del gobierno como autoridad ejecutiva sobre estas instituciones son de largo plazo.

En este punto, el 27 de marzo de 2023, no está claro si Israel está entrando en su propia versión de una guerra civil. Pero lo que está claro, según el Dr. Matza, es que el gobierno de coalición no solo enfrenta una oposición muy hostil y manifestantes bien organizados y financiados, sino también todo el aparato estatal sin el cual no se puede gobernar el país.

“La protesta pública no es el punto”, escribe el Dr. Matza. “La verdad es que es muy limitada, aunque consigue mucha resonancia por razones obvias. En el centro del asunto está la otra protesta. La que no está físicamente envuelta en las banderas del país, sino que en realidad va en contra. Al principio, comenzó como una protesta tácita. Fue insinuada, parcialmente disfrazada, pero ahora se vuelve explícita, visible y peligrosa. Es una protesta de los establecimientos que tienen una clara influencia en las prácticas cotidianas”.

Estos son los síntomas de un establecimiento que se rebela abiertamente contra el gobierno mayoritario electo del país, según Matza: Los directores de las universidades decidieron tomar cautivos a los estudiantes y cerrar los estudios. Por supuesto, no preguntaron quién apoya o quién se opone a la reforma judicial, se daba por sentado que todos estaban en contra. La dirección del sindicato Histadrut está cerrando la economía, también sin preguntar a los miembros. La oficina del fiscal del estado ha estado operando durante mucho tiempo como una entidad independiente, libre de tender trampas a los funcionarios electos, utilizando software espía ilegal e interrogatorios brutales, ocasionalmente a familiares de testigos enfermos y ancianos.

Fenómenos similares también han permeado el sistema de seguridad. Y el ejército también está politizado, como se puede ver en su débil trato a los reservistas insubordinados. Lo mismo ocurre con la policía que ha estado tratando a los manifestantes escandalosamente violentos con guantes de seda y se detenían para sonreír para selfies.

“Gran parte de los sistemas públicos y los grandes establecimientos no solo se han contaminado políticamente, sino que son ellos quienes definen la agenda sin que el gobierno tenga ningún control sobre ellos ni la capacidad de conducir el país con ellos”, escribe Matza.

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